El sonido del reloj rebotaba en las paredes del cuartel, el aire era denso y las ventanas dejaban entre ver la luz del sol, como recordándonos que para bien o para mal seriamos libres.
A medida que el tiempo avanzaba, el batallón 204 se iba reuniendo. Acuartelados en espera de nuestro superior, nuestro verdugo.
El reloj marcaba las 9:28 AM cuando llego el "general de división" Ignacio Suazo. Bajo su brazo ya traía consigo las indicaciones previas al ataque. En ese momento, el silencio reinó el cuartel, en donde yacíamos 22 soldados.
Finalizada las instrucciones, la atmósfera se lleno de un sentimiento lúgubre, las risas nerviosas y miradas de complicidad nos delataban; ninguno de nosotros estaba ahí por su voluntad. A pesar de no compartir o saludarnos durante el año, esa no era nuestra primera batalla juntos, ni sería la última, porque siempre somos los mismos, y a pesar de que siempre prometemos no volver, ahí estábamos, un 27 de diciembre, 9:30 AM, dando el último examen de repetición.
