5. INVESTIGACIÓN

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Me encontraba en el espacioso comedor de una casa antigua. Por los grandes ventanales entraba la luz del mediodía e iluminaba la estancia. Una mesa de madera oscura dominaba la habitación, rodeada de un nombroso número de sillas igual de hermosas y antiguas. En un rincón de la habitación había un espejo, donde me vi reflejada. Llevaba el pelo recogido hacia atrás y unos pequeños pendientes adornados con una joya brillante. Mis hombros estaban cubiertos por una fina tela de color escarlata a modo de chal, sujeto en el pecho con un broche dorado. Debajo, llevaba un vestido que llegaba hasta el suelo, del mismo color que el chal, que cubría el resto de mi cuerpo.

Entonces lo entendí. Estaba en mi casa, la casa en la que había vivido por tantos años en Londres con él. Subí las escaleras hacia el piso de arriba casi inconscientemente. Todo estaba exactamente como lo recordaba, sólo que estaba vacío, no había nadie. Cuando yo vivía ahí la casa siempre estaba llena de personas del servicio, doncellas y lavanderas que se movían por los pasillos. Ahora estaba desierta.

Abrí una de las puertas del corredor poco a poco. Entré en mi antigua habitación e intenté vaciar mi mente de recuerdos, pero me fue imposible. Esas paredes habían sido testigos de mis alegrías y mis penas, de mis risas y mis llantos. Habían presenciado ilusiones, suspiros y lágrimas a través de las décadas en las que esa casa había sido mi hogar. Sacudí la cabeza y me acerqué al alféizar de la ventana. Miré el jardín, donde las ramas de los árboles se movían al ritmo de una música que yo no oía. El viento suave acarició mi piel cuando abrí el cerrojo que la mantenía cerrada.

Un ruido en la puerta me sobresaltó. Salí de mis pensamientos y me giré con precaución porque no sabía si aun conservaba mi vampirismo en ese mundo, que me permitía defenderme. Me preparé para lo peor pero lo que vi me clavó en el suelo. Era él, sonriéndome desde el umbral de la puerta. Sus labios se curvaron en una sonrisa y yo no pude evitar sonrojarme, como siempre lo hacía. << Princesa >> susurró y yo probé de acercarme a él, pero no podía moverme. De repente la suave brisa que entraba por la ventana se convirtió en un viento gélido. El cielo se oscureció y el silencio que envolvía la casa se hizo más profundo. Vi como él se alejaba decepcionado y yo intenté con todas mis fuerzas moverme, ir tras él para decirle que no lo había olvidado pero era imposible, un potente hechizo me mantenía clavada en el suelo, inmóvil. Grité y mi voz resonó en el aire pero nadie respondió. Y, al borde de la desesperación, caí al suelo inconsciente.

Lizzie abrió los ojos, sobresaltada. Tardó un par de minutos en darse cuenta de que todo había sido un sueño. Cuando por fin se dio cuenta de que estaba sana y salva en su habitación en Mystic Falls, se calmó. Intentó volver a dormir, pero le fue imposible. Sin salir de la cama, la vampira cogió uno de los libros en su mesita de noche y leyó hasta que salió el sol.

Lizzie decidió que investigaría un poco sobre los hechos ocurridos el día anterior con el Salvatore mayor. Claramente había sido obligado a escribir esa nota y a no escaparse, aunque eso último no era muy necesario porque cuando lo encontraron su cuerpo estaba lleno de verbena. Sólo había un tipo de vampiros tenían la capacidad de obligar a otros: los vampiros originales, los hermanos más antiguos de la historia sobrenatural.

Se arregló rápidamente y salió a la calle. El sol brillaba y en el cielo no había nubes. La gente hablaba animadamente a su alrededor y una brisa fresca revolvía los mechones dorados de Lizzie. Un golpe de viento alzó su falda y ella la sujetó hacia abajo con una sonrisa. Al final el buen tiempo de primavera la había puesto de buen humor.

La vampira entró en el Mystic Grill, el lugar donde el día anterior tenía que reunirse con Damon. Suponía que el original había puesto eso en la nota para que se diera cuenta de que algo andaba mal demasiado tarde, así que fue al bar para intentar descubrir algo de su misterioso atacante. Se dirigió a uno de los camareros que atendía las mesas.

- Buenos días. ¿Puedes decirme quién estaba a cargo ayer?

El chico asintió y señaló detrás de la barra.

- ¡Matt! - gritó y el chico de ojos azules se giró en su dirección - Ahí lo tienes - le dijo y se fue con la bandeja bajo su brazo.

- Lizzie, ¿verdad? Caroline me ha hablado de ti - habló Matt y ella asintió - ¿Qué quieres?

- Quería saber si ayer viste a alguien nuevo por aquí, un desconocido.

- ¿Un desconocido? Creo que no, ¿por qué?

- Necesito la información, Matt. Intenta recordar - insistió Lizzie.

- Lo siento, no me acuerdo de nada. Tengo la noche un poco confusa.

- ¿Estuviste bebiendo? Genial - murmuró por lo bajo pero volvió a alzar la mirada cuando el camarero habló de nuevo.

- No bebí, estaba trabajando. Pero hay partes de la noche que no recuerdo.

<< Entonces sí que alguien estuvo aquí ayer >> pensó Lizzie.

Cogió al rubio por el brazo y empezó a caminar, arrastrando al chico consigo. Salió del local y se paró en un callejón. Comprobó que no hubiese nadie mirando y fijó su mirada en los ojos azules de chico.

- Vamos a intentar que recuerdes.

Al cabo de un rato de intentar deshacer la obligación de olvidar algunos hechos del día anterior, Lizzie se rindió y mandó a Matt de vuelta al Mystic Grill. Desanimada, volvió a entrar en el bar pero pronto de arrepintió de haberlo hecho. Los hermanos Gilbert, Elena y Jeremy, se encontraban en una de las mesas hablando con Bonnie, la bruja. Los ignoró y pidió su bebida de siempre.

- Nadie debería permitir beber sola a una señorita - dijo Damon detrás de la rubia y esta se giró con una sonrisa en los labios. Había extrañado al pelinegro.

- Entonces acompáñame - le retó y él se sentó a su lado.

- ¿Qué haces aquí?

- ¿Una señorita no puede beber en un bar porqué si? - le respondió Lizzie, copiando sus palabras.

Damon rió y los dos bebieron de su vaso.

La Otra Mikaelson ~ Elijah MikaelsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora