El principio.

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Sherlock recordaba su infancia con tanta claridad como podía recordar lo que había desayunado esa mañana.
Que no había sido nada más que un café negro con dos de azúcar.

Sherlock recordaba cómo él y Mycroft se habían llevado bien en un punto de sus vidas, cómo solían jugar Operando en el pasillo y cómo su hermano mayor se había ido alejando lentamente después de conocer a Georgia.

Él recordaba la manera en que su padre regresaba a casa tropezando y gritando.

Él recordaba a su dulce madre, la misma que se fue a las dos de la mañana cuando él tuvo doce.

Él recordaba la primera vez que fue a la biblioteca. Había sido un miércoles de febrero con cuatro grados centígrados, cubierto de nieve, completado con el cielo azul que le recordaba la sofocante esperanza de verano.

"Hola, ¿Cómo puedo ayudarte?" Esa fue la primera vez que Sherlock habló con la Sra. Hudson, la bibliotecaria que pronto lo adoraría.

"Quiero un libro, aproximadamente trescientas hojas de aventura", respondió un Sherlock de siete años.

"Tengo justo la novela para ti" ella sonreía y las arrugas alrededor de sus amables ojos marrones se sumian en sus mejillas.

Sherlock recordaba la maravillosa manera como olía El Hobbit, como si agua se hubiera filtrado en sus páginas y secado en las negras palabras.

Sherlock recordaba el día en que se había enamorado de los libros, pero recordaba aún mejor el día en que conoció a Jhon.

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