Hacía calor. A pesar de que su ropa era ligera y veraniega, ésta se pegaba a su cuerpo en algunos puntos de su espalda. Apartó su melena de la nuca y se abanicó, en un improductivo intento de refrescarse, al tiempo que paseaba la mirada a su alrededor.
La masa informe de sudorosos cuerpos se movía al ritmo pesado de la música dando la sensación de ser un enorme y oscuro ente dotado de plasticidad que la envolvía. La penumbra del lugar, únicamente surcada por los haces de luz de color, hacía difícil distinguir nada que no fueran las barras al fondo enmarcadas por llamativas luces de neón.
Allí, apoyado en el extremo de una de ellas, lo vio. Con postura indolente, sus antebrazos sobre el metacrilato, la espalda inclinada hacia delante y la cabeza girada. Sus ojos fijos en ella. Aquel verde parecía el único color distinguible en el lugar.
Se quedó mirándolo, hipnotizada. Vestía unos vaqueros desgastados y una camisa oscura, no del todo amplia. Lucía una ancha pulsera de cuero en la muñeca izquierda, la única que ella veía desde allí, y el pelo claro revuelto, como si alguien hubiera estado pasando los dedos entre los mechones. El chico acercó a su cara el botellín de cerveza con el que había estado jugando entre sus manos y el movimiento reveló un destello en su oreja. Contempló con ávidos ojos cómo los labios se unían a la boca de la botella y creyó estar loca al considerar condenadamente sensual el movimiento de éstos al succionar el líquido. Sintió que la temperatura del local aumentaba varios grados al observar la nuez del cuello masculino moverse arriba y abajo al tragar.
Desvió la mirada bruscamente al darse cuenta de que él no se perdía detalle de su expresión. El calor inundó su rostro de forma fulminante. Era el momento de ir a los aseos a refrescarse con agua, decidió, asombrada por se reacción.
Pero antes volvió a mirar en dirección al chico misterioso, chocando con su mirada fija en ella de nuevo. En ese instante, las palabras del DJ sonaron a través de los altavoces, seguidas de un estruendo musical y toda la gente de la sala levantó las manos en alto imitando al pinchadiscos. Lo perdió de vista.
Y cuando la gente recuperó su postura original, él había desaparecido de la barra.
Miró alrededor en su búsqueda, asustada de la nota de desesperación que le atenazaba, pero fue en vano. Se había esfumado, dejándola sumida en un estado que ella misma ni siquiera era capaz de reconocer.
Moviendo la cabeza con gesto negativo, sonrió, pensando que quizá lo había imaginado. Pero el calor perduraba en su cuerpo, así que continuó con su plan inicial de visitar los servicios.
Se abrió paso como pudo entre la gente, algunos saludándola. Otros yendo un poco más allá e intentando algo más. Rozó varios cuerpos mojados de sudor y se secó con la mano. Ella misma estaba empezando a transpirar.
Se alegró de no tener que hacer cola; los servicios eran enormes y estaban, para su sorpresa, aparentemente limpios y bien decorados. De las paredes color burdeos colgaban espejos de estilo recargado, los marcos con retorcidas florituras doradas. Los lavabos tenían forma de concha y los grifos imitaban piezas antiguas e igualmente doradas. Se apoyó en uno de los que había libres, mirándose al espejo.
Algunos mechones de pelo se habían pegado a su rostro a causa de la transpiración y comprobó que parte de la fina tela de su corto vestido también se pegaba a su cuerpo. Escuchó un sensual sonido seguido de una secuencia de gemidos provenir de uno de los excusados y apretó las piernas fuerte, un leve jadeo escapando entre sus labios.
¿Pero qué le pasaba?
Se echó algo de agua a la cara y la nuca, masajeando ésta última y diciéndose que aquello no se iba a solucionar de forma tan sencilla. Miró a la chica del lavabo contiguo, que le dedicó una sonrisa cómplice al escuchar más lamentos de otro excusado.