Cuenta tu batalla cuando seas fuerte para no ser víctima de tu propio ser

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Narra Enrique.- Desperté aquel día algo confundido, no sabía qué era lo que estaba sucediendo, mi esposa ya no estaba y en su lugar se encontraba una carta escrita por ella la cual decía que no era feliz, que buscara la felicidad de nuestra hija y que también buscara la mía.

Me quede por un momento sentado en la cama pensando que era lo que ocurría cuando Carmen comenzó a llorar, corrí a cargarla para que se tranquilizara, de ahora en adelante cuidaría yo solo de ella.

-te vez preocupado- me dijo Felicitas, aquella señora que nos había dado alojo en su casa por unos días.

-así es, tan solo se fue- le dije mientras sostenía a Carmen con su biberón para que dejara de llorar.

-Cuéntame… ¿Qué es lo que ha sucedido? ¿Ella se ha marchado no es así?- me pregunto felicitas mientras jalaba una silla para sentarse cerca de mi

-Lamentablemente ella se ha ido y me ha dejado solo con nuestra pequeña hija, ella me escribió que no era feliz a mi lado y que buscaría la felicidad, que desgracia la mía, estoy solo y sin trabajo, no sé qué haré, soy el hombre más desafortunado de este planeta- dije mientras le entregaba la carta que María me había escrito antes de marcharse.

-no es necesario que me la muestres y pues tú no estás tan mal, todas aquellas personas que se quedaron en la guerra, allá en España están peor que tu- respondió.

- lo sé pero no han sido abandonados a su suerte con una bebe de apenas un mes de nacida- dije algo enojado.

- pues tal vez si y sin embargo han sacado a sus hijos a delante y si no me crees pues veme a mí, yo he sacado a delante a mis hijos sin ayuda de nadie, aprendía a cocinar y pronto comencé a trabajar para los gobernadores y veme ahora, por lo menos tengo un techo que me cubra y una cama donde dormir todas las noches- me dijo aquella señora.

-si no le incomoda, ¿Qué es lo que ha pasado con su marido?- pregunté curioso.

-me ha dejado, y no fue nada fácil al principio, pues mejor te contare mi historia, eso servirá a que nos conozcamos mejor aunque nos llevara un tiempo, así que siéntate y presta atención- dijo Felicitas.

Tiempo atrás, antes de venirme a vivir para acá, cuando aún vivía en mi tierra natal, me enamore de una hombre, el era chaparro, moreno y gordo con una barba larga y un bigote negro, negro, tan negro como el petróleo, lo conocí en un bar donde los hombres solían ir a apostar, yo trabajaba ahí día y noche, tan solo tenía quince años cuando comencé a trabajar en aquel lugar para ayudar a mis padres a solventar los gastos de la casa, desde aquel tiempo como hasta ahora lo ha sido, la educación no era para campesinos y gente humilde, es y era para millonarios, aquellos que realmente tenían dinero para poder pagar un lujo como ese.

Un día llegue al bar a trabajar como lo hacía normalmente todos los días, casi siempre iban las mismas personas a apostar, hasta que aquel día el entro, luciendo una camisa blanca e impecable, sus pantalones ajustados y con un maletín de cuero negro, se sentó en la barra y me preguntó.- ¿Dónde se hacen las apuestas?-. Yo me quede hipnotizada con su sonrisa tan blanca como su camisa y sus brillantes ojos tal cual lucero.

-¿entonces me podrías decir donde hacen apuestas?- me volvió a preguntar

-oh si, disculpa, es por allá- le dije señalando el lugar que me pedía

-Muchas gracias… perdón, ¿Cuál es tu nombre?- me pregunto sonriendo

-Felicitas- le respondí devolviéndole la sonrisa

-lindo nombre al igual que tu sonrisa- me dijo antes de marcharse.

-antes de que te vayas- lo detuve

Cuando brillan las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora