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―¿Sucede algo? ―la voz de Eleonora me saca de mis pensamientos.

La miro y veo su ceño fruncido, un gesto más parecido a la preocupación que al enojo.

―No ―contesto finalmente―. Ya debo de irme ―añado levantándome de la mesa.

Miro mi desayuno a medio probar y reconozco que tiene razón de estar preocupada. Sin embargo, tengo un enorme nudo en el estómago que impide que coma.

―No comiste nada, crees que así resistirás tu clase de la mañana con el estómago vacío. Leah, tu ritmo de estudio es de por sí bastante acelerado. ¿Seguro que es necesario que tomes clases extra los sábados?

Buena pregunta, aunque no son exactamente clases para mí.

―Tampoco exageres, es sólo que hoy me he levantado sin mucha hambre. Te prometo que comeré algo en la cafetería ―intento explicarme, pero su mirada capciosa me dice que no es la respuesta que esperaba.

―Sé que Albert fue quien firmó ese permiso para esas clases ―dice y yo me exalto un poco. Básicamente me ha descubierto―, pero tranquila, no diré nada a tu padre; pero si no te cuidas y te pasará algo por extralimitarte, lo descubrirá y estaremos en serios problemas ―añade mirándome con más preocupación.

―Gracias, y no pasará nada, y deja de preocuparte. Sabes bien que papá tiene otras prioridades monetarias mucho más importantes que yo y unas clases extras. Finalmente, no le habría importado.

―Leah, él en el fondo te quiere ―aduce y eso me hace reír un poco amargo.

―Solo quiere deshacerse de mí. Eso es lo que mucho que me quiere ―emito con la misma amargura.

―Leah...

Mi nombre queda flotando en el aire, tristemente ella sabe que tengo razón. No sé si me quiere, jamás he visto en su fondo. Simplemente, es algo que Lucius Clark, jamás deja ver. Me levanto de la mesa y me preparo para irme. Voy hasta la cesta de frutas en la barra de la cocina y tomo una manzana verde.

―¿Como sigue Brice? ¿Ayer fuiste a verlo? ―me recuerda la excusa que le di para haber llegado tarde.

Me giro hacia ella sosteniendo la manzana, pensando en que increíblemente es él quien ha creado el nudo gigante en mi estómago. No pude dormir con tantas ideas dando vueltas en mi cabeza. Parecía tan sencillo y tan confuso a la vez que él y yo realmente llegáramos a tener algo. Aunque en el fondo también me resultaba siniestramente atractivo, enfrentar a mi padre y al aprovechado de Bob.

―Está mucho mejor. El lunes volverá a clases.

―Leah, no deberías involucrarte con Brice...

―¿Por qué? ¿Porque mi adorado padre pretende venderme al suyo?

Habría preferido gritar "asqueroso", pero me contengo. Una vez más, ella muestra su cara de pesar. No dice nada más, ambas sabemos que lo que digo es cierto. No puedo afirmar que mi padre jamás me haya tratado mal. No, eso nunca lo ha hecho. Antes de que muriera mi madre era un poco cálido conmigo, y luego de su muerte, se volvió frío como el hielo. Como si yo hubiese tenido la culpa de su muerte, aunque quizás, pudo haber sido así. A partir de allí, eso solo acrecentó en mi interior la sensación de querer deshacerse de mi... y que mejor para él si al final le representa más un beneficio.

―Mejor me voy ―digo saliendo del comedor de la cocina, el lugar donde Ele y yo solemos comer desde siempre. Solo comemos en el principal cuando mi padre tiene importantes cosas que decir. Tomo mis cosas y me apresuro en salir.

En el trayecto hacia la fundación reviso el plan de trabajo. Me siento mal por hacerlo siempre el mismo día de la clase, pero los temas no son tan complicados y se me dan bien. A pesar de que me esté metiendo en un lío con mi padre por hacer esto, en el fondo me satisface poder hacerlo. Al principio era por Nicholas, por tomar cualquier oportunidad de estar cerca de él; sin embargo, ahora que todo se ha torcido y me he dado cuenta de mi estupidez, puedo ver que la razón no es tan frívola cuando hay un bonito objetivo de por medio. El profesor no vendrá, ni creo que lo haga, y por lo menos me pidió que siguiera adelante. De todos modos, no podría verle a la cara...

Sonrío, porque en el fondo me alegraría ver que esos niños consigan su objetivo. Hará que al final, valga toda la pena el sacrificio. Al llegar le pido a Albert que regrese en dos horas, para que me lleve a casa de Brice. Trago grueso. Pensar en lo que le voy a responder me tiene ansiosa, y por extraño que parezca... no me desagrada mucho la idea. Albert asiente y no pregunta, no tengo que explicarle que está secundando mis planes, lo ha hecho desde siempre. Él era el conductor de mamá y luego de su muerte, padre me lo asignó. Me sacudo y bajo del auto. Miro mi reloj y me apresuro, voy a tiempo para prepararlo todo mientras llegan los chicos.

Dos horas después estoy exhausta y famélica por no haber comido más que la manzana en el camino. Los chicos son bastante enérgicos y muy atentos. Todos se despidieron y dieron las gracias al salir. Recojo mis cosas y guardo las primeras pruebas de conocimiento que les hice. Me dispongo a salir; sin embargo, me detengo en seco al encontrarme con el profesor Young esperando en la puerta. Mi respiración se atasca en mi garganta, ¿acaso me estaba esperándome? Bajo mi rostro, miro mis zapatos avergonzada, incapaz de mirarle a la cara. Se supone que no... le vería. Qué vergüenza siento ahora cuando el peso de todos mis actos se asienta gradualmente.

―Hola ―su voz llega profundo en mi cabeza.

―Profesor... ―pronuncio y lo dejó flotar en el aire. De repente no sé qué más debería decir; pero no se aproxima a la respuesta que debo darle a Brice.

―Leah, sé que no debería estar aquí y no es adecuado, pero no pude evitarlo ―exhala hondo al hablar―. Pero, tenemos que hablar.

Eso último que dice me obliga a mirarlo, escucharle fue tan extraño. Los sentimientos encontrados entre la emoción y la frustración de seguro se notan en mi rostro; sin embargo, lo que veo en el suyo me deja atontada. Hace que me olvide de todo lo demás. Al ver que no me muevo hace una seña con algo de desespero para que salga del salón con él, y entretanto yo medito que, si lo sigo, algo va a cambiar.

Me doy cuenta de que es el momento de decidir si dejo todo como está, y en vez de seguir una falsa esperanza me quedo con Brice tomando lo único que puede ser real para mí; pero, la yo que aún está encantada con su tonto enamoramiento adolescente con su profesor, todavía tiene curiosidad.

―Está bien ―digo y le sigo, con el pensamiento persistente en mi cabeza de que quizás me arrepienta.

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Gracias por la paciencia, y gracias por leer!!

Deseándote en silencio✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora