—...Y el planeta Valiru fue el último colonizado por el humano. Nuestro actual planeta. Ehm..., sí. Después de esta introducción podemos pasar a la exposición de arte. Bienvenidos al museo Gramli. Acompañadme.
Minerva bufó a escondidas. Era la tercera vez que la llevaban de excursión al mismo Museo y en todas ellas tuvo que tragarse el mismo tostón contado por la misma persona, que aún tenía que leer de un papel para saber lo que decir. Por no olvidar la insultante obviedad que incluía en el discurso. ¿Acaso la trataban por tonta? Pues claro que sabía en qué planeta estaba, quien no lo supiera a estas alturas debería considerar el ir a un colegio de retrasados.
La masa de alumnos se desplazó junto al guía del museo, pero ella se quedó atrás por un momento. La aburrida introducción que tenía que aguantar era como un nudo al comer que podría bajarse fácil con agua. Para ella, el agua era el mismo museo Gramli.
Era la tercera vez, correcto. Pero adoraba estar allí como ninguno de los demás alumnos de su estúpida clase.
Apartó su pelo rizado por detrás de sus orejas y levantó la cabeza para observar la enorme lámpara colgante que caía del casi infinito techo, compuesta por cristales en forma de lágrimas. Si se fijaba conseguiría ver su reflejo. Pero ella evitó hacerlo, no le gustaba como la hacía parecer: más pequeña aún de lo que era.
Realmente no le gustaba su clase, en parte porque parecían burros montando jaleo con cualquier mosca que pasara. Pero en mayor medida porque tenía que hacerse hueco entre ellos para poder ver algo que le interesase, aunque su cuerpo delgado le permitiese escurrirse con facilidad.
Aún tenía en la mano el folleto, con el mapa del recorrido, que repartió el guía.
—Esta vez iré sola. —Lo miró con desgana antes de arrugarlo e introducirlo en la papelera más próxima.
—Seleccione modalidad —reprodujo la papelera con tono robótico.
—Cualquier cosa será más útil —conestó Minerva al seleccionar uno de los botones del panel táctil.
Al instante la papelera absorbió el folleto y lo recicló en forma de folio en blanco. Minerva lo dejó en la rejilla de recogida.
—Gracias por cuidar del planeta —dijo la papelera en última instancia.
Minerva se giró desinteresada y entró en uno de los pasillos alternativos. Este era un tanto opaco, con cierta insonoridad, y eso le encantaba. La hacía sentir aislada y a la vez segura con sus propios pensamientos.
Al cruzarlo, no tardó en reconocer la nueva sala. Arte abstracto, su favorito.
—Veamos que tenemos por aquí hoy —se dijo, acostumbrada a hablar sola.
No era la única en aquella sala, algunos más paseaban ojeando tanto los cuadros como las esculturas. Aunque ella era la que más destacaba.
A pesar de ser bajita, andaba como si estuviera pisando hormigas a su paso. Su pelo rojo y rizado le colgaba hasta la parte baja de su espalda e iba marcando ondas sobre ella. Se veía especialmente rojo aquel día, diferenciándose incluso de la luz salmón que caía sobre la sala.
—Hum... "Tristeza" de Brahmera Junial —caviló frente a una extraña escultura.
Levantó su dedo índice. En su punta había un dedal metálico cuanto menos curioso.
—Dime Lopus, basándote en mis gustos, ¿qué puntuación le das a este? —le dijo al dedal.
Se escuchó una voz provenir de él, tosiendo como si quisiera aclararse.
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Rhandalf | Dragonblood
FantasíaMi participación en "libro de DINÁMICAS". Sección proporcionada por el perfil DragonbloodLeague, liga de la que formo parte. "We make fantasy real".