El Médico Y El Mocoso

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Para empezar a hablar de mi príncipe cautivo, para desenredar esta maraña de espinas, hay que remontarnos mucho tiempo atrás.

Fue en 1929 cuando nací en Daegu, un pequeño pueblo escondido entre grandes ciudades. Era tan pequeño y tan insignificante, que no había ni siquiera un café decente.

El día de mi nacimiento, mi madre y hermano gemelo murieron. Y mi padre callo en agonía desde ese día hasta el último de su vida en la tierra, tomando en todos los bares de la ciudad, porque de esos había muchos y muy malos.

Desde ese momento debí haber previsto que mi vida no iba a ser muy buena, y que yo no iba a ser precisamente alguien muy querido.

Yo no era bueno desde el inicio.

Fui criado por una nana, muy maternal, que no había podido tener hijos debido a una mala cirugía en 1908. Yo, que vivía en constante soledad, fui la solución perfecta para ser el hijo que nunca tuvo.
Era cristiana, muy bella, y muy honorable.
Me enseñó a hablar, a escribir, a leer, a tocar el piano y sobre todo a encontrar la belleza en las cosas más insignificantes.

Ella nunca dejo Daegu.

"Jungkookie, la felicidad está dónde menos la esperas, sirviendo."

A decir verdad, nunca entendí muy bien sus palabras, y a pesar de que me gustaba estar en Daegu con ella, nunca me gustó tanto como la idea de vivir en la gran ciudad, Seúl.

Con el tiempo, pensándolo bien, y analizando los mitigados recuerdos que tengo de ella, puedo suponer que estaba enamorada de mi padre. Y que la vida de él, la ato por siempre a Daegu. A cuidar de él, del hombre que había perdido a su amada y buscaba el escape en alcohol.

Si ella no hubiera muerto en 1947, a mis 18 años puedo decir con toda seguridad, que nunca habría reunido el valor suficiente para irme de Daegu.

Es increíble como una persona puede atar a otra.

¿Verdad, Jiminie?

A mis 18 años, arrastrando una maleta dónde tenía los ahorros de la mitad de mi vida, mi ropa y un folleto universitario salí de Daegu, y tomando un tren a Busan, nunca más volví.

En Busan tome la carrera de médico, 7 años medio viviendo y medio durmiendo.
Anatomía, patología, fisiología, química, botánica, farmacia, y demás materias que fueron mi martirio en solo mi primer año en la universidad.

El primer año es el peor de todos, como iniciar en un mundo completamente nuevo, sin saber el lenguaje y adivinando las respuestas los primeros meses.
Aprendiendo etimologías, y palabras que nunca antes había escuchado. Nuevo mundo, nuevo lenguaje.
Adelgace y aprendí como nunca antes.

Pero fue hasta mi sexto año en la facultad que me enamore.
Era 1953, y tenia 25 años cuando me di cuenta que prefería a los chicos por sobre las chicas.
Un muchachito de no más de 17 años me hizo comprenderlo.

El era demasiado libre, demasiado feliz, y tenía demasiado poco.
Y sin duda fue mi primer amor. Su nombre ahora, por más que intento, no puedo recordarlo.

El vivía en la calle y ganaba dinero limpiando parabrisas y haciendo malabares. Se ubicaba en una calle cerca del hospital en donde trabajaba como interno.

Se topo conmigo por accidente, una vez, cuando salía de guardia.
Sus ojos eran hermosos, y recuerdo muy bien su cara, y como no tardó demasiado en sonreír.

"¡Lo siento, señor!"

A pesar de todo, ahorraré detalles que de seguro no quieren saber.

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⏰ Última actualización: Jan 07, 2018 ⏰

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