I. Hyung.

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Cuando la noche llegó y el momento de acostarse a descansar se hizo presente, Yoongi estaba demasiado despierto, demasiado con ánimos y con demasiados pensamientos para acostarse en la cama tranquilo. Simplemente era incapaz de dormir a pesar de las pastillas recetadas que había tomado; los recuerdos del mediodía llegaban a su mente tal como relámpagos y truenos, con intensidad, con estruendo e iluminaban exactamente lo que aquello significaba, pero Yoongi era demasiado distraído y desinteresado para darse cuenta.

Dio vueltas en la cama y se acomodó en una nueva posición por décima vez. Cada vez que cerraba los ojos, la cara de Park Jimin venía a su mente; sus ojos, su sonrisa, el sonido de su risa cuando había encontrado a su cachorro. Lo estuvo persiguiendo toda la tarde y lo seguía haciendo en la noche. Y lo odiaba.

Lo odiaba tanto como para levantarse de su adorada cama.

Yoongi se levantó de un saltó de su cama y arrastró sus pies fuera de la pequeña habitación que se había obligado a hacer en su estudio. Era demasiado perezoso a veces como para volver a su casa luego de pasar todo el día produciendo música, por lo que terminaba durmiendo en el suelo o recostado sobre su escritorio. Hacer aquella habitación había sido su máxima prioridad luego de hacer las canciones porque odiaba sentirse adolorido por dormir tan mal.

La puerta cerrada de su estudio crujió cuando se abrió y lo siguiente en su lista fue ponerle aceite para que dejara de sonar. Si había algo de lo que Yoongi realmente se preocupara, era de su estudio.

Miró todo a su alrededor sin saber qué hacer exactamente y fue la primera vez que se encontraba tan carente de ideas. En un impulso, caminó hacia el instrumento marrón en un rincón de su estudio; acarició la madera brillante, tan suavemente como si fuera a romperse en cualquier momento. Las teclas musicales debajo de la tapa eran tan blancas y brillantes, como nuevas; él siempre cuidaba su piano. Presionó una tecla suavemente, como si fuera la porcelana más frágil. El dulce sonido llenó la habitación y Yoongi exhaló un aliento que no sabía que estaba aguantando. Hipnotizado, se sentó en el taburete y probó con otra tecla; y otra. Y pronto la música dulce llenó la habitación. Las notas al azar se convirtieron en una melodía y la melodía en una idea. Debía grabar aquello.

Cerró los ojos tratando de idealizar la pista que le pondría a aquella melodía, pero apenas sus ojos se cerraron la cara de Park Jimin entró en su mente.

Maldita sea, pensó.

Y la melodía cambió a otra, se redujo a un tono más bajo, uno más fuerte y duro. Sus pensamientos fueron a los días posteriores, días en los que no sabía de la existencia de aquel castaño, días en las que podía trabajar sin desconcentrarse, en donde podía dormir.

Abruptamente dejó de tocar y comenzó a caminar nuevamente hacia la habitación. Cuando llegó, se apresuró a tomar su pantalón tirado en el suelo y buscar en sus bolsillos un papel que había guardado. Cuando encontró una bola de papel arrugado se apresuró a abrirla y al segundo la frase "PERRO PERDIDO" se hizo presente en su campo de visión. Tomo su celular de la pequeña mesa de noche al lado de la cama y marco el número que salía en el papel. Lo llamaría. Estaba seguro que si lo llamaba y hablaba con él por unos minutos se daría cuenta que no era interesante en absoluto y que solo era una cara bonita, y perdería el interés.

El sexto y séptimo tono sonó en su oído y se dio cuenta de que probablemente Park Jimin no iba a contestar, pero aún así siguió en línea sin cortar la llamada. Y el tono número doce llegó y el buzón de voz junto con él; no le había contestado. Indignado, alejo el teléfono de su oído y lo miró fijamente. ¿Tan poco había significado que le ayudara a encontrar a su perro que ni siquiera le iba a contestar la llamada? Bufó, perdiendo inmediatamente un poco de interés.

M A L O | «YoonMin».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora