El salón amarillo

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“Yo ya era así antes de que tú llegarás, caminaba por las
mismas calles y comía las
mismas cosas. Incluso antes de que llegaras yo ya vivía
enamorado de ti y a veces, no
pocas, te extrañaba como si
supiera que me hacías falta”.

(Julio Cortázar)


1

Había tocado un día de verano cuando se internaba en la casa de sus padres. Su fachada era buena, a comparación de la que tenía a la edad de quince años.

El automóvil se quedó atrancado en la cochera, y sus libros pasaron la misma suerte. A tientas, con los pies cansados y llenos de dolor, tomó asiento en la habitación que creía nunca regresar. Las cortinas estaban abiertas, y el ligero resoplido del viento logró robar un suspiró a la boca de un joven peliverde. El saco obscuro fue colgado en el perchero, y los zapatos costosos cayeron a un rincón. Después, deshizo el nudo de su corbata, y se quitó la camisa para quedarse con el tórax desnudo y el cuerpo quebrado de cansancio. Más tarde escucho un sonido, pero no hizo caso, sin embargo, luego de unos minutos escuchó el llamado de su novia que gritaba con voz chillona e insoportable ¿Pero que se le podía hacer? ¿Acaso sería capaz de tirarla por la ventana?

La chica llegó con una sonrisa, y sus finos cabellos cortos le tocaban las mejillas rosas. Se acomodó los anteojos rojos y luego se tumbo a su lado. Él joven gruño molesto, pero la dejó estar.

—En cuanto tu madre me dijo que habías vuelto, llegue lo más rápido que pude para poder verte. No sabes cuanto te extrañe, Zoro —dijo la chica, feliz de estar a su lado.

Roronoa frunció el ceño, pero inmediatamente sintió el beso acalorado de la chica.

Ella era la chica de su vida, mas no él hombre de su sueños.

Tashigi se alojó entre sus brazos, mientras olía el delicioso perfume de su prometido. Porque era así. Pronto se convertiría en su esposa. Por otra parte, Zoro se acostumbró a su presencia, sintiendo una profunda tranquilidad de volverlo a ver.

💞

Unos finos hoyuelos se marcaron en sus mejillas, y su cabeza descansaba en las piernas de su adorado cocinero. La comida le llegaba a la boca. Unos cuantos granos de arroz caían en su barbilla, y el sol brillaba intensamente en esa mañana de marzo. Zoro se acomodó mejor a su lado, para después sonreír a su pareja; Sanji Vinsmoke.

Eres un idiota marimo, ni siquiera puedes comer bien —replicó el pequeño rubio, quitando lentamente los restos de la comida —¿Ah? Si tu eres el tonto cejillas que me la esta dando mal, porque yo si puedo comer como se debe —exclamó el contrario, levantándose de un salto.

Sanji se echó a reír.

¡Ay cabeza de musgo, no aguantas ni una broma! No se como un chico tan guapo como yo puede ser tu novio. Pero no importa, ya nada se puede hacer -replicó, apartándose.

Pues te jodes maldito cejas barbudas, porque tú eres mío.

En ese instante, las mejillas de Sanji tomaron un color rojo, expandiéndose hasta las orejas. Sabía que eso era demasiado para su corazón. Zoro entendió la indirecta, aquello era muy vergonzoso para los dos, y lo era más si siendo pareja nunca se habían besado. Solo tenían el contacto al tomarse de las manos, sin embargo, ellos querían algo más.

Cuando te encuentre (zosan) [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora