Capítulo Uno

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                                                                     CAPÍTULO UNO

Los días en Vicenza por ésta época del año eran muy helados. Por éstas horas no circulaba nadie más que ancianos regando las flores de sus jardines y los dueños de los pequeños locales abriendo sus puertas a la clientela. Eran exactamente las 6 Am. ¿Qué hacía despierta un sábado a las 6 Am? Observaba. Era una de mis actividades favoritas. Observar lo que me rodea. Observaba a las personas. Los pequeños locales, panaderías que relucían sus más deliciosas artesanías, tiendas de ropa hecha a mano, cafeterías que abrían sus puertas para poder disfrutar un buen desayuno o un buen café caliente que no viene mal con los fríos del invierno. Podía observar las flores, casi inexistentes en esta época del año. Las hojas de los árboles ya no existían, solo eran ramas, secas y sin vida. Me encantaba sentada en una de las pequeñas sillas que tenía mi balcón. Y observaba, sin prisas, todo lo que me rodeaba. Sentí un ruido proveniente de adentro de mi habitación, pero no le di importancia. De repente siento que alguien se sienta a mi lado, en la otra silla de madera blanca como la nieve que comenzaba a caer. Giré mi cabeza y fue como ver un espejo. Ella observaba, como yo hace unos segundos, todo el panorama de Vicenza por la mañana. Mi igual, mi mitad, mi gemela. Exra se encontraba recargada en la silla y posó su mirada color miel en mi. 

- Buenos días. -Dijo cálidamente, cosa que parecía imposible con el viento frío que nos azotaba.-

- Buenos días. -Le respondí de igual forma, girando mi vista hacia las colinas del fondo.-

Ninguna dijo más, no era necesario, sabíamos exactamente lo que pensaba la otra. "Debemos ir a comprar donas para acompañar el desayuno" "La panadería de Lucciano ya debe estar abierta" "Vamos". Y como telepáticamente, ambas nos paramos, tomamos nuestros abrigos y nos dispusimos a bajar las escaleras hacia la puerta de calle, la cual estaba cerrada. Al abrirla, salimos a la fría Vicenza. Caminamos por la pasarela de pieda, un pequeño camino que conducía a una pequeña cerca de madera, la cual tenía una puertilla. Abrí ésta y una vez hubiésemos salido, la volví a cerrar. Nos dirigimos silenciosamente, yo iba del lado que daba a la carretera y Exra a mi lado. Las personas que no nos conocían nos miraban asombrados, ¿Nunca habían visto gemelas en su vida? Es decir, no es como si nos faltase un pie o un brazo. Simplemente somos idénticas, iguales. Entramos a la panadería de Lucciano, un señor ya en sus años dorados, pelo blanco por las canas, regordete y bonachón. Traía siempre un delantal algo raído por los años color rojo carmín. Al vernos, sonrió complacido de encontrarnos en su pequeña pero muy acogedora panadería. Se encontraba acomodando algunos pasteles en la vitrina de exhibición.

- En un momento las atiendo niñas. -Dijo mientas se subía a un viejo taburete de madera gastada, colocando el último pastel. Lucciano siempre nos había dicho "niñas", aunque en estos momentos tuviésemos 20 años ambas. Exra era la mayor, por diferencia de minutos, pero lo era, y vivía feliz con eso y ella también. Nunca había existido ninguna rivalidad entre nosotras, de ningún tipo. Todo lo que hacíamos lo hacíamos juntas. Compartíamos ropa, amigos, vida. No podíamos permanecer mucho tiempo sin la otra, y su compañía para mi lo era todo.-

- No se apure Lucciano, tenemos tiempo de sobra. -Habló Exra, quien se encontraba mirando los bollos y panes del mostrador, oliendo ese olor a pan recién horneado. -

Lucciano bajó del taburete y se sacudió las manos. - Muy bien mis pequeñas, ¿Qué desean el día de hoy? He preparado tus roscas de canela Marzia. - Yo desconcentrada le miré y asentí. Mire a mi hermana y ella asintió.

- Envuélveme unas cuantas, las llevaremos para el desayuno.-

- Como desees princesa.- Al terminar esto volvió a la cocina a envolver nuestro pedido.-

- ¿Crees que se hayan despertado nuestros padres?.- Pregunté, a lo que Exra me sonrió.-

- Tenemos 20 años, confían en nosotras.- Dijo y se dio media vuelta para ver los cuadros de la pared que tantas veces habíamos visto antes.-

Al cabo de unos minutos llegó Lucciano con una bolsa con un delicioso olor a canela. 

- Va por cuenta mía.- Nos sonrió el anciano, entregándome la bolsa.-

- Como cree que dejaremos que nos regale el desayuno siempre, Lucciano, no tenemos la cara.- Dijo Exra mientras dejaba la bolsa a un lado, quitándomela.-

- Saben que son como mis nietas y mírense nada más, necesitan comer , ya están muy esqueléticas.-

- Nuestro peso está bien, Lucciano, pero no dejaré que nos lo regale otra vez.- Pronuncié.-

- Anden, se les hará tarde para el desayuno, vayan.- Nos dijo, haciéndonos señas con las manos en plan "Largo".

Sonreímos y tomé la bolsa. Le dimos un abrazo a Lucciano y nos encaminamos a nuestra casa. Repetimos el proceso de la mañana, entrando a nuestro hogar. Allí, en el sofá de la sala de estar, se encontraba nuestro padre leyendo el periódico que había llegado ésta mañana, con una taza de té verde. Al vernos sonrió y nos susurró un "Buenos Días" A lo que respondí levantando la bolsa en señal de que era hora de desayunar. 

Nos sentamos a la mesa. Mi madre no bajaba aún puesto que este último mes se encontraba delicada de salud y preferíamos dejarla descansar. Hablábamos de temas variados, como siempre, nunca teníamos un tema fijo. Mi padre nos contaba como iba su trabajo y que estaba consiguiendo increíbles oportunidades. Nos alegramos por él, siempre había sido un hombre honrado y había trabajado toda su vida para darnos todo lo que necesitáramos y más, le estábamos muy agradecidas. Iba por mi segunda rosquita cuando la puerta sonó escandalosamente. 

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⏰ Última actualización: Jun 11, 2014 ⏰

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