Cassandra respiró hondo por centésima vez, a la vez que miraba la hora en su celular, en los últimos cuarenta minutos había levantado la tapa de su viejo aparato más veces que nunca, ella era una persona experta en ser paciente, debía serlo si trabajaba en una guardería, pero esta vez estaba desesperada.
Jessica, su mejor amiga le insistió toda la semana de ir a tomar algo el viernes, y ya era viernes en la noche y ella no llegaba, le había marcado y enviado varios mensajes y no contestaba, estaba furiosa, porqué conocía a Jessica, era la persona más impuntual del mundo y por eso había llegado media hora más tarde de la hora acordada, pero ni eso valió, ahí se encontraba sola en la mesa, en un lugar repleto de gente, por suerte estaba de espaldas a todos, frente a la puerta para cuando viera a su amiga, poder estrangularla libremente por hacerla esperar tanto en un lugar así.
Dio un sorbo a su trago, ni siquiera el delicioso martini de chocolate podía tranquilizarla, siendo su favorito, pero cuando pasaban hombres podía sentir sus miradas en sus piernas y en su escote, su falda le llegaba casi a las rodillas pero era ajustada, demasiado, de color beige, su blusa si bien no era tan escotada, era de un tono menta y de gasa transparente con mangas largas, ceñida y con botones dorados al frente, se arrepentía de haber dejado un par de ellos desabrochados, el inicio de sus generosos senos estaban al alcance de la vista de cualquier pervertido que la miraba descaradamente.
Desdobló su pierna derecha para dejarla descansar y cruzó ahora la izquierda, observó sus zapatillas doradas, el tacón era alto y en tono metálico, le fascinaban, desde que las vio en el aparador de una zapatería se dijo que serían suyas y después de dos semanas ahorrando pudo adquirirlas.
En ocasiones se entretenía mirando el abarrotado club, aunque era más pequeño y de un piso a diferencia de los otros, muchos lo preferían, la decoración le parecía muy original, con las paredes pintadas en blanco y negro, con fotografías enmarcadas de copas, botellas de vino, el nombre del lugar "Lounge City" y muchas cosas más, el mobiliario le fascinaba, dividido en secciones, el área roja, con sillones del color pasional con cojines en formas raras en negro, mesitas rectangulares de metal en el centro y luces tenues le daban un ambiente muy acogedor a los asistentes, vip, porqué era tan obvio que lo ellos eran, las mujeres casi todas portaban finos, cortos e impactantes vestidos de marca, al igual que un maquillaje cómo recién salido de un salón de belleza y ya ni se molestaba en admirar sus melenas, todas perfectas, muchas rubias, con un perfecto alaciado, inconscientemente se tocó el suyo, sus rizos pocas veces podía domarlos, realmente no pensaba en gastar su sueldo para averiguar que producto sería el indicado para controlarlo, así que siempre después de bañarse y peinarse usaba gel, lo más común y decente, pero que le quedaba más o menos bien, no se le abultaba tanto cómo cuando era pequeña, el haberlo dejado crecer fue una buena idea, contrario a lo que pensó, era más fácil peinarlo y era sencillo hacer una trenza, que era su peinado del diario.
Continuó observando el lugar, la segunda estancia estaba decorada con mesas estilo casino, sencillas pero lo que llamaba la atención eran unos taburetes de animal print con estampado de cebra, normalmente ellas se sentaban ahí, pero cómo esperaba a Jessica optó por sentarse en la zona que más predominaba, las mesas altas, justo al lado de la entrada y cerca de la pista.
Escuchó murmullos y gritos leves en una mesa de atrás, se giró disimuladamente, varias mujeres miraban anonadadas y con el rostro iluminado hacia la puerta, señalaban a alguien a la vez que se arreglaban algún mechón de su cabello o sus vestiditos que casi no dejaban nada a la imaginación.
Decidió echar un vistazo para saber que causaba semejante revuelo, cómo las puertas eran de cristal, pudo ver claramente que causaba tal grado de emoción ¡Un hombre! ¿Cómo no iba a ser? Lo veía de espaldas, si lucía imponente, grandes hombros y un trasero firme que resaltaba con unos jeans oscuros, ese hombre debía medir cómo dos metros, quizás no tanto, pero le parecía altísimo.
Cuando se giró Cassandra se quedó perpleja ¡Los gritos eran justificados! Ese era el hombre más atractivo que en su vida vio, su camisa color vino resaltaba su piel acaramelada y su figura ejercitada, cuando más se acercaba más podía notarlo, su cabello corto y castaño, barba estilo candado, ojos claros, no alcanzaba a distinguido el color y una sonrisa espléndida adornada por dos hoyuelos en los lados, le daban un toque inocente, pero sus ojos mostraban lo contrario ¡Dios! Si la mirará directamente a los ojos, se desmayaría estaba segura. Inmediatamente se regañó, ella no era así, siempre evitó eso, mirar a las personas atractivas, para no darles más poder, ni siquiera a las famosas, a la universidad en una ocasión fue una actriz famosa y aunque todo mundo la alabo y se sacó fotos con ella, se abstuvo y se sintió orgullosa de sí misma por no darle más importancia a las apariencias.
Aprovechó mientras pensaba para centrarse en eso y no en el hombre que en ese momento entraba al lugar, volvió a mirar su celular, nada, ningún mensaje de Jessica ¿tendría que preocuparse? Aunque fuese la persona más impuntual ella trataba de avisarle cuando se demorará, le mandó otro mensaje de texto <¿A que hora piensas llegar? Parezco estatua aquí sola cómo tonta, márcame J.D. Me empiezo a preocupar> J.D. eran las iniciales de su amiga, Jessica Dorain, desde que se conocieron decidieron llamarse así ya que consideraban que ambas tenían nombres muy largos, ella era C.A. por Cassandra Akle.