Love is blindness
I don't want to see
Won't you wrap the night
Around me?
Oh my love
Dimas recorrió con la yema del índice las efes en su espalda. Antes de levantarse de su lado, este dejó una mordida sobre la tinta que la hizo sobresaltarse. Para ella era inevitable sentirse parte de él, sentirlo tan suyo como le es posible. No es ninguna tonta y tiene bien sabido lo que piensan de ella los demás, está claro en la mirada de cada uno durante los ensayos, sobre todo cada vez que ella está cerca. Le tienen lástima. Ellos no tienen la menor idea.
Dimas se ha ido, pero ella no tiene deseos de levantarse aún. Su mirada se centra en las formas del cielo raso, como un cuadro se conecta a otro armoniosamente. Inspira profundo al tiempo que cierra sus ojos y deja su mente divagar por los tonos amaderados de la colonia de su amante, la calidez envuelve sus sentidos y sonríe. Entonces se pregunta con cierta nostalgia "¿Por qué tuvo que irse tan temprano?" Una respuesta le aprieta el corazón como como un torniquete. "No", se dice y gira en la cama, evadiendo las verdades que le gritan todos a su alrededor. ¡Ella ya no lo ama más! Él lo sabe, ella lo sabe, cada minuto que comparten juntos desde que su tormento entró en la lista de Eric, le aviva la seguridad. Ella puede volver al hueco de donde salió alguna desdichada vez y perderse.
A veces añora los días que compartían en la capital, antes de que ella renaciera de las cenizas que ya habían sido barridas. Da un salto fuera de la cama, ha sido suficiente tiempo perdido. Camina por la recámara hasta enfrentarse a su reflejo en el espejo. Es esbelta, alta, tiene una gracia felina en sus facciones y una femineidad marcada en todo su ser. Se mira de perfil y acomoda un mechón de su negra melena tras la oreja. No encuentra nada mal, no encuentra nada fuera de lugar en ella. Es hermosa. "Y sin embargo..." reprocha su mente. La imagen de una mujer pequeña, seca y desgarbada, escondida tras unas gafas pasadas de moda y algún libro aburrido aparece en el espejo junto a ella. La imagen le sonríe. Minerva reprime un grito de frustración y vuelve a mirarse al espejo como si de pronto todo se hubiese desordenado, de pronto su cuerpo no es tan hermoso, de pronto, y no logra entender por qué, ella no es suficiente para nadie. Abandona el espejo y decide tomar una ducha fría.
Emerge de la ducha regia, como si fuera la diosa de las mil obras, la hermosa Minerva, diosa sabia y perfecta en todas las artes. No tarda en elegir un corsé azul marino y una falda negra a juego. Cepilla su cabello con tal delicadeza como lo haría una doncella a su señora. Vuelve a enfrentarse a su imagen en el espejo con mayor seguridad, no hay nada en ella inferior a su tormento, nada. Tener a una mujer como ella es un privilegio, se dice. Entonces piensa en los ojos celestes de su amante, en el garbo que exuda al caminar. Él es perfecto para ella en todo sentido que pueda pensar. Ella es perfecta para él en todo sentido que pueda pensar. Ahora ella es quien sonríe de nuevo.
De su bolsa de maquillaje toma un labial rojo vino, de tonos saturados y larga duración. Lo pasa por sus labios ensimismada, recordando la textura suave de los labios de Dimas, cuando en media desesperación, en plena necesidad de tenerse, su labial pierde la guerra. Su falda, sus sábanas y hasta su alma pierden la guerra contra él. Su presencia es dominante e irresistible.
Ellos no saben nada, se repite mentalmente, recordando las miradas de reproche y lástima que ha recibido desde que se supiera lo sucedido entre Dimas y su ex. Pero ella si sabe, ella sabe que la chica no es otra cosa que un capricho del sultán, que no puede siquiera empezar a soñar con ocupar un lugar al lado de Dimas. ¿Cómo podría preferirla antes que a ella? Desvía la mirada hacia el espejo que la juzga, relame sus provocativos labios y se sonríe, de la manera más convincente que consigue. Es absurdo siquiera preguntárselo.
¡Por supuesto que cualquier hombre se rendiría a sus pies! Pero lo quiere a él. Por qué se complementan perfectamente, porque lo necesito... Minerva se erige como una estatua, al levantarse de la silla. Acomoda su cabello con sus manos y alisa su falda suavemente. Un silencio incómodo se instaura en su mente y su habitación, se siente ajena a ella de pronto. Camina hacia el escritorio donde descansa su estuche de violín abierto, con su preciado instrumento expuesto y listo para cantar a su lado. Dibuja el borde de la abertura acústica en la madera con cariño. Un cosquilleo sobre la piel entintada la regresa a la calidez de su presente.
-Mina - su voz masculina la hace sobresaltarse. Ha vuelto. Ha vuelto a ella. - Mina, es hora. Gabriel nos espera para iniciar el ensayo. - con una barba incipiente que resalta la claridad en su mirada, Dimas se asoma por la puerta y la observa con atención. - ¿Estás bien? - pregunta con una mezcla de hastío y verdadero interés, disfrazados de preocupación. - Por supuesto. - responde ella, mirándolo apenas de reojo, como si aquello le hubiese ofendido, al tiempo que cierra el estuche de su violín con delicadeza.
Entonces la toman por sorpresa las manos en su espalda, el aliento en su cuello y las palabras que acarician su oreja como un maleficio. - ¿No fue suficiente y te has molestado conmigo por dejarte? - un escalofrío recorre su espina dorsal, uno que llega hasta sus manos como una chispa. Se gira y lo mira a los ojos. Toma su rostro en sus manos, enfrenta su mirada con cierto misterio. Media sonrisa se dibuja en su rostro felino. - Todo de ti, me pertenece. Yo digo que eso es suficiente. - responde. Dimas sonríe con una expresión incomprensible, ella decide creer que es complicidad. Sellan su promesa silenciosa con un beso.
Aun cuando él no sea de ella, ella tiene plena certeza de que se pertenecen. Como las almas perdidas pertenecen al averno, se pertenecen. Si tiene que arder el mundo por que estén juntos, ella llevará el fuego en sus manos.
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Diosa de las mil obras
FanfictionFan Fiction parte del concurso de LMDA. Todos los personajes son propiedad intelectual de LenaMossy "Minerva, por no se sabe qué resto de piedad, la sostuvo en el aire y le habló así: "Vivirás, insolente Aracne, siempre de esta forma suspendida; tal...