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Dean se sorprendió cuando vio hacia donde le señalaba Chuck que se encontraba Castiel. Por alguna razón no se imaginaba que el ángel estaría en una cabaña que ni siquiera tenía puerta, sino una cortina que funcionaba como tal. Quizás no conociese tanto al ángel como creía. O, tal vez, las cosas en ese futuro estaban más cambiadas de lo que se atrevía a reconocer. Sin querer pensar demasiado en ello, y feliz de que al menos Casiel seguía allí, comenzó a caminar. Si revisaba objetivamente la situación no era nada buena: un lugar infestado con el virus de croatoan, Sam muerto, más de la mitad del planeta destruido, y una versión de él mismo que parecía ser bastante testaruda y fría. En ese contexto, era un alivio pensar en los ojos azules y la actitud madura de Castiel. Aquel ángel que lo había rescatado del infierno, y que a pesar de todo seguía junto a él, incluso en los momentos más difíciles y de mayor sacrificio. Si Cas andaba por ahí seguro lo ayudaría a entender qué estaba ocurriendo y que podía hacer él al respecto. O al menos podría enviarlo con sus poderes angelicales a su propio tiempo.

Corrió la cortina con seguridad, aun si algo dentro de él le decía que algo no estaba bien si Castiel estaba en un lugar como aquel. Se quedó helado cuando observó la escena, y no sabía qué era lo más extraño de todo. La decoración con estatuas de dioses de otras religiones y con otras cosas hippies, la falta de casi muebles y limpieza, las mujeres hermosas que miraban a Castiel como un gurú, o el aspecto del propio Castiel. El pelo más largo que lo usual caía de forma desprolija sobre su rostro, la barba mal afeitada y sin arreglo, la falta de su usual gabardina marrón reemplazada por una camisa no muy cuidada, la falta de zapatos. La total ausencia de su aura segura, estricta, madura, angelical. Dean no pudo articular palabra alguna, tratando de procesar todo lo que estaba viendo. En aquel momento, el ángel volteó y se percató de su presencia.

-Disculpen chicas. Creo que debo hablar con nuestro temerario líder un momento.-les comunicó Castiel a las muchachas.

Enseguida, las jóvenes se levantaron y salieron de la cabaña, bajo la atenta mirada de Dean, quien aún no comprendía nada de lo que estaba pasando. Volvió a mirar al ángel, que ahora estiraba su cuerpo. Su aspecto era terrible. Los pelos enmarañados, la barba mal afeitada, la ropa gastada y sucia. Pero era más que eso, era toda su actitud: no quedaba ya rastro de ese Castiel recto, serio, a la espera de un golpe, con la mente centrada en buscar una solución. Dean no se había atrevido a mirar bien, pero casi podía decir que ni siquiera el brillo tan característico de esos ojos azules aún permanecía allí.

-¿Qué, eres hippie?-preguntó bruscamente, evidenciando su frustración, aunque aún no comprendía porqué le afectaba tanto ver a Castiel de esa manera tan....deprimente.

-Pensé que habías dejado de etiquetarme.-respondió con desinterés el ángel.

Dean se acercó para inspeccionarlo mejor. Castiel volteó, pero el cazador no pudo ver si el brillo de sus ojos aún permanecía allí, porque el ángel había cerrado los ojos. Más que eso, no detuvo su acercamiento hasta que sus labios tocaron los labios de Dean. ¿Qué estaba ocurriendo? ¡Castiel lo estaba besando! ¡Sin siquiera dudarlo! Y lo peor de todo....no lo hacía nada mal. El ángel movió sus labios sobre los ajenos con seguridad y atrevimiento, sin ninguna duda. El movimiento era tan suave y seguro que Dean no pudo evitar corresponder el beso, incluso separando ligeramente los labios, movimiento que el oji azul no desperdició, introduciendo lentamente su lengua en la abertura. El rubio contuvo un gemido inesperado que había querido emerger de él. No podía creer no sólo que Castiel lo estaba besando, y muy bien, sino que él estuviese disfrutando la caricia. ¡Era un hombre! ¡Ni siquiera, era un ángel! ¿Qué pasaba con él? Seguro donde sea que estuviese lo había trastornado.

En el fin, a tu lado [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora