La Velada:
Un sábado por la noche. Podría haber estado alistándose con su novio para ir a algún antro y relajarse un momento olvidando por unas horas la vida que llevaban.
Incluso había hasta pensado en fugarse al mar con él, con el hombre con quién llevaba ya cinco años de relación.
Sin embargo, estaba en un lujoso restorán, frente a una hermosa mesa circular adornada para una ocasión especial, y con los nervios comiéndoselo vivo, mientras que debajo de su traje, su cuerpo sudaba levemente.
El hombre llevaba un elegante traje negro, con adornos dorados en las mangas al igual que los botines que había tanto en ellas como en el pecho del abrigo.
Era un hombre alto, de rubios cabellos, y rapado en la parte de la nuca. Pobladas cejas y hermosos ojos azúl turquesa, se podría decir que casi iguales a los del hombre que estaba junto el.
—No tienes de qué preocuparte— decía aquél hombre —Todo irá muy bien—
El hombre lucía ya bastante mayor, pero conservaba de algún modo el encanto qué debió tener durante su juventud. Su cabellos en el pasado rubio, era ahora platinado al igual que la barba y bigote que poseía.
Unas gafas se sostenían de la nariz de aquél hombre, que miraba la carta que había sobe la mesa, observado el menú que ofrecía el recinto.
—¿Puedo tomar sus ordenes caballeros?—
El mesero del lujoso restorán los atendió. Iba de negro, y sobre su pecho una insignia con dos rosas y anotó en su libreta el pedido de sus clientes.
—Hay algo que debo decirte padre, es respecto a…—
Guardó silencio al ver que su padre atendía el móvil que sonaba entre sus ropas.
Se cruzó de brazos al ver que tendría que esperar, pues su padre era un hombre muy solicitado. Era profesor de la universidad de Sina, daba clases de historia.
Pasado unos minutos, aquél hombre guardó su móvil una vez más y dirigió su mirada a su hijo.
—Por supuesto, dime que es—
—Es sobre esta repentina cena qué haz organizado ¿Estas seguro de esto?—
—¿Qué pasa Erwin? —
—Pues veras…
Pero se vio interrumpido con la aparición de tres personas. Dos hombres y una mujer.
—Buenas noches— saludo la mujer, y rápidamente tanto el hombre llamado Erwin como su compañero se levantaron para dar la bienvenida a sus invitados.
—Mi nombre es Kuchel Akerman y estos apuestos caballeros que me acompañan, son Levi Akerman mi hijo, y Kenny Akerman, mi hermano
—Encantado de conocerla Sra. Akerman— contestaba el mayor besando la mano de aquella extravagante y hermosa mujer.
Iba vestida con un vestido de noche rojo con corte de corazón. Sobre sus hombros una pañoleta también roja semitransparente, colgaba elegante sobre sus brazos desnudos, del cual una carterita se agitaba suavemente.
A su lado, se hallaba el hermano de aquella mujer. Llevaba el cabello muy bien peinado y lucía atractivo con su traje negro.
El más pequeño en estatura, solía vestir de etiqueta, pero un solo cambio bastó, para hacer que que hombre fuese objeto de las miradas no solo de quienes estaban en la mesa, sino también de los comensales de las mesas contiguas, y las mujeres lo habían estado observado desde que había entrado al restorán.
El cabello del joven estaba hacia atrás, dejando al descubierto su semblante sonrojado y serio.
Sus ojos de párpados caídos, dejaban entre ver unos hermosos ojos verdes iguales a los de su madre y tío.
El muchacho miraba con atención a una sola persona, la que estaba a su lado en la mesa.
Ambos hombres se devoraba silenciosamente con la mirada, aprovechando que estaban ocupados en las presentaciones.
—Yo soy el padre de Erwin, a quién supongo ya conocen. Soy profesor de historia en la universidad de Sina.
—Mucho gusto, profesor— saludaba Kenny estrechando la mano de aquél hombre.
—Y también es un placer conocerlo joven— dijo el sr. Smith, estrechando luego la delgada mano del joven —Por favor tomen asiento — los invitó y Kenny corrió la silla para su hermana como buen caballero.
El mesero trajo una vez más las cartas con el menú y lo entregó a los clientes para luego con una reverencia, retirarse.
—Le ruego me perdone hermosa dama, pero mi hijo tiene muy buen gusto con las mujeres, es sólo cosa de verla…
Aprovechando que tras aquel comentario, los Akerman, pusieron atención a sus cartas, el sr. Smith dirigió una mirada algo reprobatoria a su hijo.
“Tiene hijos” le dijo sin palabras. Pero para su mala suerte, Kenny lo vio hacer ese gesto.
—¿Eso es un problema para usted, profesor? — preguntó Kenny, sin tapujos.
—No es eso en lo absoluto— se contradijo el sr. Smith.
—Oh… Bueno, le encantará saber que yo no soy la prometida de su hijo. Se vería muy mal eso ¿no es así sr. Smith?—
—¿No? ¿Entonces quién es…?—
No alcanzó a formular su pregunta. Pues sus miradas fueron a parar al joven de los parpados caídos.
El sr. Smith pareció algo confuso así que esperó a qué alguien dijera algo.
Erwin buscó por debajo de la mesa la pequeña mano de su amado, la que encontró casi al instante.
—Veo que mi sobrino no es lo que esperaba y creame que con Kuchel, nos quedamos igual que usted de impresionados cuando nos contó todo esto —
El camarero regreso a tomar el pedido, y les anunció que la cena estaba lista y que solo debían dar la orden para servirla.
—Puede servirla, gracias — dijo el sr. Smith.
El mesero regreso a la cocina.
—¿Por qué nunca me dijiste que tú pareja era un chico?— el hombre ahora parecía decepcionado.
—Siempre estás ocupado con el trabajo, nunca había un minuto para poder contarte todo. Me disculpo por no informar a mi padre de la relación que tengo con Levi, señor y señora Akerman.
Hubo un momento de silencio bastante incómodo, que fue interrumpido por la cena que traían los meseros en unos brillantes carros. Los que fueron dejando sobre la mesa.
Erwin apenado, soltó la mano de Levi.
—No te asustes, estoy contigo ¿bien?— le sonrió para tranquilizarlo y volvió a cogerlo de la mano.
Kuchel, miraba de reojo a Levi. Como nunca, su hijo sonreía con honestidad, y no con una mueca forzada. Desde el día en que empezó a salir con Erwin, tanto ella como Kenny, notaron esos cambios en Levi. Se le veía más feliz, más alegre, más humano. Incluso su mal carácter era casi inexistente.
—Mi hijo es muy feliz con él, sr. Smith. Levi no sonríe de esa manera con nadie más que con Erwin. Su hijo ha sido muy amable y cuida del tesoro más valioso para mi. Ese tesoro es mi hijo.
Erwin, no imaginaba que su “suegra” le tuviera ese afecto y que le hubiese permitido arrebatarle lo más sagrado para ella. La mujer lo miraba sonriendo.
Entonces Erwin se levantó de su silla, sin soltar la mano de Levi.
—Padre, sé que te sientes defraudado, pero es lo que he decidido. Es la vida qué elegí, y Levi es parte importante de mi vida.
—Has sabido sobrellevar su malhumor, eso merece ser reconocido — añadió Kenny.
—Con su malhumor y todo, todo eso es mi Levi. Él es mi mundo, mi vida, mi todo… Él es el hombre que tan feliz me hace padre, es todo lo que necesitas saber.
Se quedó mirando un momento a su padre, antes de volverse a Levi, mirarlo fijamente a los ojos, al tiempo en qué envolvía aquella manito entre las suyas y la besaba.
—Pero eso no significa que no me importe lo que tienes que decir. Aún que tal vez no me guste lo que saldrá de tu boca, es importante para mi que me digas que pasa por tu mente.
La velada se había puesto algo tensa, y tras una disculpa de Erwin, este volvió a ocupar su lugar en la silla.
Kuchiel, ahora sabía que su más preciado tesoro, estaba en buenas manos.
—Jamás hay que dejar se escuchar a los hijos, sr. Smith. Incluso si lo que tienen que decir nos hiere, debemos escucharlos. Es la única forma de llevarlos por el buen camino. Y usted ha criado aun maravilloso hombre que ama a mi hijo a pesar de todo. Nosotros como padres queremos lo mejor para ellos, pero ellos crecen y toman luego decisiones que nos duelen, como dejar el nido y extender sus alas a la libertad. Y nosotros no podemos ser quiénes les impida tomar aquella decisión.
