Te había citado bastante inquieto cuando hablaron en la cubierta, cosa ya extraña para James que lograba mantener el control incluso en las situaciones más desesperantes, ese templo de acero que sólo obtenían los temerarios hombres de guerra que lograban sobrevivir a esta.
Cuando llegaste a la bodega del barco y lo viste parado algo serio esperándote, al fijar sus ojos en ti pudiste notar la preocupación en su cara.
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- ¿qué pasa? –preguntaste despacio mirándolo y Conrad se acercó para tomar tu rostro con cuidado.
-quiero que te quedes en el barco –y tu no pudiste evitar fruncir el ceño ante sus palabras, esa expedición era tu vida, habías investigado y hecho tantos estudios– se que no estas feliz con que te pida esto... Pero no puedo perderte, necesitó que te quedes aquí, puedes ayudarnos por radio... –murmuro mirándote y tu sólo lo viste atenta a los ojos.
Si en alguien confiabas era en James, y si él decía que te quedarás tendría buenas razones para pensar que sería inseguro para ti.
-me quedare... –de inmediato notaste la cara de alivio de él– pero tienes que prometer regresar-
Él asintió y beso tus labios cortamente.
-lo prometo –y con un último beso suave en sus labios se separó para tomar una de tus manos ya con expresión tranquila.
Porque verdaderamente al Capitán James Conrad le preocupaba más tu seguridad que la suya propia, eras ese poco de felicidad y tranquilidad que la vida le había regalo, y no podía permitirse arriesgarte.
