Infiel

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Prometí amarte y respetarte hasta que la muerte nos separara, prometí estar contigo en la salud y en la enfermedad, te prometí el cielo y las estrellas, te prometí el universo entero. Prometí muchas cosas, cosas que no cumplí. Lo siento, cariño, lamento haber fallado. Porque lo sé, soy un infiel.


Soy el hijo de puta más grande que puede existir en el mundo, ¿quieres saber por qué? La respuesta es sencilla, lo soy porque lastimé a la única persona que me ha amado y hecho feliz, herí a la persona que me entregó su corazón para que lo cuidara y amara; y lo hice, cuidé y amé su corazón, pero también lo lastimé y destruí, hasta el punto de dejarlo hecho polvo.

Lineth Monroe era la mujer que todo hombre hubiera querido tener a su lado, era afortunado en tenerla junto a mí, era afortunado en que su amor me perteneciera. Ambos nos conocimos cuando éramos niños, ya que nuestros padres eran socios. Pero, a pesar de que nos conocíamos desde pequeños, fue hasta los ocho (ella tenía siete) que por fin hablamos, en la escuela ella siempre estaba sola. Lineth era esa clase de persona que tiene miedo al mundo, miedo a conocer personas.

Un día, unas niñas se le acercaron y comenzaron a molestarla. Ella siempre ha sido pacífica y en esa ocasión no fue la excepción, solo las ignoró como lo hacía siempre. Cuando vi que esas niñas comenzaron a insultarla y llegar a jalonearla me enojé y terminé caminando hacia ellas, para defenderla. Nunca voy a olvidar la mirada de agradecimiento y confusión, ya que nunca hablábamos y antes no la había defendido.

Escuchar salir de sus pequeños y rosados labios un Gracias, Mike fue como escuchar a un jodido ángel hablar, aunque no había mucha diferencia. Lineth era un ángel, era mi ángel y yo era un demonio.

A partir de ese momento ambos nos hicimos mejores amigos, siempre que nos mirábamos comenzábamos a hablar de manera instantánea, ella nunca tuvo una relación fuerte con sus padres, ya que desde temprana edad se reveló y dijo que iba a estudiar artes plásticas, y sus padres no estaban de acuerdo con ello. Ellos no se daban cuenta, pero Lineth era capaz de convertir una porquería en una belleza.

Los años pasaron y nos hicimos novios en la adolescencia, y luego de terminar la universidad nos fuimos a vivir juntos a mi departamento en New York, después de un tiempo le propuse matrimonio, nos casamos y nos fuimos a vivir juntos a las afueras de la ciudad. Para ese entonces ella tenía veintitrés y yo veinticuatro.

Quiero aclarar algo antes de continuar, quizás me creas, quizás no lo hagas, esa es tu decisión. Pero, quiero dejar claro que la amé, lo hice, ella fue la mujer de mi vida, aquella que me consoló en mis malos días, quien me daba una radiante sonrisa y besaba con cariño. La amé, lo hice con intensidad, la amé como nunca amé a alguien y como nunca volveré a amar.

Lineth era una joya que tuve el placer de descubrir, ella era la mujer perfecta ante mis ojos, no importaba sus imperfecciones, para mí, ella siempre era y será perfecta. Los dos primeros años de matrimonio fueron perfectos, fueron los mejores años de mi vida, quién diría que luego todo se iría al demonio, quién diría que una propuesta indecente y una aceptación haría que todo cambiara de manera radical.

La primera vez que le fui infiel fue en un viaje de negocios. Conocí a una morena, bebimos, reímos y hablamos, hasta que terminamos en la habitación del hotel. Esa fue la primera equivocación, la primera de muchas. Recuerdo que cuando desperté, lo primero que hice fue bañarme, me sentía sucio, me sentía una mierda. Lineth estaba en casa, esperando a que regresara y yo había sido un hijo de puta que se acostó con una desconocida.

Al regresar del viaje no fui capaz de besarla, no fui capaz de mirarla a los ojos, no fui capaz, ella no se merecía que le hubiera hecho eso, ella no se lo merecía y aun así lo hice. Mis excusas para ella era que no me sentía bien, que estaba cansado, así duramos las primeras semanas. Cuando creí que todo iba a pasar, que solo debía darme tiempo y se lo confesaría, quería confesárselo porque mi conciencia me estaba matando, me estaba haciendo trizas.

Historias cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora