Mis dedos acarician las teclas del piano electrónico que se encuentra en la sala de música.
El lápiz se tambalea entre mis labios.
Lo saco de ese lugar y deslizo la punta sobre el papel, haciendo caso a mi mente y escribiendo con rapidez mis ideas.
He empezado a componer una canción.
Y tengo demasiados sentimientos que expresar, y pocas palabras para hacerlo.
Cierro los ojos y me dejo llevar por el sonido que inunda mi cabeza, producido por mis manos al golpear las teclas del piano.