Mientras Kuchel hablaba, Levi había escondido su rostro en el pecho de Erwin, temblaba. Jamás pensó que alguien podía llegar a amarlo tanto.
—¿Todo eso es lo que sientes por mi?— dijo Levi, asegurándose de que sólo su amado lo oyera, y apretó el abrigo en su mano. La otra seguía entrelazada con la de Erwin.
—Causas tantas emociones en mi Levi, que no puedo ponerlas en palabras—
Levi sintió los labios de Erwin en su cabeza.
—Erwin — murmuró, y aunque no levantó la mirada, estaba seguro que éste lo miraba —Te amo—
Erwin quiso comerle la boca a besos, pero mantuvo la calma. Ya podría hacer más que besar a su amante.
—Tengo todo listo para que nos larguemos al mar por todo el fin de semana ¿te parece si nos vamos apenas acabe todo esto?—
Levi aún oculto en el abrigo de Erwin, asintió.
Kuchel, no se perdía de nada. Podía estar tranquila sabiendo que el hombre que Levi había escogido para pasar el resto de su vida, era el indicado. Vio que Levi dejaba escapar unas lágrimas, las qué fueron quitadas con cariño por la mano de Erwin.
No sólo ella notó aquella escena. El sr. Smith lo había visto también. Suspiro al entender que Kuchel, tenía razón en todo lo que había dicho.
No hubo una respuesta inmediata por parte del sr. Smith, pero todos entendían que tampoco era algo de no era de responder a la ligera.
La cena se volvió pronto amena y gratificante, el sr. Smith compartía con Kuchel y Kenny, mientras que Erwin y Levi tenían a momentos, su velada privada.
Al final, el sr. Smith pidió que todos llenaran sus copas.
—No es fácil para mí, pero eres mi hijo y voy a apoyarte en todo lo que pueda. Si tu vida ahora esta junto a este muchacho ¿Quién soy yo para evitarlo? Les deseo a ambos mucha suerte— y levantó la copa, al mismo tiempo que lo hacían los demás.
—¡Muchas felicidades¡— decían los mayores.
Erwin sólo se limitó a besar cariñosamente la mejilla de Levi, quién sonrió ante aquel gesto.
—Por Erwin y Levi — sonrió ya emocionada la mujer. Kenny la envolvió en sus brazos al verla.
—Por favor, cuide de mi hijo muchacho —
Levi sonrió y asintió.
Y tras varias horas de charla y risas, la velada llegó a su fin. Y fuera del restorán hacía mucho frío. Kuchel se puso un largo abrigo negro con botones de oro que se le ajustaba a su esbelta figura y Kenny abría la puerta del coche para regresar a casa.
—Bueno, ha sido todo un honor señor y señora Akerman, ha sido una velada maravillosa — dijo el hombre besando una vez más la mano de Kuchel.
—Lo mismo digo sr. Smith, ha sido usted un gran anfitrión —
—¿Ustedes que harán? — preguntó Kenny.
—Yo me quedó con Erwin — respondió de inmediato Levi, luego miró a su amado un momento —Erwin, ahora vengo—
Levi se acercó a su madre y tío.
—Madre… Kenny…
—¡Tío!—
—¡Lo qué sea…! Yo… gracias por acompañarme — abrazó a su madre, y Kenny también lo abrazó. Luego se apartó y los dejó marchar, mientras iba en reversa hasta Erwin.
El sr. Smith, también se despido de su hijo con un abrazo apretado antes de marcharse.
Tras una última mirada, los Akerman abandonaban el estacionamiento, y pronto lo hizo también el sr. Smith.
Erwin abrazó a Levi, y esta temblaba.
—Bueno ¿Nos vamos? No creo que pueda soportar el resto de la noche sin hacerte mío — dijo poniendo su abrigo en los hombros del menor.
Levi ya no aguantaba más, y mirando aquella sensual boca, besó al fin esos labios que tanto le fascinaban poniéndose de puntitas sobre sus pies.
Ya en el coche, dejaron también el estacionamiento para pasar unos días a solas en el mar.
ESTÁS LEYENDO
Velada en Familia
RomanceEs una noche muy especial, para los Smith y los Akerman, una velada que no olvidaran.