¿Alguna vez has olvidado tu teléfono?
¿Cuándo te diste cuenta de que lo habías olvidado? Supongo que no te abofeteaste la frente y exclamaste "joder" con respecto a nada.
La realización probablemente no se alzó de manera espontánea.
Mas seguramente, te acercaste a tu teléfono, registrando tu bolsillo o tu bolso, y te extraño el que no estuviera ahí. Luego hiciste un reconteo de los eventos de tu mañana.
Mierda.
En mi caso, la alarma del teléfono me despertó como era normal, pero luego me di cuenta de que la batería estaba más baja de lo esperado. Era un teléfono nuevo y tenía un hábito molesto de dejar aplicaciones activadas por la noche que le drenaban toda la batería.
Así que lo puse a cargar mientras me bañaba en lugar de colocarlo en mi maletín, como era habitual.
Fue un desliz momentáneo de mi rutina, pero eso fue lo único que se necesitó. Una vez en la ducha mi cerebro volvió a "la rutina" que sigue cada mañana y listo.
Por ejemplo, cuando estas caminando hacia un lugar, piensas en tu destino y en evadir obstáculos, pero no necesitas pensar en hacer que tus piernas se muevan apropiadamente.
No estaba pensando en regular mi respiración, estaba pensando en si iba a pasar a por un café en mi camino al trabajo o no (lo hice).
Olvidado
No se trató de que fui descuidado como investigué después, esta es una función reconocida del cerebro. Tu cerebro no solo funciona en un nivel, sino en varios.
No estaba pensando en transportar mi desayuno por mis intestinos, estaba pensando en si terminaría mi trabajo a tiempo para recoger a mi hija Emily de la guardería o si me quedaría atascado con otra multa por demora.
Este es el asunto: hay un nivel de tu cerebro que solo lidia con la rutina, para que así el resto pueda procesar otras cosas.
Piénsalo. Piensa sobre tu último viaje diario al trabajo o centro educativo.
¿De qué es lo que te acuerdas, en realidad? Poco, si es que de algo.
La mayoría de los viajes comunes se mezclan en uno solo, y ha sido comprobado científicamente que tratar de recordar uno en particular es difícil.
Haz algo suficientes veces y se convertirá en una rutina. Sigue haciéndolo y dejará de ser procesado por las áreas racionales del cerebro, siendo delegado a las áreas del cerebro que se encargan de lidiar con la rutina.
Tu cerebro lo hace sin que pienses en ello. Pronto, piensas sobre tu ruta al trabajo tan poco como piensas en mantener tus piernas moviéndose mientas caminas. Es decir, nada.
La mayoría de las personas lo llaman piloto automático.
Pero hay un peligro ahí.
Si rompes tu rutina, tu capacidad para recordar y reconocer la ruptura solo será tan buena como tu capacidad para hacer que tu cerebro no entre en modo de rutina.
Mi capacidad para recordar que mi teléfono estaba en la mesa solo era tan confiable como mi capacidad para evitar que mi cerebro entrase en el modo "rutina de mañana".
Me metí a la ducha, como de costumbre.
Rutina sostenida.
Excepción olvidada.
Piloto automático iniciado.
Mi cerebro había vuelto a la rutina.
Me bañé, me afeité, la radio predijo un clima increíble, le di a Emily su desayuno y la instalé en el coche, y me fui, ella había sido tan adorable esa mañana, quejándose de que el "sol malo" de la mañana la estaba cegando, diciendo que no la dejaba dormir.
Esa era la rutina. No importaba que el teléfono estuviera en la mesa, cargándose silenciosamente. Mi cerebro estaba en la rutina y en la rutina mi móvil estaba en el maletín. Fue por eso que olvide mi móvil. No por torpeza. No por negligencia. No fue más que mi cerebro entrando en modo rutina y sobre escribiendo la excepción.
Piloto automático iniciado.
