Sweet

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¿También puedes sentir este torbellino dentro de ti? Que desata y golpea con fuerza cada partícula de tu cuerpo, volviéndose casi, casi doloroso. Yo sí, y es algo hermoso.

Mirando por el gran ventanal desde el sofá a tan solo unos metros, escuchaba claramente como la lluvia constantemente golpeaba contra el vidrio.

El vidrio empañado apenas dejaba ver más allá de formas difumadas a través de él.

Se sentía tan frío en el exterior, podía saberlo sin salir a comprobarlo.

Deslizó la pálida mano sobre los cabellos de la persona que estaba recostada en sus piernas, suspiró. Amaba sentirse de esta manera; tan tranquilo. Sin inquietudes, es cuando sabes que tienes todo resuelto. Que puede venir una tempestad y tú sales ileso de cualquier daño ocasionado.

La tranquilidad impagable, aquella que te mantiene en un letargo. Adormecido por lo bien que puede llegar a sentirse.

TaeMin sonrió para sí mismo, estaba casi a oscuras, solamente una pequeña lámpara en la sala alumbraba el espacio, vislumbrando a su alrededor. Dejándole apreciar el perfecto perfil del hombre que amaba.

Choi MinHo era su nombre.

Un metro ochenta y uno de estatura, moreno, bien formado.

Choi MinHo era hermoso.

Él era su esposo.

Choi MinHo era alegre, juguetón sobre todas las cosas, le gustaba ser un mimado. Se enojaba con facilidad, podías notarlo cuando el ceño se le fruncía, cuando la boca era solo una línea recta y sus perfectos ojos grandes se volvían dos esferas duras, que reflejaban todas esas inquietudes que lo llegaban a atormentar.

Choi MinHo era un adulto, especialista en veterinaria. Todos los días iba a su trabajo luego de una mañana llena de besos y arrumacos. TaeMin estaba más que encantado de dárselos.

Cómo no hacerlo.

Choi MinHo era un hombre transparente ante él, algo que le había costado tanto tiempo descifrar de su personalidad. A veces pensaban que lo conocía tan bien que asustaba, se sentía alguna clase de acosador personal. Su sombra, siempre al pendiente de cada mínima cosa.

TaeMin se sentía casi enfermo de amor, un psicópata que necesitaba saber todo de su esposo.

Asustaba sí, incluso a él mismo le daba miedo.

El cuerpo grande sobre sus piernas se removió quedando frente a él.

TaeMin sintió una sacudida en su interior, garras rasgando su abdomen lastimándolo. El dicho "Siento mariposas en la panza" era verdad. Podía dar fe de eso mismo. Pero estas mariposas eran salvajes.

Las entrañas se le apretaron volviéndose un nudo doloroso, exhaló repasando el rostro perfecto de MinHo. Delineo la perfecta nariz, la fina y dura mandíbula, la barbilla. Llegó a sus labios redondos siguiendo la forma de esta, presiono el centro de estos entreabriéndolos solo un poco. Una corriente de aire caliente salió de sus labios. La respiración de MinHo era pausada, tranquila.

MinHo dormía con tranquilidad sobre sus piernas, sin ser consciente que su acosador personal lo miraba sin siquiera pestañear.

¿Hace cuánto conocía a este hermoso hombre?

TaeMin sabía perfectamente, hace siete años que lo había visto por primera vez.

Había sido algo casual, una salida de amigos. Ellos no se conocían, esa misma noche congeniaron muy bien. MinHo era muy divertido y demasiado guapo. Si no hubiera sido muy tímido se hubiera lanzado como un tigre hambriento.

Quedaron como amigos, se vieron otras veces, junto o solos; siempre la pasaban bien.

Los años habían pasado para ambos, ellos nunca dijeron lo que sentían; vaya a saber uno por qué. Pero el destino siempre es incierto, tramposo, sorprendente en la mayoría de los casos. Después de años de no verse se habían reencontrado.

Las cosas habían cambiado, ellos ya no eran los mismos de antes. MinHo no tenía esa aura de playboy alias "Me follo todo lo que tenga un agujero", TaeMin lo noto un poco maduro. Si hacía comparaciones, MinHo parecía buscar algo serio. Deducía, porque la verdad no lo sabía.

TaeMin, bueno él era exactamente el mismo de siempre. Solo que soltero.

Sonrío y suspiro.

El anochecer se hizo presente, no supo en qué momento. Observando el reloj de la pared, bostezo recostando la espalda en el cómodo sofá. Dejó la mano reposada en el abdomen de su esposo, repaso los dedos en la tela mientras lo miraba. Algunos mechones le cubrían el rostro, lo hacían ver como un niño.

Sintió emoción mientras lo miraba, los ojos se le llenaron de lágrimas. Si le decían años atrás que este hermoso hombre, se convertiría en el amor de su vida, no lo hubiera creído. Ellos eran muy diferentes, aunque congeniaban muy bien, sus comportamientos eran totalmente opuestos. La emoción venía de que era tan feliz a su lado, no sabía cómo explicarlo. Incluso pensaba que no tenía alguna explicación lógica.

MinHo lo hacía sentir un millón de cosas. Desde amor puro, hasta ganas de arrancarle las tripas cuando lo hacía enojar.

Era increíble la montaña rusa de sensaciones, de sentimientos. Sentir que en algún punto se ahogaba, explotaba, sentir que ya no podía caber más amor dentro de su cuerpo, pero como sea lograba entrar más amor por su esposo.

Porque lo amaba, como jamás amó a alguien.

MinHo era más que su esposo, era una razón para vivir. Por quien despertar cada mañana, por quién mejorar, por quien sonreír y tratar de borrar los malos hábitos, aunque a veces fallará, lo volvía a intentar. Por él, por MinHo daría cualquier cosa, incluso lo que no fuera posible y no tuviera solución, de algún modo lo lograría.

MinHo era todo, como la tierra firme que lo mantenía en pie. MinHo era agua, aire, sangre, era como un alimento necesario, adicto a esa droga que solo él era capaz de darle. El único capaz de hacer que el sonrojo apareciera en sus mejillas, lo abochornaba, pero TaeMin amaba comportarse de manera infantil con él.

A MinHo le mostró todos sus lados, desde el más despampanante y hermoso, al más horrible y oscuro.

No había secretos, no podría ocultarle nada.

TaeMin sentía que se quemaba, un fuego lo recorría cada vez que MinHo lo tocaba.

Verlo todos los días era felicidad, cada mañana al despertar se convencía que no había nadie más para él.

Estaba completamente enamorado.

— ¿En qué tanto piensas, Baby?

La voz adormilada de MinHo lo desconcentro, le repasó los dedos por esos cabellos revueltos, sonriendo. Lo observo bostezar con pizca de sueño aun, MinHo refregó la mejilla contra su abdomen como un pequeño gatito y se quedó dormido una vez en sus piernas.

Acariciando su mejilla, se agacho a darle un besito en la coronilla abrazándolo.

— En ti.

Susurro dejándolo protegido en sus brazos.

Choi MinHo.

Era MinHo, sencillamente MinHo. Era doctor Choi en traje, Choi MinHo cuando firmaba, pero entre sus brazos era siempre Keroro.


🐸💗🍄

Sí, lo último hace referencia a Lolita, LOL. 

Es cortito, pero espero lo hayan disfrutado.

Tengo un millon de cosas pendientes, pero me falta tiempo :( .

Esperen por ellas ¿? 

XOXO

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