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Cansada de ser un bicho de rutina, de las redes sociales, de buscar un trabajo que no llega. Cansada de historias de amor que duran una semana, un mes o un verano. Cansada de ir a la facultad para recibir un título que quizás no sirva de nada en este mundo tan competitivo.
Cansada de ver a Marlen sentada en la ventana de sucuarto y que jamás salga de allí.

Su cabello rubio ceniza y sus ojos tan grandes siempre perdidos en las páginas de un libro, sentada frente a su ventana. Me hipnotizaba, podía pasar horas mirándola.

Marlen sabía que la observaba, me descubrió más de una vez mientras regaba las plantas de mi balcón o salía a improvisar una lectura mientras entre, página y página, alzaba la mirada para buscar la suya.

Ella losabía pero aún así no me saludaba y 10 metros se volvían kilómetros.

Vivía conmis padres en un barrio porteño de la ciudad de Buenos Aires. Habíacumplido veinticinco años en el mes de marzo.

"Estás más cerca de los 50 que de los 0 años" bromeó mi mejor amigo Alan el día de mi cumpleaños. Realmente no me afectaba laedad, me sentía demasiado feliz conmigo misma y además había perdido un poco el rostro infantil que en los boliches me obligaba a mostrar mi identidad hasta para pedir una cerveza o comprar cigarrillos de menta.
Aquel año era el decisivo para mi carrera,me recibiría de Antropóloga si es que mi tesis final sobre lahomosexualidad en las culturas aborígenes de Latinoamérica eraaprobada. No había muchos escritos sobre la época y los pocos que había tenían una visión demasiado europea del siglo XV al respecto, pero me había encaprichado en buscar hasta la última gota de información y me pasé todas las vacaciones de verano visitando museos y circuitos arqueológicos de más de cinco países.
Mi tesis llevaba más de 700 páginas y mis investigaciones me habían mantenido al margen de cualquier tipo de vida social. Alan era el único amigo con el cual mantenía contacto y quien me obligaba a salir algún sábado al mes.Sin embargo yo quería estar en mi casa, sentada en el balcón,leyendo un libro y observando a Marlén. Maldita sea mi vecina,maldita sea su belleza y maldito sea mi corazón que no paraba de latir por ella.
Jamás habíamos intercambiado más palabras que un "hola" y un "adiós" al cruzarnos por la calle. Solo una vez quise robarle una charla trivial quejándome sobre el clima, una mañana que el sol relucía en el cielo y nuestros carritos de compras se habían cruzado en la vereda, sin embargo ella simplemente sonrió con sus malditos y carnosos labios y se fue.
"Seguro es paki" decía Alan repetidas veces para que yo entendiera, pero no estaba muy segura de ello.
La Veía siempre que salía a hacer las compras, la veía en mis paseos con Ralf, mi pastor alemán, por el parque, la veía camino a la biblioteca del Congreso, incluso me pareció verla en La Plata en mi visita a la biblioteca del Museo de Ciencias Naturales.
Es tu mente, nada más. Me repetía a mi misma, debía estar volviéndome loca.

Una mañana de domingo papá se encargó de preparar el desayuno y empezó a los gritos para que todos fuéramos a comer. Cuando llegue a la cocina, él y mamá se reían a carcajadas mientras sostenían sus tazas con una mano y con la otra se acariciaban. Los observé un rato y sentí un poco de envidia, deseaba una vida así con Marlen, lo deseaba con todas mis fuerzas.
-¿Por qué tanta alegría?- pregunté con una sonrisa y me senté con ellos -Es demasiado temprano para reír tanto.
Ambos levantaron sus hombros como señal de que no tenían idea de que se reían y empecé a reír yo también. Rutina, vida aburrida, pero felices al fin y al cabo.

Pasé el transcurso de la tarde encerrada en mi cuarto leyendo un libro sobre mujeres en la cultura Azteca, me causó un poco de gracia ver que las mujeres que llegaban a la menopausia eran consideradas depredadoras sexuales, traté de no indignarme mientras leía sus diversos apodos como "viejas locas de miel"1. Entre tanto mi celular sonó.

Rebelión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora