εὐφορία

214 23 21
                                    





Me encuentro
buscándolo
donde no hay cómo perderse.
Sigue ahí,
esperando
en el lugar exacto.
Y yo
quiero,
deseo.
Pero él
...



—¿Hace cuánto que no me tocas?

—Por favor no...

—Hnm. No. "Por favor" no va a funcionarte. Quebraste el límite, tragué que no volverías jamás.

—¿Cómo si no puedo olvidarte?

—No lo sé. Dime vos, te va bien ignorarme y a mí; verte venir, estar, salir sin que... —se atasca y contraataca. Su ira, calma, golpes certeros como dagas. —Te luciste en mi cara con él atado a tus manos. Ni una pizca se te accidentó para mendigarte.

—Tenía que hacerlo, tenía qué.

—¿Sabes? Me gustaría que dijeras quería en vez de tenía porque yo si me acuerdo: deseabas hacerlo. Anda, cuéntame. Además de dolor, sí mujer a diario escuché tus lamentos, ¿sentiste?

Retrocedo.
Mi espalda a la pared,
me deslizo.
Desahogo y llego a su lado.
Observo.
Marcas de cuerda empiezan a formar huellas en mis manos.

—Hasta sangré.

—¡Vaya diferencia! Yo nunca te lastimé.

—Oh no te hagas el santurrón. Vos me provocas...

—¿Llanto?

Ahí va la primera,
sal arde en mis labios.
Me relamo.
No hay mejor sabor que el de uno jugándose las llagas.
Me abrazo,
con una corriente de aire;
recuerdo.

—Me supe desnuda.

—¿Y qué te preocupa? Si conmigo siempre te sobraba la ropa.

—Es diferente. Nosotros somos nosotros y con él; un par de iris extra. Llegada la hora de la verdad no quise contar cuántos...

—Mírala. Arroja piedras, grita y se esconde. Solo estás hablándome de la punta del iceberg y yo busco el fondo. Dame lo que vienes guardándote.

Sonrío.
Una capa de varias comienza a estorbarme.

—¿Desde el principio?

—Desde la creación.

Suspiro.

—No conseguí acoplarme, pero te equivocas, no huí. Corrí para alcanzarlo. Lo remonté al cabo de un rato, hice lo que debía. Acabé en menos de un minuto sin esperar retribución a cambio, gané confianza. Lo que siguió por un momento me pareció autómata. Odio no sentir. Llegué a cuestionarme por qué estaba ahí. Mi memoria me lanzó un salvavidas; la fascinación de aquella niña que fui hizo que todo se apagara. Los ajenos se extinguieron hasta dejarnos como me gusta, a solas. Música fluyó a través de mis dedos y cada nota ejecutada: el peldaño de una escalera que me llevó al cielo. En la cima, me quité el cuerpo, hice de mi una masa de sentimientos. De metrónomo: corazón expuesto. Emoción tras emoción, cuando el sonido cesó pensé que había muerto.

Mi verdad,
para él preocupación.

—¿Él es él? Necesito. No, urjo saberlo, ¿me cambiaste?

—Estúpido y grandísimo idiota. ¿Qué no ves cómo me tienes? De tus teclas soy esclava no obligada. Vos y yo: magia sin patrones ni líneas de pentagramas. Con vos hago hilachas lo que me queda de alma y el tejido de mi carne se rehace de sólo imaginar que estamos por tocarnos.

—Debo mucho y entre tanto, tengo que compartirte.

En una carcajada
se me va el oxígeno
no hay reniegos mientras
mis manos...
mis dedos...
hacen,
hacemos
hilos de palabras.
Máquina moderna para escribir.
Cuerdas para violín.
Máquina moderna para escribir. Violín...
En desorden,
sin avisos ni presiones
quiero
sentir un poquito.
Euforia.

«Que bueno que entendiste»

«Shhh. Ahora explícame, pero sin usar la boca»

✄ - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

N/A.

He aquí otro accidente de palabras sin clasificación.

El objetivo específico: contestar una pregunta que tenía pendiente.
Mi querida lumayadreams me pidió que describiera lo que sentí al estar arriba del escenario rindiendo mi primer recital y como respuesta, aproveché para ver cómo andaba mi cabeza en cuanto a la escritura.

Por semanas tuve que pausar todo lo relacionando con la conjunción de ideas y como básicamente me tocó reemplazar mi MacBook por un violín, se me ocurrió crear una situación en la cual el artefacto de escribir reclamaba mi dedicación exclusiva hacia él.

Experimenté con una relación al borde del precipicio, una donde el problema es la falta de seguridad (esa cosa que comúnmente se conoce como "celos") y una traición de orden público.

Yo me la pasé dándole y dándole al violín mientras mi laptop, guardada en su estuche, me veía sin decir nada. Algo que en la realidad tuve que hacer para no pecar y romper la disciplina en cuanto a mis prácticas con dicho instrumento de cuerdas.

Libre de compromisos, un diálogo en formato de reclamo sucede conmigo buscando (buscándome) las teclas de mi ordenador y éste, dolido por la ausencia de mi tacto, deja salir su descontento exponiendo lo mucho que me conoce.

Él punza donde sabe que lastima y hace supurar la verdad que por días me he callado.

"No se puede servir a dos amos, me cambiaste" piensa cuando reconoce mi disfrute por incursionar con responsabilidad en el mundo de las notas, pero yo quiero y deseo volver a lo mío con las letras. Tras años con la escritura la abstinencia no me cae bien. Necesito sacar lo que hay en mi cabeza, por eso aquí estoy. De nuevo.

Aclaro que el uso de una voz masculina (para darle personalidad a la Mac y al violín) no es por una cuestión de género. Es con ese tono responden mis pensamientos, quizás en otra ocasión haga algo de mujer a mujer.

¿Qué les pareció este lo que sea?

✄ - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

PD. La palabra del título está en griego, en español es "Euforia".

La canción de la multimedia pertenece a Dustin O'Halloran y lleva por nombre: "An Ending, a beginning".

La imagen de las manos ensangrentadas responde a otra realidad que viví: las yemas de mis dedos (sobre toda la de mi índice izquierdo) tendía a sangrar cuando comencé mis clases de violín. A meses de práctica intensa, al fin dejó de brotar ese precioso líquido escarlata.

Notas mentales escritas a lápiz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora