Lettuce ↪ MarkBum Christmas Special

🎄 Parte única 🎄

Con amor, para: MarkiiePooh07
Feliz Navidad, ztupida❤

El pequeño conejito delante de él corrió apresurado hacia el bosque en cuanto le vió salir. Siempre los veía rondar su casa, sacar algo de la basura y, como el gruñón que era, él les regañaba mientras los conejos corrían a prisa, con una bolsa de basura orgánica apresada entre sus dientecitos y dejando un rastro de líquido por todo el patio, que más tarde limpiaría él. Comenzaba a odiar a los conejos del vecindario.

Jaebum volteó a la estufa, el agua de su ramen se había evaporado y ahora tendría que comer fideos quemados.

Era navidad y él estaba cenando fideos. Quemados. Que original.

Un conejo con suave y extrañamente de rojo pelaje miraba por detrás de la ventana una deliciosa lechuga posada sobre la barra de la cocina de aquel amargado humano que siempre le auyentaba a gritos. La ventana estaba abierta, pero el humano se hallaba comiendo su cena, que para la nariz del conejo, no olía nada bien.

No se atrevía a entrar, sin embargo, si lo hacía con cuidado no tendría que volver ahí en días, ni tendría que huir de los molestos perros que le correteaban hasta que llegaba a su cabañita en el bosque, o lo que quedaba de él, pues cuando crearon el vecindario destruyeron parte de su hábitat. Desde entonces, el conejito tenía que cuidarse de los humanos malos que rondaban por su hogar y también de los perros y los gatos que parecían vivir sometidos ante sus humanos.

Pero eso no era lo importante ahora. Lo importante era que la lechuga estaba cada vez más cerca del conejito, dentro de una bolsa, recién picada y muy fresca. A la bolita peluda se le hacía agua la boca pensando en lo mucho que le gustaría comer aquel verde alimento.

Pero todo se complicó cuando el rojo conejo piso con su felpuda patita una cuchara, que movió el cuchillo sobre ella, para que luego el cuchillo moviera un plato y después el plato impulsará el vaso de cerámica hasta llegar al suelo y hacerce añicos.

Jaebum volteó lentamente, viendo el desorden que el conejito había causado y lo cerca que estaba de la lechuga. Estaba impresionado de la valentía del pequeño ser vivo.

Por su parte, la valentía que el conejo tenía se había esfumado. Pero no lo suficiente; estaba a escasos centímetros de su comida, tan cerca y tan lejos. Pensó en que sólo le bastaba unos cuantos pasos para llegar, que sería suficiente para tomar la bolsa entre sus dientes y salir brincando tan rápido como sus patitas se lo permitiesen. Sin embargo, el humano fue más veloz; a penas vio el otro se metió más a su hogar, le tomó del pellejo y lo levantó. El conejo luchó por safarse, pero era inútil.
Por su mente pasaban los más terribles escenarios; el humano durmiéndole, luego quitando su precioso pelaje para quitar su piel, luego cortando su carne y más tarde cocinándola en aceite caliente para al final, degustarla. Él había oído historias de humanos que gustaban de comer carne de conejo, y aunque se sintiera mal por los pollitos, vaquitas, cerditos o cualquier otro animal él prefería estar vivo mientras los humanos comían otro tipo de carnes.

Tenía mucho mucho miedo. "Y todo por una tonta lechuga", pensó.

Por su parte, Jaebum miraba tiernamente al peculiar conejo; lucía bastante asustado pero a la vez resignado. La idea de quedárselo como mascota cruzó por su mente, pero la desechó; el no podría cuidar de un animalito —o más bien no quería.—, dijo su subconsciente.

Estaba a punto de soltarlo, pero el pánico del conejito pudo más. No tuvo otra opción más que metamorfar a su forma medianamente humana.

Justo frente a los ojos de Jaebum el conejo se convirtió en un chico pelirrojo. Él no lo creía; tenía frente a sus ojos un chico con orejas de conejo, uno muy lindo. El susodicho por su parte seguía asustado, pues nunca se había mostrado así frente a nadie. Jaebum le soltó y lo dejó de pie en el suelo.