Una moneda

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Cuento ubicado en fechas de Herlaai, justo antes de la guerra en Ziggdrall. En esta historia, Dante y Mirsha tienen siete y seis años, respectivamente.

*****

El niño corrió por las calles del pueblo, que comenzaban a llenarse de personas con las primeras luces del día. Sus ojos verdes reflejaron el rayo de sol que iluminaba esa pequeña calle, dándole al niño el aspecto de ser la criatura más despierta del lugar.

Las casas eran bajas y pequeñas pero de apariencia acogedora y las personas que se cruzaron con él al salir de sus hogares le dedicaron una sonrisa o un saludo antes de seguir su camino. Mirsha se cubrió un poco con su abrigo, pero la energía que sentía le hacía notar menos el frío de la mañana.

Estaba en un lugar completamente nuevo; era la primera vez que viajaba fuera del país y, si bien el viaje en barco había sido horrible, el lugar se veía bastante bien. Luego de que Daro y el mago Thyrus comenzaran a hablar, el niño se había aburrido terriblemente, sentándose en una orilla de la cueva en la que se encontraban. Al notar aquello, Daro sólo le había dado una mirada y fue como si algún mecanismo se activara en su cabeza: se levantó y recorrió todo el camino hasta el pueblo más cercano.

Apenas había llegado, se había maravillado: el pueblo entero parecía prepararse para una gran celebración ese día. Había cuarzos de colores colgados como guirnaldas de los techos de las casas y un montón de personas preparaban una especie de feria local con varios puestos. El aroma del pan recién horneado y de varios otros alimentos estaba presente en el ambiente, aminorando aún más la sensación de frío que el clima traía.

El niño se detuvo, sintiendo que su estómago protestaba, vacío, ante el rico olor a pan. Aminoró su paso y dejó que el aroma lo guiara a su origen.

Un par de calles más al centro se encontró con el grupo de gente que preparaba la comida, siendo observados por un grupo de personas. Las ropas de estos parecían caras por lo que Mirsha dedujo que ellos eran quienes estaban a cargo.

Uno de los más jóvenes tenía un largo y dorado cabello y se aferraba en mantener a un niño de quizás su edad, a su lado, aunque éste no dejaba de retorcerse, intentando llamar la atención del hombre al jalar su brazo.

Mirsha se acercó despacio, parándose sobre las puntas de los pies para alcanzar a ver algo sobre la mesa y localizando una cesta con pan recién horneado.

El niño sonrió, estirando una manita para robar un trozo. Tuvo dificultad por la altura, pero cuando alcanzó su objetivo sonrió y buscó huir con su botín.

Pero antes de que lo consiguiera, un par de manos lo tomaron de la espalda, deteniéndolo.

—Espera, espera, muchacho. ¿A dónde crees que vas? —preguntó el hombre rubio, levantándolo del suelo.

»Esta comida es para más tarde, pequeño. ¿Por qué no vuelves a casa a desayunar algo? —ofreció y a pesar de que su voz sonaba firme, no había ningún regaño en ella.

El niño lo miró luciendo asustado y abriendo la boca un poco, sin lograr decir nada.

—Yo... yo... —balbuceó, cerrando la boca de nuevo y luciendo como si estuviese a punto de llorar.

—No, espera, no vayas a llorar —pidió, acercándose a la gente que preparaba la comida y llamando su atención—. ¿Alguien sabe de quién es este pequeño? —preguntó a los presentes pero tras varios segundos de silencio, todos negaron con la cabeza.

El hombre murmuró una maldición, tratando de sonreír al niño mientras lo bajaba al suelo.

—¿Sabes dónde está tu casa? —cuestionó con amabilidad.

Cuentos de Arlan & ZiggdrallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora