En torno a la pintura.

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En torno a la pintura.


Anticipación

El cuadro está quieto, eso parece, pero la energía a su alrededor te desconcierta.

Lo ves cada vez que levantas la vista, que la apartas de un libro, de la televisión, de una persona con la que hablas, de un recuerdo en el que te has detenido; cualquiera de esas presencias pudiera transportarse al lienzo, en múltiples formas.

Coloco plantas en su proximidad. Me pongo yo, me acerco y me alejo. Ejercitando un rito o una hechicería. La mirada va enriqueciéndose si sabes evitar la confusión, si mantienes la concentración que te deja distinguir qué puedes hacer aparecer, hasta dónde cabe llegar con tu aspiración y con tu capacidad.

Cuando vas a intervenir más vale que sea para aportar porque lo que depositas tiene, por fuerza, el cargo de haber acabado con la alentadora expectativa de la tela virgen.

Sobre la extinción de los colores

Sabemos de los animales en peligro de extinción como los tapires, los gorilas, las vicuñas, los canguros, las ballenas; plantas como el diablito de tres cuernos, el higuero de sierra, el palo de rosa, la palma manaca.

Desaparecen palabras: tamangos, piola, noviar, bigotera. Otras han perdido su filo, su penetración, se convierten en expresiones manidas, retóricas (el término revolución se lo apropian con descaro un banco o un gobierno de más de 40 años). Mueren lenguas enteras, oficios, culturas.

Pero los colores no se pierden. La calidad de la luz, salvo en zonas contaminadas o invadidas por la luz eléctrica, no se degrada. A pesar de la erosión, la explotación agraria que consume la tierra, a pesar la ya multimillonaria edad del sol.

Claro que una planta enferma, un paisaje corrompido pierde color. Los ojos cansados, el espíritu deprimido, eso también condiciona nuestra visión. El entusiasmo, la alegría, las emociones positivas sin duda añaden claridad.

Los colores se degradan en el uso abusivo: omnipresentes señales rojas para alertarnos de innumerables peligros, el blanco para designar una inocencia que muy a menudo resulta ser simplicidad o candor si no una afrenta a ese mismo ideal. La publicidad apropiándose de colores concretos. Como hay palabras gastadas hay colores maltratados. La economía, la política, la tecnología, el consumo marcan tendencias, favorecen a unos colores imponiéndolos frente a otros.

Coches, ropas, paredes en nuestras casas ¿qué elegimos, con qué margen más allá de prejuicios, convenciones, consignas escogemos nosotros los colores?

El uso masificado de objetos, las contundentes campañas propagandísticas alteran nuestra percepción desviando, imponiendo con insistencia machacona.

En este sentido una de las aspiraciones de la pintura sería rescatar, sanar, conservar el color, reconocerle su ser ayudándonos no sólo de él mismo sino de tantas herramientas del oficio que potencian o matizan sus cualidades. Más allá de la pintura a la moda hay otra que reclama los valores intrínsecos del color, su expresividad esencial tan necesaria y tan irrenunciable para nosotros.

Ofrenda

Mi ofrenda del día está hecha: he pintado.

El cuadro de una mujer con muletas, de una figura de diminuta cabeza y desmesurado sombrero. Probablemente son las borlas, las gasas, las flores artificiosas, las cintas sin fin lo que le pesa y le obliga a apoyarse en algo más que sus dos robustas piernas. El peso de la apariencia, la carga de la pomposidad.

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⏰ Last updated: Dec 19, 2017 ⏰

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