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—Woojin-ah, ¿me escuchaste?

La voz de Minho lo distrajo de aquellos ojos oscuros penetrantes a los que había estado observando la última media hora. El muchacho a su lado bailaba frenéticamente al compás de la música con el vaso de cerveza agarrado fuertemente y a su lado un rubio de sonrisa perturbadora lo observaba embelesado.

—Ahora no —murmuró Woojin, no importándole que no lo hubiera escuchado entre la estridente música.

Sus pasos se dirigieron a la barra intentando evitar a las personas bailando a su alrededor. Esa noche el local estaba lleno; pues, claro, era el último viernes del mes, día de parranda para la mayoría, incluyendo a su mejor amigo Minho. No para él, la verdad es que nunca lo fue para él. Había sido un día agotador, mejor dicho la semana, no... el año completo. Eran la una de la mañana, pero la fiesta parecía estar en su mejor momento. Woojin se mantuvo mirando el vaso de cerveza con el que jugaba entre sus manos y dio un suspiro.

—¿Por qué tan solo? —dijo una voz en su oído, un susurro que le erizó cada bello de su cuerpo.

Al momento en que se volteó a observar a su acompañante intentó mantener una expresión serena y desinteresada en su rostro. Un chico de unos 20 años, cabello rubio y sonrisa brillante se sentaba en el taburete a su lado.

Sólo lo observó y guardó silencio mientras el muchacho le quitaba el vaso de los dedos y daba un sorbo al líquido en él. Sus ojos nunca se despegaron de los suyos, una mirada que transmitía tanto, pero que a la vez se le hacía indescifrable.

A los minutos de haber llegado, lo había visto; conversaba en una esquina con un muchacho que parecía más alto que él. Su sonrisa era radiante mientras le contaba quién sabe qué historia que hacía que sus ojos desaparecieran a causa de sus mejillas. Entonces el muchacho giró en su dirección y sus ojos se clavaron sobre él.

Los siguientes minutos Woojin se sintió vigilado, pensando que sólo eran sus cavilaciones y la paranoia que lo asechaba, pero Minho lo había corroborado minutos después molestándolo; su amigo tenía aquella costumbre de molestarlo con cualquiera que lo mirara por al menos un segundo. La vida de Woojin era tan aburrida, que era lo más cercano que estaría a cualquier relación amorosa decía Minho en aquellas tardes mientras daban vueltas en el centro de Seúl. Había tardado dos horas implorándole para que saliera de su departamento a aquella disco; pisó el lugar en cuanto este había jurado que no lo molestaría más con ninguna otra salida, sólo entonces aceptó.

La mano del chico los sacó de sus pensamientos, era suave, pero fuerte mientras sujetaba la suya propia. Lo miraba con una sonrisa diferente a la que le había observado antes. Era... un poco tímida a decir verdad.

—En realidad es la primera vez que vengo aquí —soltó acercándose un poco más ya que la música había subido con alguna canción electrónica.

—Yo también —respondió vagamente.

El muchacho volvió a sonreír comprensivo. Sus manos seguían unidas y el chico lo notó retirando la suya rápidamente. Woojin quiso decirle que no lo hiciera, pero para ser honesto, era un manojo de nervios que le impedía pensar en algo inteligente que decir... y su rostro tampoco ayudaba para nada; parecía que su compañía no le agradaba, pero era lo contrario.

—¿En qué pensabas? —preguntó el chico a su lado temerosamente—. Si no es molestia, claro —agregó riendo nervioso.

Mientras lo había mirado bailando pensó que era más atrevido; sus pasos de baile y la forma en que se mezclaba con la música hacían pensar que no era el mismo muchacho que se achicaba cada vez más en su asiento. Woojin estaba dando la impresión equivocada otra vez.

Run away with me ▶ Woochan (Stray Kids)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora