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Mingyu observó la lápida –gris, pulcra y con las letras talladas –antes de colocar las rosas en esta y sentarse en el suelo. Era la primera vez que se atrevía a visitarlo, justo un año después de su partida y aunque seguía doliendo, ya no lo carcomía por dentro. Lo había aceptado, con dificultad y mucho trabajo, pero por fin lo había logrado. Ya no pensaba en los "¿y si?" o en los "quizás". No podrían cumplirse, por lo que era mejor dejarlos atrás. Los vivos tienen que vivir, –le insistía Wonwoo, y Mingyu no lo entendió hasta que fue muy tarde.

Sin embargo, no se arrepentía de nada. Amó al azabache, tanto y tan fuerte que durante los primeros meses de su muerte sintió que él se desvanecería también. Lloró, gritó y se vació el alma extrañándolo, preguntándose cómo no fue capaz de ver el dolor de Wonwoo. Cómo, siendo el mayor su lugar seguro, él no pudo notar que este se estaba perdiendo a sí mismo. Fueron tantas pistas, tantas indirectas, tantos gritos de ayuda los que Wonwoo le dio, que recordándolo ahora solo podía culpar a su inocencia y deseo de que nada nunca cambiara.

─He estado bien. –Le sonrió a la lápida, deseando que Wonwoo pudiese verlo y alargó una mano para acariciar el nombre de su ex novio. –He vivido, aunque no creí que lo lograría después de que tú... Después de que te fueras.

Tragándose el nudo en la garganta, Mingyu cerró los ojos y calló durante unos minutos. Aunque ya vivía bien con la muerte del azabache, le resultaba inmensamente difícil estar allí, donde todo le recordaba lo real que era la situación. Incluso un año antes, durante el funeral, Mingyu solo fue capaz de asistir a la ceremonia; cuando fue hora de enterrar el ataúd con los restos de su novio y mejor amigo él tuvo que mantenerse en las puertas del cementerio, incapaz de verlo desaparecer por última vez de su vida.

Incapaz de aguantar la culpa, el remordimiento y el odio consigo mismo por no haberlo salvado. Por no haber visto más allá y reconocer el sufrimiento, el vacío en los ojos de Wonwoo.

Pero el mayor fue un excelente actor. Su vida iba bien: tenía una familia que lo amaba, una profesión que lo hacía feliz, amigos que se preocupaban por él y un novio que lo adoraba más que a cualquier cosa. No era perfecto y cometía traspiés como cualquier otra persona, pero era bueno. Tenía una linda vida.

Gracias a Wonwoo, Mingyu aprendió que la depresión no tenía rostro. Escogía a quién se le antojara y lo comía por dentro, arrebatándole las ganas de vivir y dejándole un cansancio y desesperación que ahogaban todo lo demás. Así fue con el azabache, y nadie lo supo hasta que él le mandó unos mensajes a su hermano menor. Despidiéndose. Confiándole lo difícil que había sido para él, lo mucho que necesitaba irse. Preguntándole si lo extrañaría.

La depresión lo desgarró tanto que tuvo que preguntarle eso. Wonwoo ya había olvidado lo amado que era, la cantidad de personas que se preocupaban por él. Ya no era más que un cascarón de quien había sido antes, un ser débil y vencido que necesitó preguntar si sería extrañado. Cuando leyó los mensajes –durante la vela del mayor –Mingyu lo odió por unos segundos. Lo odió tanto, con tanta fuerza que casi olvidó que Wonwoo no estaba allí para reclamarle. Lo despreció porque no pudo seguir viviendo; porque incluso teniéndolo a él, y a todos sus seres queridos, no encontró más razones para vivir un día más. Entonces recordó sus abrazos, sus besos y esa maravillosa risa que sonaba rota durante sus últimos meses de vida. Lo recordó a él, y ese odio se transformó en dolor, en melancolía, en un horroroso deseo de haberlo sabido antes. O de irse con él.

Pero no lo haría, y no lo hizo, porque los vivos tenían que vivir y Wonwoo nunca lo perdonaría si se diera por vencido también.

─Te he extrañado, ¿sabes? –Susurró, reponiéndose y dejando caer su frente contra el frío cemento de la lápida. –Pero he podido aceptar que no estás, y que no volverás nunca. Siéndote sincero, tampoco querría que lo hicieras. Si volver significa que sufrirás otra vez y que tendrías lidiar con tu depresión de nuevo, prefiero que te quedes donde estás. ¿Eres feliz ahí, verdad? Quiero pensar que ya no te duele, que encontraste la luz que te hacía falta aquí. Que tú venciste a tus demonios y no ellos a ti.

Sus lágrimas cayeron al pasto, mojando la tierra y Mingyu se sorprendió al no haberse dado cuenta de cuando empezó a llorar. Inhaló fuerte y pensó en su hermoso azabache, en el bello hombre que tuvo la suerte de amar.

─A veces pienso que ya no era cuestión de quién podía salvarte, Wonwoo. He considerado que tú no pertenecías aquí, en este mundo con nosotros, y que luego de tantos años ya tenías que irte. Entonces no había nadie para salvarte, porque no tenías que ser salvado. Cuando lo veo de esa manera, le agradezco a la vida, al universo y a las estrellas por haber vivido una vida donde te conocí. Por los años de recuerdos que recolectamos. Pero los ángeles no viven en la tierra, y tú definitivamente eras uno.

Sin necesidad de decirle nada más, Mingyu se levantó y dirigió la cabeza hacia el cielo, aún con los ojos cerrados. Inhaló profundamente, dejando que el aire fresco limpiara sus pulmones y corazón, y no fue hasta que se recuperó que abrió los ojos para encontrar el hermoso paisaje frente a él: el cielo de la tarde estaba teñido en colores naranjas, el sol agonizante empezaba a esconderse y las nubes también adoptaron los fuertes tonos. Wonwoo amaba ese tipo de atardeceres. Con una sonrisa dulce y el corazón hinchado de cariño, Mingyu bajó la mirada hasta la lápida y el trozo de tierra donde Wonwoo yacía por la eternidad.

─Yo también te amo.





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En honor a Kim Jonghyun, un maravilloso cantante, compositor y persona que ha dejado nuestro lado. Te deseo mucha luz y paz en tu eternidad, Jonghyun. Gracias por tanto.

Si conoces a alguien (o tú mismx) que sufre de depresión, por favor busca ayuda. Las enfermedades mentales deben ser tomadas en cuenta, y el cambio debe empezar por nosotrxs.

Gracias por leer.

Lo hiciste bien • MEANIE •Where stories live. Discover now