Magia

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Esta noche en particular, me siento más cansada que de costumbre. He tenido un largo día frente al monitor de mi computadora sin obtener los resultados que busco. Por más que intento adelantar algo de la nueva historia de misterio que tengo planeada, mis dedos se quedan estancados sobre el teclado. Solo se han movido para pulsar los botones del ratón. Abro y vuelvo a cerrar el documento sin hacerle cambios significativos. Siento que mi cabeza va a explotar si continúo forzándola a generar ideas. Apago la máquina y decido irme a descansar un rato recostada en mi cama.

Las siestas me ayudan a refrescar la mente para luego regresar al trabajo con mayor entusiasmo. Antes de acostarme, busco mi reproductor de MP3. Quiero escuchar unas buenas canciones que me relajen mientras tengo los ojos cerrados. Elijo el álbum Ghost Stories de la banda británica Coldplay. De entre todas sus increíbles canciones, Magic es definitivamente una de mis predilectas. Me pongo los auriculares y, justo después, toco la pantalla para que comience a reproducirse la pista que he escogido. La suave melodía me resulta arrulladora. Ni siquiera me doy cuenta del momento en que me quedo dormida...

Llevo puesto mi vestido de calaveras mientras corro por en medio de una calle estrecha. La voz de barítono del grandioso Chris Martin todavía se escucha de fondo. Tengo que esforzarme para avanzar entre una multitud de personas que se han amontonado delante de mí. Todos ellos esperan ansiosos a las afueras de una enorme carpa circense. No tengo idea alguna de la clase de espectáculo que se está presentando, únicamente me preocupa llegar a tiempo para el comienzo de la función. Cuando me presento en el acceso principal, Eugenio Paz me dedica un guiño y extiende su brazo derecho hacia mí, invitándome a sujetarlo. Acepto sus atenciones sin poner ninguna objeción al respecto. Su mirada me transmite mucha tranquilidad.

El hombre me conduce hasta un asiento especial que está reservado para mí. En cuanto me acomodo en la primera fila, los reflectores principales se enfocan de lleno en la maestra de ceremonias. La dama aparece justo en mitad de la pista con una amplia sonrisa de oreja a oreja. A pesar de que lleva una gruesa capa de maquillaje blanco en todo el rostro y un gracioso antifaz que le cubre casi la mitad de este, sé que se trata de mi mamá. Sus gestos y sus movimientos me resultan inconfundibles.

—¡Damas y caballeros! ¡Niños y niñas de todas las edades! En esta hermosa noche, reciban todos ustedes una cordial bienvenida de parte del Circo Reyes.

Una efusiva ovación y varios chiflidos de alegría interrumpen la presentación durante unos segundos. Rosario se aclara la garganta antes de continuar hablando.

—Están a punto de presenciar el más sorprendente acto de magia que verán en mucho tiempo. Démosle un caluroso aplauso al mago más querido de México, el incomparable José Antonio Reyes y su bella acompañante, Luna —anuncia ella, al tiempo que se aparta para cederles el espacio a las estrellas.

Mi papá lleva puesto un sombrero de copa de color negro, una camisa blanca con un saco rojo encima, unos pantalones cafés y unas botas de cuero. Después de que él hace su entrada triunfal, una mujer joven, bajita y delgada aparece en escena. El atuendo blanco que la muchacha viste resalta su cabello y sus grandes ojos oscuros. Me sorprende cuánto se parece mi cara a la de esa asistente. ¿Y cómo podría ser de otra manera? Después de todo, esa hermosa chica es Aura Galindo, mi madre biológica.

José Antonio hace una reverencia ante el público y se prepara para abrir la puerta del baúl rectangular de madera que unos divertidos payasos han colocado detrás de él. Lo palpa despacio y le da varios golpecitos por todas partes, para que así la gente compruebe que es real. Justo después de terminar con la verificación, le da la mano derecha a su ayudante para que esta ingrese en el reducido espacio de la caja.

A continuación, cierra la puertita y le coloca varios candados para asegurarse de que ella no pueda salir con facilidad. Hay una gran abertura para que la chica saque su cabeza por allí. Asimismo, dos orificios de menor tamaño que están ubicados muy cerca del hueco más grande permiten que sus manos también queden expuestas a la vista de los espectadores. En cuanto el rostro de Aura se asoma al exterior, levanta la vista y esboza una tierna sonrisa que anima aún más al auditorio.

Acto seguido, mi padre pronuncia unas palabras extrañas que parecen ser algún tipo de encantamiento, al tiempo que mueve los dedos. La cabeza de la chica comienza a deslizarse hacia abajo y luego hacia arriba, de manera lenta, en repetidas ocasiones. Sin embargo, las gráciles manos femeninas permanecen justo en la misma posición. Es como si las distintas partes de su cuerpo pudieran desprenderse y actuar por cuenta propia. ¡Mi papá realmente está haciendo magia a través de Luna!

De pronto, José Antonio golpea la caja y los candados caen al suelo. Aura se esconde adentro durante unos cuantos segundos. Sin previo aviso, la chica abre la puerta del baúl con un sutil empujón. Entonces, el mago se acerca y la toma entre sus brazos con increíble facilidad. Mientras la sostiene junto a su pecho, se voltea un instante hacia la concurrencia con una expresión facial de auténtica felicidad. Casi todos los presentes corresponden su gesto y de inmediato prorrumpen en sonoros aplausos y exclamaciones de júbilo.

La única persona que no festeja con los demás soy yo. Por alguna razón desconocida, siento unas inmensas ganas de llorar. ¿Qué pasa conmigo? Una no se pone triste después de presenciar un espectáculo tan agradable. ¿Por qué tengo un gigantesco nudo en la garganta? Solo hasta que me detengo para observar más de cerca los rostros de papá y de Luna lo entiendo. El dolor que siento en mi corazón sí tiene una explicación razonable.

Mientras la gente todavía los vitorea, ellos solo se miran a los ojos con afecto. La boca de mi padre se mueve y, aunque no puedo escuchar ni una palabra de las que dice, yo sé muy bien de qué se trata esto. Puedo leer el mensaje a través de sus labios. "Y si me preguntaras, después de todo lo que hemos pasado, ¿todavía crees en la magia? Oh sí, lo hago. Por supuesto que sí". No puedo contener las lágrimas después de eso.

En ese instante, Rosario regresa a la pista. Viene caminando a paso rápido y trae un látigo en la mano izquierda. La amargura en su semblante deja claro que la escena tan cariñosa entre el mago y la asistente no la ha complacido para nada. Un grito colectivo llega a mis oídos cuando mamá lanza un fuerte azote que va dirigido al rostro de Aura. José Antonio lo detiene con uno de sus brazos, mientras con el otro abraza a la temblorosa muchacha. Ella deja escapar un alarido desgarrador, tras lo cual pierde el conocimiento...

Despierto de golpe con las mejillas bañadas en llanto. Un tenue rayo de luz de luna se cuela por la ventana de mi habitación. ¿Cuánto sufrimiento enfrentó la mujer que me dio la vida antes de quitarse la suya? Hay heridas internas que jamás nos abandonan. Llegan momentos en que el alma se rompe en dos y caemos de bruces contra la cruel realidad, tal como le sucedió a Luna. Desearía que ella hubiera podido creer en la magia. Quizás hoy estaría aquí conmigo, acariciándome el cabello y asegurándome que todo va a estar bien. Hecha un ovillo, libero toda la angustia que me apretuja el pecho y me deshago en sollozos.

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