5

3.3K 357 166
                                    


Dean se bajó de la camioneta recordando cada una de las palabras que el ángel, bueno, ex ángel (¡cómo le dolía siquiera pensarlo!) había pronunciado. Ese tono angustiante, sereno y resignado realmente había calado hondo en él, y sabía de sobra que no podía hacer nada para evitarlo. Lo vio bajar, con ese paso pesado que ahora lo caracterizaba, más dolido, más vulnerable, más humano. Ahora que Dean volvía a verlo, se daba cuenta de que casi no quedaba rastro del ser sobrenatural decidido y honorable que había conocido en el Infierno (aunque no recordase ese primer encuentro, no podía pasar por alto que así se habían conocido: cuando Castiel había bajado con su espada y su ejército con la misión de rescatarlo, y que lo había logrado, dejándole para siempre impresa su marca, en todos los sentidos posibles). Y era entendible, después de todo lo que le había ocurrido. Su corazón se apretujaba de sólo pensarlo. Esos ojos azules ya no brillaban, y ese vacío lo sentía como propio.

Vio en silencio cómo Castiel caminaba hacia su yo del futuro, con paso decidido pero cansado. Y bueno, si estaba yendo a su propia muerte, no es como si tuviese otra manera de caminar. Castiel se detuvo ante ese Dean, y le dirigió una larga y significativa mirada. Dean la sostuvo, otra vez hablando ese lenguaje tan íntimo y enigmático que sólo ellos comprendían. Pero Dean del pasado comenzaba también a entenderlo un poco, y supo que, en silencio, Castiel le confirmaba que, a pesar de que había viajado con él en su camioneta, no le había rogado que no le dijera que sí a Michael, como había hecho en la cabaña. Dean del futuro se relajó un poco, pues evidentemente sólo había dejado que él viajase con el ex ángel para complacer a este último, pero no quería que truncase su propio pedido a su yo del pasado.

Viéndolos allí, hablar de esa manera, mirándose con intensidad y profundidad, Dean del pasado comprendió cuán equivocado estaba Castiel. Se dio cuenta con mirar a su yo futuro, tan frío, tan soldado, tan calculador. Castiel había permanecido a su lado, sí, y sabía que su yo futuro lo apreciaba. Pero el error de ese Dean no había sido confiar en Castiel, como le había explicado el castaño recién. Había sido todo lo contrario. El error de ese Dean había sido no confiar en Castiel. No abrirse ante él realmente, no dejarlo romper esa barrera que se había puesto ante el dolor y la muerte y la culpa y la angustia. Castiel mismo lo había dicho en la cabaña: "Creaste una barrera para aislarte del dolor, y yo quedé del lado de afuera.". Dean, solo en su propio dolor, había sobrevivido, sí, pero sacrificando en el camino su propia humanidad, pues era ésta la que lo hacía sentir una culpa insoportable. Una carga demasiado pesada para una persona...Pero sostenible entre dos. Y Castiel se había ofrecido a ser ese otro hombro adolorido que cargase la mierda que los rodeaba. Se había quedado a su lado con el único fin de servirle de apoyo, de compañero, de soporte. Y no es que Dean no lo necesitase, lo necesitaba demasiado. Pero el orgullo....Dean del pasado sacudió la cabeza, enojado con él mismo, con su yo futuro, y con ese idiota Castiel del futuro que pensaba que de una u otra manera la solución a todo eso era que no confiase en él. Que lo alejase. Tenía razón en que no se iría por su cuenta, Dean lo sabía, porque había comprobado en sobradas ocasiones la lealtad del ángel. Pero era un tarado si pensaba que realmente ese era el problema, cuando era exactamente lo contrario. Había sido él quien no había sido lo suficientemente fuerte como para mostrar sus miserias y sus heridas, y dejar que, lo más que pudiese, ese otro hombre las curase, al menos lo suficiente como para seguir adelante. Juntos. Y esa era la palabra clave, que allí faltaba. En aquel momento, Dean tuvo una epifanía. Jamás podría lograr vencer al diablo solo. No podría ganar aquella batalla (contra los ángeles, contra Lucifer, contra el Apocalipsis, contra el Destino) si sólo se fiaba de sí mismo. Necesitaba a los demás, a Sam, a Castiel, a Bobby. Entender que no podía con todo, y que tampoco tenía porqué hacerlo. El ex ángel seguramente había querido hacérselo entender a su versión futura, pero no había podido. Está bien, perder a Sam no había ayudado. Pero, ¿por qué lo había perdido, en primer lugar? Porque se habían alejado. Porque, a su lado, Sam jamás diría que Sí, bajo ninguna circunstancia. Dean se sintió asfixiado. Recordó cómo se habían separado en su propia época, y deseó enormemente volver a ella para reunirse de nuevo con su hermano. Y con su ángel, su verdadero ángel. No ese ex ángel miserable que estaba allí parado, demacrado y resignado. No lo juzgaba, lo entendía a la perfección. Sentir que le había fallado a la persona más importante para él, que no había sabido apoyarlo, debía ser doloroso. Y, justamente, Dean no quería que Castiel sufriera ese dolor. Porque sabía que no era culpa del ángel, si no suya propia, por no confiar lo suficiente en él.

En el fin, a tu lado [Destiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora