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Reto #2





Rastros de lágrimas secas decoraban sus mejillas. La pegajosa piel perlada le hervía en confusión, sin una sola marca de guerra, perfecto lienzo sin heridas, casi fascinante. Un ser de ensueño cotizado por su exorbitante extrañeza, como si diferir de lo cotidiano lo hiciese tan perturbante como encantador.

Su respiración era lenta, casi tanto como su jaula al moverse monótona tras el resto. Su tobillo ya no dolía, hacía ya meses que su extensión se había enervado y aquel oxidado grillete se le había vuelto una segunda piel, el sonido de las cadenas al contonearse seductoras le arrullaba cada noche. Tan normal era para XIU el cautiverio que incluso pasar más de dos horas fuera de los barrotes le ponía los nervios de punta.

Esa era su zona, el estado de comodidad tan rutinario que dejó de ser consciente que había vivido muchos más. Siquiera extrañaba dormir en un cálido colchón, quizá el hecho de que no recuerde aquella sensación le hacía perder la añoranza de lo que para los ojos de cualquiera serían necesidades primordiales.

Comer, dormir, impresionar.

Habiendo nacido bajo una carpa, esas tres palabras eran su única meta de cada día. De madre bailarina y de padre proveniente de una raza extinta. XIU, cómo lo había bautizado el showman en su debut, dejó de ser un simple niño que corría tras las faldas de su madre en el momento que su padre murió en su jaula, una madrugada de febrero al sur de Rusia, el frío le caló hasta arrebatarle la última esencia de vitalidad al haber sido olvidado en un rincón del amontonado de jaulas. Fue por un descuido del encargado que, al no cubrir al ser, éste pasó a ser sólo un misereo recuerdo de quienes habían ido a esa especie de espectáculo circense. Padeció en el olvido, siquiera aferrándose a la memoria de su hijo, quien apenas y era consciente que una vez tuvo familia.

Quizá por que su madre siempre lo mantuvo oculto cuando ella no estuviese cerca fue que la privación de la libertad la sentía cual manto materno. Quizá por ello cuando fue enjaulado y separado de ella sólo lloró dos días.

"Volverá por mi" se mantuvo firme a creer.

No supo en que momento dejó de esperar que llegara, tampoco sabe cuando fue que comenzó a enamorarse de la soledad.











Al único empleado del show al que no se le permitía estar expuesto fuera de función era a XIU, pues entre tanta verborrea del showman para crear suspenso, terminó por hacerle creer a todos que, de estar en la luz del sol su piel se marchitaría a cenizas. Podría parecer tonto pero incluso el mismo XIU terminó por creer aquella falacia.

Aquel que se auto denominaba abominación cedió su libertad por miedo a un mundo el cual jamás conoció.   

—No deberías dejar que te traten así —. Exclamó Sehun, pasando el plato con comida por la rejilla de alimento. —tu no eres ningún monstruo.

Acarició con parsimonia las hebras azul obscuro del blanquecino ser enjaulado, XIU no podía ser más feliz. El único en toda la franquicia circense que se atrevía a tocarlo era aquel chico, a quien hace algunos años se le había concedido el título de "domador". Reduciendo su estatus al mismo rango que el de un león, compartiendo a su domador con tres de aquellos felinos.

¿Qué si era egoísta? Sin duda. Quería que el joven fuese sólo de él. Le encantaba que este pasara los dedos por su ondulado cabello entre los barrotes cada vez que le alimentaba o que le hablara con tanto fervor como si fuese a responderle. Amaba su voz, su bello rostro. Adoraba con devoción que este le dedicara minutos de su tiempo cada noche, sin falta.

Tan rutinario como el resto de su vida y vaya que se había encaprichado con el rubio.

—¿Sabes hablar? —. No era la primera vez que preguntaba aquello. —¿Puedes entender lo que digo?

XIUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora