Casualidades

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Casualidades

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Ilusiones reales

Un profundo suspiro dió inconcientemente desde sus pulmones llenándose del delicioso olor a hierba recién cortada. Hacía mucho tiempo no había estado tan en calma como ese día que parecía no iba a tener nada que hacer. 

A lo lejos de aquel valle, que miraba sentada con las piernas cruzadas y un brazo descansando sobre el espaldar de la banca vieja pero aun estable, en los leves relieves que cambiaban la tonalidad del verde, los árboles se balanceaban casi al ritmo de la música en los oídos de Fran, era un vals sin nombre que había encontrado por casualidad la noche anterior mientras recorría páginas en internet sin saber exactamente qué buscaba, solo estaba matando las horas mientras no podía conciliar el sueño.

Había encontrado el ángulo perfecto para tomar una fotografía pero se demoro un poco mientras seguía disfrutando de la vista con todo su cuerpo relajado y una sonrisa suave en sus labios. Las aves volaban libres sobre aquel terreno, subían tan alto que se perdían de vista y luego volvian a bajar planeando, sostenían el aire con las alas tensas hasta llegar a un grupo más grande de aves en el suelo más allá a su izquierda.

Se hubiera quedado allí el resto de la tarde esperando la despedida del sol si no hubiera sentido que su corazón daba un latido más fuerte de lo normal, como si lo hubieran apretado por un segundo; así eran las señales que le indicaban que era hora de trabajar, por llamarlo de alguna manera, más que trabajo era para lo que había sido diseñada, pero no conocía el nombre correcto para referirse a aquello.

Tomó aire fuerte y hondo y lo expulsó mientras se levantaba. Estiró los brazos tan largo como pudo, tomó su cámara y conteniendo un poco la respiración fotografió aquel hermoso paisaje, lo agregaría a la colección sin duda alguna, era muy bello recuerdo aquel momento de calma que este lugar le proporcionaba, lo conservaría como un lugar especial al cual volver cuando necesitara descansar.

Dio media vuelta y comenzó a andar sin prisa pero sin pausa hasta internarse en el bosque por el que había pasado no sabía cuántas horas atrás. Caminó y caminó y al fin pudo ver el pueblo en la base de la montaña. Sabía exactamente a dónde tenía que ir, no necesitaba ningún tipo de indicación aunque no conociera muy bien el lugar.

Las estrechas calles que desembocaban en algunas más grandes, eran adoquinadas y la mayoría de las construcciones eran edificaciones antiguas hechas con piedras, aparentaban ser frías pero sabía muy bien que no lo eran, la madera con la que solían recubrir el interior de aquellos lugares guardaba muy bien el calor, pero aunque era muy apropiado para invierno no se podía decir lo mismo en los días de sol ya que se volvían casi insoportables. Pero eso hacía ya demasiados años, ahora, después de ver pasar tantas generaciones, seguramente tendrían alguna maravillosa tecnología con la cual mejorar aquello. Sí, seguramente.

Volvió a sentir el apretón en el corazón y supo que había llegado. El pequeño callejón apenas estaba iluminado por la luz que alcanzaba a emanar la lámpara diagonal a este, no vio nada pero sí escuchó un suave gemido, dio unos cuantos pasos despacio mientras sus ojos se adaptaban a la poca luz y al fin encontró lo que estaba buscando. 

Al final del callejón, por donde no había otra salida más que por la que acababa de pasar, estaba en la esquina recogido sobre sí haciéndose más pequeño de lo que ya era, un ser tan tierno que daban ganas de abrazarlo para sentir su pelaje en la piel, estaba tembloroso y la luz que irradiaba su cuerpo temblaba con él, ella se acercó un poco más y se acuclilló a su lado, extendió la mano lentamente y lo acarició muy suave para no asustarlo más, igualmente aquel ser se sorprendió tanto que la luz se había convertido en una luminosa llama azul, ella no se inmutó, solo esperó a que se calmara un poco para hablarle.

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