1. Ciego

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Ellos eran muy unidos, se complementaban de una buena manera: Muerte le contaba sus historias cambiando algunos detalles y eliminando otros, esto para no asustar a su amigo. Oliver se limitaba a hacer preguntas.

Esta amistad se podía llevar a cabo solo porque Oliver era ciego, y no podía notar que la Parca en persona conversaba con el más tiempo de lo normal, aunque, Muerte siempre pensaba que no se veía tan mal como en los cuentos de niños, el parecía un chico normal con algunos detalles de por medio, como que tenía un ojo completamente negro y otro verde, el cabello castaño pero con mechas doradas (sería normal si estás no irradiaran luz) y una piel muy pálida.  Todo esto formaría a un adolescente con una genética muy extraña.

Sin embargo, la razón principal de que fueran amigos, era que los dos se encontraban algo solos, y Muerte por ser tímido jamás se le hubiera acercado a alguien que lo pudiera ver.

-El otro día hice uno de mis viajes-dijo Muerte.

-¿por trabajo otra vez?- pregunto Oliver.

-Si, fui al Gran Cañón. Me dio lastima, era una joven, la tiré por el acantilado- dijo sin darse cuenta de lo que había revelado.

-¿Que dijis... -fue interrumpido.

-¡quise decir! Le tomé algunas fotos en el acantilado, era modelo, pero me da lastima, es que estaba muy sola, tenía depresión- dijo recordando lo sucedido y en un leve susurro expresó- fue suicidio.

-Tu... siempre te preocupas tanto por los demás- No se había dado cuenta de lo último que Muerte dijo.



Llegaron a casa de Oliver y se despidieron. Muerte se inclinó para abrazar a Dante el Inuadogo: esto es una especie de acompañante que le regaló a su amigo para poder guiarse, pues era ciego y necesitaba ayuda; lo extraño es que estos animales no pueden interactuar con las personas normales porque son propiedad de Muerte pero con Oliver era diferente. Son una especie de perro ayudante, su principal trabajo es matar a quien corresponda y hacerle las cosas más ligeras a su amo, pues hay mucha gente en el mundo.



Ese día Muerte llegó a su hogar, lejos, donde la luna y el sol chocan y forman el atardecer, allí entre las montañas que nunca habían sido descubiertas por los mortales. Llegó, cansado pero con una sensación cálida en su estómago, provocada por la compañía de su amigo. Aveces la soledad podía volverlo un poco loco, pero Oliver, el era una medicina para la locura.

-Buenas noches- dijo en la oscuridad. Un ladrido le respondió de fondo.

Aunque el sabía que no necesitaba dormir, la Muerte no tiene necesidades humanas.

La Vida de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora