Capítulo I

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Mexicamiga, esperó que la historia sea de tu agrado. GTShipper

Podía pensar en la agradable sensación de sus labios. Podía pensar en lo placentero que sería pasar sus dedos por su alocado cabello. Podía pensar en su contagiosa risa resonando sus tímpanos. Podía pensar en sus ojos color cocoa mirándole con ternura.

Podía.

Pensar.

Podía hacer mil y un cosas; claro que podía. Lo que no podría sería: sentir sus labios; acariciar su desordenado cabello; saber si sus ojos eran del tono marrón del  cual los imaginaba. Y su risa, esa podría escucharla lejana.

Compartir cuatro clases con él le resultaba meramente placentero y regocijante. Su promedio podría ser más alto, pero la distracción era tanta que se pasaría las materias por el arco del triunfo si así lo quisiese.

Nadie le conocía.

Era invisible.

No era nadie, y nadie sabía su nombre. Sólo era un chico más en el colegio, pero para él, pero para él era el jodido, maldito universo.

Había pasado todo el curso pasado, y parte de éste, tratando de averiguar cómo se llamaba pero nadie lo sabía, es más, nadie estaba seguro de haberlo visto alguna vez en su vida.

Él. Jaime Preciado, el agradable presidente de la sociedad estudiantil. Inteligente. Amable. Atractivo.

Él. Tony Perry, el invisible muchacho. No era un nerd. No era popular. No era la burla de la escuela. Era uno más del montón.

La cafetería se abarrotó de hambrientos adolescentes hormonales risueños e inundando el lugar en bullicio. Reía fuertemente por las tonterías que decía Michael sobre la última fiesta, era cierto que le causaba tanta gracia, pero ya no podía esperar el momento de llegar a su habitual lugar y poder mirarle con “discreción” mientras comía. Por otro lado, Perry ya se encontraba comiendo su ensalada de frutos rojos mientras escuchaba música a todo volumen en sus auriculares.

Sus ojos fueron cubiertos por unas pequeñas manos y de inmediato sonrió al reconocer el inigualable olor a vainilla de Danielle.

—Hola, Elle. —La risa cantarina de la pelirroja inundó sus oídos.

—Hola, Tuga.

Hola, Tuga. No mames, Danielle, saluda bien. —El tono chillón y las palabras de Víctor lo hicieron merecedor de un fuerte manotazo en su nuca propiciado por la delgada chica haciendo reír al pelinegro.

—Insisto. ¿Cuando será el día en que puedan llevarse bien?

—Nunca. —Contestaron a la par. Negó con la cabeza y miró aún más lejos de sus amigos quedando extasiado ante la vista de un muy contento Jaime. No supo si el tiempo siguió su curso o se detuvo.

—¿Podrían ser más discretos? Joder, juro que parecen pasmados. —Tony no se había dado cuenta que su amiga también miraba casi en la misma dirección, no hasta que volteó a verla dándose cuenta que ahora las mejillas de Danielle se pintaban de escarlata, y sus movimientos sobre su comida eran torpes. Al menos no era el único que colgaba de un ala por alguien de la mesa de los populares.

—Cállate, Víctor. —Espetó con furia.

—¿Qué me callé? Oh, no, mujer. Se dan cuenta que son populares, ¿Eh? —Levantó sus brazos dramático. —Es muy loco.

—Lo dice el que anda detrás del friki amante de las ciencias. Amigo, tú estás más jodido. —Perry soltó con sorna y chocando puños con Danielle.

—Hablas de jodidos, pero yo al menos sé que Kellin es gay. ¿Y sus amores sí le andan tirando al mismo lado que ustedes o no son yo? —Maldito. Los había dejado sin palabras. Boquearon varias veces buscando una justificación, pero ninguna salió.

Siempre se preguntaba si el chico que lo embelesaba tenía algo con aquella linda chica pelirroja o con el hermano de su mejor amigo, pero Mike, al igual que los demás, ni siquiera sabía su nombre. Al parecer toda la información que buscaba se encontraba dentro de ése trío de amigos.

—Y luego los padres de Austin llegaron corriendo a todo mundo, lo peor es que lo encontraron cogiendo en la habitación de ellos. Por cierto, nunca nos dijiste con quien la pasaste. —Mike continúo contando sus anécdotas haciendo reír a todos y ganando la imperceptible tensión por parte de Carlile ante lo último.

—Ah, con alguien sin importancia. Otro faje y ya.

—Sinceramente no le creo, yo digo que ya anda con alguien. —Alysha, a su lado, le susurró para sólo el la oyera. Asintió lentamente y continúo con su rutina diaria viendo de nuevo hacia la misma mesa, en ésta ocasión pillando a la pelirroja chica mirando a su lado. Debía dejar de imaginar cosas.

Tenía que ir por sus libros de sus dos últimas clases a su casillero y el tiempo lo tenía contado, había dejado a sus dos peleoneros amigos fuera del aula de  matemáticas, clase que compartían. Los músculos se le tensaban y los pulmones le ardían a más no poder, cuando ya se encontraba cerca ralentizó sus pasos y aprovecho para ir sacando los libros que dejaría. Un idiota pasó golpeando su hombro, pero no lo suficiente como para tirarlo a él o a sus libros.

—Fíjate, pinche puto.

En serio que iba a seguir caminando e ignorarlo, pero la punzada en su nuca le hizo entender que no sería así. Logró enfocar a su atacante, nada más y nada menos que…

—¡Sykes! A sus clases ahora mismo, o los tendré que ver en detención. —Grito potente la prefecta Wilson. Todos los presentes pasaron su mirada entre los tres hasta que Oliver retiró la mano de su cuello. Maldito niñato explosivo, pensó Tony.

Se quedó solo recargado contra el casillero, comenzó a caminar después de dos minutos. Tenía que apresurarse o perdería su última clase del día con el lindo presidente de la sociedad estudiantil.

Un suave empujón en su hombro y un toque frío en sus dedos le hizo perder la cabeza. Siguió caminando mientras miraba hacia atrás.

Jaime caminaba lentamente de espaldas viendo sorprendido aquel chico con el que había chocado. Tony se había quedado parado en el pasillo al verlo.

El tiempo literalmente parecía atascado mientras se seguían sosteniendo la mirada. Sus respiraciones continuaban con parsimonia, pero sus latidos laceraban sus pechos.

Tenía la oportunidad de hablarle pero su cuerpo entro en un transe en el cual seguía caminando por los pasillos sin sentido alguno.

Se tocó los dedos de su mano con la contraria en cuanto Preciado giró en la esquina del pasillo. Estaba en shock, siguió así hasta que checo la hora notando que ya no tenía sentido ir a esa clase.

Tal vez no podría sentir la agradable sensación de sus labios. Tal vez no podría pasar sus dedos por su alocado cabello. Tal vez su contagiosa risa seguiría siendo lejana.

Pero sus hermosos ojos color cocoa le habían mirado, y había sentido sus helados dedos rozar los suyos.

Hoy había sido un maravilloso día. El mejor de su vida.

Hasta ahora.

Melifluo. (Perrciado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora