"El hombre de los ojos azules".

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  —¡Katherine! ¿Dónde estás? —  decía el hombre encargado de organizar a todas las chicas, chicas que como yo nos ganábamos la vida en escasas ropas, bailando para hombres y mujeres de todas las edades en un "centro nocturno". Todos con un pensamiento en la cabeza: follarnos hasta saciarse y después pagar. 

No me gusta el término "Prostituta", me gusta más el término... "Bailarina exótica que otorga servicios que satisfacen a personas con una necesidad como todo ser humano normal". (Risas) 

El día de hoy estoy algo nerviosa, el día de hoy se me informó que vendrían unos hombres, unos socios de Ander mi padre adoptivo. No se me otorgó más información que lo básico: "Son hombres bastante importantes para nosotros y el negocio, si obtenemos la aprobación de ellos entonces nuestro negocio se expandería y yo tendría más dinero". Amo el dinero más que a nada en el mundo, así que daría todo de mi esta noche. 

Me decidí a alistarme de una buena vez; unas medias, ligueros, un sostén bonito que resaltaría mis pechos suaves, todo en color negro para que hiciese juego con mis caireles rojizos que tengo por cabello. Yo lucía bastante impecable. Sólo faltaban unos cuántos toques de maquillaje y estaría lista para el siguiente paso, los zapatos. 

No me gustaba exagerar a la hora del maquillaje, algo sutíl pero sexy, algo no tan llamativo pero que lograra llamar la atención de todos. Un labial de color rojo, unas sombras oscuras en mis párpados, un poco de rubor y listo. 

—Es la hora — me dije a mi misma dándome un poco de ánimos para salir a brillar. —¡Aquí estoy! — le respondí al desesperado Mark que me buscaba por cielo, mar y tierra. —Estoy lista. ¿Está todo listo en el escenario?

—Sí, sí, Kathy, pero tienes que salir ya mismo o ya sabes lo que pasa cuando Alexander se molesta. — me previno del amargado de mi jefe, yo ya lo conocía, él fue la única figura paterna que he tenido, así que sabía que era conveniente por el momento dejar la charla e irme a hacer lo que mejor hago. 

Caminé tras bambalinas y en el camino me imaginaba mi rutina de baile, cómo sería, si les gustaría, si la música también les gustaría. ¿Y si no? Ah, mierda. 

Mis pensamientos se esfumaron en cuanto llegué justo a donde se encontraba la cortina que me mantenía oculta del público. Escuché mi nombre, los aplausos, los chiflidos, los gritos. Me acomodé lista para salir a escena cuando las cortinas se abrían hacia los lados para dejarme tener un contacto con mis hombres. Y ahí estaba él. 

Cuál fue mi sorpresa al encontrarme con esos ojos penetrantes que me veían con asombro, como si nunca hubiera estado en un lugar como este. 

Yo danzaba al ritmo de la música y realizaba unos cuántos movimientos en el tubo, iba de abajo hacia arriba, pero sus auges no me quitaban la vista de encima. Qué raro. Y no digo que no esté acostumbrada a que me vean sino él, no sé quién era, no tenía ni la más mínima idea de quién se trataba pero algo me llamó la atención de él. 

Tenía que saber al menos su nombre.

Me coloqué en el suelo a gatas y me dirigí directamente al rubio. Los demás hombres me observaban de cerca y me hablaban majaderías que no escuché, no les puse realmente atención, estaba ocupada. Mis ojos se conectaron con los de él, ese rubio de cabellos largos y gran nariz. 

Me miró asustado en cuanto me le acerqué y yo no pude evitar tentarlo, probablemente le hacía falta algo de confianza. Así que lo tomé por el cuello de su camisa y lamí suavemente sus labios. Todos gritaban eufóricos, le alentaban incluso.

—¡Vamos, Flake! ¡Haz algo!

¿"Flake"? ¿Ese era su nombre?

—¿Q-Qué dices?

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⏰ Last updated: Dec 18, 2017 ⏰

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El Diario de Katherine KauffmanWhere stories live. Discover now