Prólogo

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Cuando en el barrio de los Tulipanes no se escuchó al gallo de la familia Salazar cantar, todo el mundo supo que algo no andaba exactamente bien

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Cuando en el barrio de los Tulipanes no se escuchó al gallo de la familia Salazar cantar, todo el mundo supo que algo no andaba exactamente bien. El viejo Nereo Salazar dio un suspiro que pudo haberse escuchado por toda la cuadra. Él había ido a darles de comer temprano a las gallinas y pudo percatarse de que uno de sus animales parecía haber desaparecido sin dejar rastro. El hombre se había acercado con cuidado al gallinero del que todos se quejaban en el barrio y pudo notar que quien faltaba era Ki-ki, un gallo de pelea que le había regalado su esposa el año pasado y al que tantas veces ella quiso mandar al matadero. Ki-ki era una de las piezas fundamentales del Sr. Salazar, el creía que aquel animal era mejor compañía que un perro y pues, desde que su hijo había muerto también era uno de sus mejores entretenimientos.

Él hombre rodeó todo el gallinero en busca de Ki-ki lanzando maíz por todos lados y llamándolo de todas las formas posibles. Una extraña idea fue aflorando en su estómago pero no quiso hacerle caso al instante. Ki-ki no podía estar perdido. Ki-ki era un gallo fuerte que nunca dejaba el área del patio a menos de que estuviese persiguiendo a Nereo, era un gallo que no se fiaba mucho de las gallinas ni de los niños, ni siquiera de la mujer que lo había llevado allí. Nereo sopesó en que su mujer lo odiaba y siempre había visto como ella amenazaba al gallo con un cuchillo cuando esta mataba alguna gallina. Fue buscando algún rastro del animal y al darse cuenta de que los autos habían comenzado a circular por las calles, supo que debía de preguntarle a Marilyn donde estaba.

Nereo entró a la casa por la puerta de la cocina y notó el gran movimiento que había. Su yerna estaba sosteniendo a su nieta mientras removía un poco la olla:

— ¿Papá? ¿Podrías pasarme el bote de sal? —Nereo estuvo a punto de pasar de largo cuando vio los ojos suplicantes de su yerna. Le pasó el bote y continuó caminando, Nereo comprendía que su gallo debía estar en algún lado. Pensó en preguntarle a Carina, pero sabía que perdería su tiempo. Su yerna odiaba a los animales alados y aunque su gallo no presentaba ningún peligro en el aire, Carina solo veía viable una forma de conocer mejor a Ki-ki, en la calidez de una olla de cocina.

Nereo continuó llamando al gallo dentro de la casa y no lo encontró por ninguna parte, cuando se hubo dado por vencido se sentó en el sofá de la sala y prendió el televisor. El canal de noticias no auguraba nada bueno para el día y el horóscopo decía que se llevaría una gran sorpresa. Él escuchó las risas de las niñas mientras bajaban las escaleras pero no se inmutó, ni siquiera cuando una de ellas cayó despatarrada al piso. Nereo miró a su vecina de nueve años sopesando que debía de tener un poco de amabilidad para con ella y le preguntó si se había roto algo:

—Estoy bien del todo, ha sido una mañana atareada.

— ¿Podemos ver televisión? Ya van a comenzar las caricaturas —su nieta un año mayor que la vecina le quitó el mando y cambió de canal a toda velocidad.

Nereo escuchó la charla de Marilyn con Carina y cuando se levantó para ir a preguntarle por Ki-ki, notó los arañazos que tenía su vecina en el brazo y en el rostro. Tenía varias venditas en los dedos y solo en su ropa se lograba notar que había librado una gran batalla, su nieta también estaba igual de destruida. Después de todo, aquel vestido negro hacía que su piel resaltase bastante, no obstante el hombre volvió a sentarse, les quitó el mando a las niñas y se paró desafiante:

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⏰ Última actualización: Dec 18, 2017 ⏰

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