Me fui al trabajo. Era un dia sofocante desde ese punto. El solo malo había estado abrasador desde antes de que mi teléfono traicionero me despertara. El volante se sentía ardiente ante el tacto. En el viaje a la guardería, creo que escuche a Emily moverse detrás del lado del conductor para alejarse del resplandor.
Pero logré llegar al trabajo. Entregué el informe. Asistí a la reunión de la mañana. No fue hasta que me tomé un pequeño descanso—y busqué mi teléfono—que la ilusión se rompió. Hice un repaso mental. Me acordé de la batería acabándose, de ponerlo a cargar y de dejarlo en la mesita de noche.
Mi teléfono estaba en la mesa.
Piloto automático finalizado.
De nuevo, es ahí donde yace el peligro.
Hasta que experimentas ese momento, el momento en el que buscas tu teléfono y rompes la ilusión, esa parte del cerebro sigue en modo rutina. No ha tenido motivos para cuestionar los hechos de la rutina; es por eso qué es una rutina.
Atrición de repetición. No es como si alguien pudiera decirte: "¿Por qué no te acordaste de coger tu teléfono? ¿Cómo pudiste olvidarlo? Debes ser negligente"; hacer eso es pasar por alto el punto.
Mi cerebro me estaba diciendo que la rutina había sido completada con normalidad, a pesar de que no era así. No olvide mi teléfono. Según mi cerebro, la rutina, mi teléfono estaba en el maletín, ¿Por qué lo cuestionaría?, ¿Por qué lo revisaría?, ¿Por qué recordaría tan pronto, de la nada, que mi teléfono estaba en la mesa?
Mi cerebro estaba enfrascado en la rutina y la rutina me dijo que el teléfono estaba en mi maletín.
El dia se siguió horneando. El velo de la mañana dio paso a la insistente fiebre calurosa de la tarde. El asfalto burbujeaba. Los rayos de sol sin filtrar amenazaban con agrietar el pavimento. Las personas cambiaron sus cafés por granizados. Chaquetas removidas, mangas enrolladas y cejas escurridas. Los parques se llenaron lentamente de gente tomando el sol y haciendo barbacoas. Los marcos de las ventanas amenazaban con deformarse. Los termómetros continuaban hinchándose. Gracias a Dios que nuestras oficinas tenían aire acondicionado.
Pero, como siempre, la caldera que fue el dia se transformo en un atardecer mas fresco. Otro dia, otro dólar. Aun maldiciendo por haber olvidado mi móvil, conduje a casa. El calor del dia había calcinado el interior del coche. Cuando llegue al parking de mi casa, oyendo las piedras crujir cómodamente bajo las ruedas, mi esposa saludó en la puerta:
¿Dónde está Emily?
Mierda
Como si el teléfono no hubiese sido suficientemente malo. Había dejado a Emily en la guardería después de todo. Acelere de inmediato a la guardería. Llegué a la puerta y empecé a practicar mis excusas, preguntándome vanidosamente si podría salvarme de una multa a punta de encantos. Vi un trozo de papel pegado a la puerta.
"Debido al vandalismo de la noche pasada, por favor use la puerta lateral, solo por hoy"
¿Por la noche? ¿Qué? La puerta estaba bien esta maña...
Me congelé, mis rodillas temblaron.
Vándalos. Un cambio en la rutina.
Mi teléfono estaba en la mesa.
No vine aquí esta mañana.
Mi teléfono estaba en la mesa
Emily se durmió detrás de mi asiento para alejarse del sol malo.
Había cambiado la rutina.
Mi teléfono estaba en la mesa.
No hizo sonido alguno. Nueve horas. Ese coche. El sol abrasador. Sin agua, sin ayuda, sin ventilación. Ese calor. Un volante demasiado ardiente para ser tocado.
Camine hacia la puerta del coche.
Aturdido.
Conmocionado.
Abrí la puerta.
Mi teléfono estaba en la mesa y mi hija estaba muerta.
Piloto automático finalizado.
YOU ARE READING
Historias Sobrenaturales
Short Story"No dependas de nadie en este mundo, porque hasta tu sombra te abandona cuando estas en la oscuridad"