1. ¿Qué más me queda?

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En mi vida, la única razón que tenía para seguir adelante era mi precioso gato, Pistacho. Fue lo único que me quedó después de perder a mi madre, la única familia que tenía. Pero, no es que haya muerto; simplemente decidió irse a vivir con su nuevo novio... Aunque, si lo pienso bien, tal vez eso sea peor, ¿no? Al fin y al cabo, prefirió a su novio antes que a su propia hija.

Como sea, según la sociedad ya soy una adulta, así que decidí entrar a la universidad. Al menos sigo viviendo en el mismo lugar, porque mi mamá tuvo la decencia de no dejarme en la calle. Me las arreglo para ir en bicicleta a la universidad y, por ahora, no he pasado hambre, gracias a la comida que quedó en la despensa.

He sobrevivido. Ahora, lo único que necesitaba era encontrar un trabajo.

Desde que pasó lo de mi madre, no he tenido muchas ganas de sonreír ni de hablar con nadie. Pero el último lugar de mi lista de posibles empleos me dio un poco de esperanza: una cafetería que tenía un letrero buscando camareras. No era el trabajo de mis sueños, pero era mejor que nada. Entré al lugar y, para mi sorpresa, me recibió una chica bellísima. Aunque a simple vista parecía bastante promedio —cabello castaño claro, largo y rizado—, tenía una calidez en su mirada que me desarmó por completo. Resultó ser la única persona amable que me recibió, y además era quien hacía la entrevista de trabajo.

—Cuéntame sobre ti y tu experiencia laboral —me dijo mientras se sentaba frente a mí en una pequeña oficina color rosa. El lugar era acogedor, con adornos que parecían pasteles y dulces, aunque un poco extravagante para mi gusto.

—Es un gusto. Primero que todo, me llamo Melody. Estudio en la Universidad del Norte, específicamente en artes plásticas...

—¡Wow! ¿Artes plásticas? Estudio lo mismo! —me interrumpió emocionada. No me lo esperaba —Ah... Aunque no, yo estudio en la UCC. ¡Ah, y mi nombre es Lisandra, por cierto!

—Un gusto conocerte, futura colega —respondí, sonriendo sin darme cuenta. Había algo en el ambiente, o tal vez en ella, que me hacía sentir extrañamente cómoda.

—Es genial poder compartir gustos con las personas del trabajo —dijo con una sonrisa tan cálida y brillante que parecía iluminar la pequeña oficina.

—¡Seguro! —aclaré mi garganta, tratando de enfocarme—. Respecto a la experiencia laboral... Bueno, no tengo mucha, pero creo tener lo necesario para aprender rápido. Además, sé trabajar en equipo y no tendría problema en adaptarme a los horarios después de la universidad.

—¿Cuánto necesitas el trabajo? —preguntó mirándome con curiosidad.

—La verdad... —Hice una pausa. En otras entrevistas había evitado ser completamente honesta, pero algo en Lisandra me hacía querer hablar con sinceridad—. Vivo sola ahora mismo. Lo necesito mucho. —No pude evitar que mi expresión reflejara algo de tristeza, aunque rápidamente traté de recomponerme.

—Entiendo —dijo ella, anotando algo en su libreta mientras asentía—. Aquí las camareras suelen ser tímidas, pero buscamos a alguien con más encanto y elocuencia. ¿Crees que podrías sonreír más a los clientes? Si puedes hacer eso, haré lo posible por conseguirte el trabajo. ¿Qué opinas? —Me mostró una sonrisa natural, radiante.

—Sí, claro. Haré lo que me pidas —respondí, devolviéndole una sonrisa algo tímida.

—Genial. Yo no soy la jefa de las camareras, pero te aseguro que te ayudaré en lo que pueda —dijo, extendiéndome la mano.

Apretamos nuestras manos como si selláramos un trato, y una semana después me llamaron para empezar el próximo martes.

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⏰ Última actualización: Jan 27 ⏰

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