¡Corre!

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Te duele la cabeza, lo ignoras.
Te arden los pulmones, no te importa.
Sientes que la nariz te sangra, ¿Qué más da?
Sientes mil cuchillas en tus pies, puedes seguir.
¡Corre!
Corre como el corredor viendo la final.
Corre como el tigre buscando alimento.
Corre como el huracán arrasando con todo a su temible paso.
¡Corre como si tu vida dependiera de ello!
¡Corre! ¡Corre! ¡Mas rápido!
La vida depende de que corras.
Paradójicamente sí, pero no tu vida, sino las vidas más importantes para ti, sí, tu mente te lo dice, tu corazón te guía, tus piernas se mueven a voluntad, tu alma ya está con ellas, pero aún le falta a tu cuerpo presentarse.
¡Corre!
Se acaba el tiempo y lo sabes. ¡Quítate la capa! ¡Atraviesa los árboles! ¡Intenta volar! ¡Pero date prisa! ¡Ya! ¡Tienes que llegar!
Por fin puedes ver las puertas de la aldea, la aldea que alguna vez abandonaste, la aldea que alguna vez decidiste destruir, la aldea en la que ahora vives, la aldea que ahora quieres proteger, la aldea en donde viven tus seres más amados, la aldea que pronto se convertirá en la tumba de ellos sino te das prisa.
Esos pensamientos te dan el coraje de seguir y no desfallecer de cansancio.
No te sorprendes al ver que no hay guardias en la entrada, y de un salto atraviesas esas puertas y por fin, nuevamente estas en Konoha.
No te importa anunciarte ante el Hokage, tienes una prioridad más importante.
No dejas de correr. Atraviesas las calles tan conocidas, llegas a un lugar al que nunca creíste regresar. Un lugar que nunca creíste tener, una casa que nunca creíste que existiría, pero ahora está ahí, y tu deber es protegerla, porque ese lugar es aquel que puedes llamar hogar. Tú perteneces ahí.
Abres la puerta de una patada y buscas con la mirada la presencia de alguien. Nada.
No hay nadie, las luces están apagadas, y la oscuridad de la noche no ayuda mucho, pero aun así, y con la ayuda del Sharingan, no es difícil darse cuenta que no hay nadie.
Esperanzado, subes las escaleras sin hacer ruido, temiendo despertar a las dueñas de la casa, rezas para que solo estén dormidas.
Abres la puerta de la habitación principal, aquella que ahora compartes con tu esposa.
Vacía.
Todo ordenado, todo impecable como siempre -Ella aun no regresa -Piensas.
Sales y te diriges a la siguiente habitación, la habitación del verdadero amor de tu vida: Tu hija.
Sí, ella que te robó el corazón al primer segundo de verla, recuerdas el momento de su nacimiento.
Sus ojos aun cerrados y sus mejillas sonrosadas, llorando por querer el contacto de su madre. Y rehuyendo de la partera.
Ella es el amor de tu vida, aun por encima de tu esposa, aun por encima de tu propia vida, ella que sin mover un dedo, cautivo tu frío y roto corazón, ella que te mostró, después de tu esposa, que podías amar de verdad, ella es la razón por la que sigues con vida.
Abres con cuidado y buscas con tu mirada roja a la dueña de tus pensamientos, ves un bulto pequeño acurrucado entre gruesas cobijas, era ella, suspiras calmado.
-Sarada -Susurras acercándote, no obtienes respuesta -Dormilona -Sonríes.
Miras sus pequeños lentes rojos perfectamente acomodados en el buró.
Te sientas en la orilla de la cama con cuidado de no hacer un movimiento brusco y acaricias su corto pelo negro, sientes que está un poco húmedo, debió de salir de la ducha, o bien, es su propio sudor, ella suele sudar mucho cuando duerme.
Le acaricias las mejillas y los párpados, sintiendo su tersa piel fría, te inclinas a darle un beso en la sien...
¡Sangre!
¡Ella huele a sangre!
Te levantas de un salto y miras tu mano. Tu única mano esta ensangrentada. Su cabello esta empapado en su tal vez propia sangre.
Le arrancas las cobijas y te dejas caer de rodillas con la mirada muerta y la piel pálida, tal cual como la de tu hija.
Ella está muerta.
Desnuda y bañada en su propia sangre, su pequeño cuerpo, no muestra signos de tortura, pero su pecho había sido atravesado, por una espada, tal vez.
Acercas tu mano temblorosa tratando de pronunciar su nombre, pero ¿Para qué? Ella no regresará.
-Orochimaru -Susurras el nombre ajeno.
Él podría revivirla, aunque tengas que sacrificar tu vida.
Te levantas, aún puedes salvar una vida: la de tu esposa.
Sales por la ventana importándote poco los vidrios atravesando tu piel y corres hasta el hospital.
Al principio, cuando llegaste, no lo notaste. Pero las calles están vacías, habías creído que era por la hora, pero no pasaba más de las 9:00 pm.
Algo anda mal, y ahora cruelmente lo sabes.
-¡Sakura! -Entras buscándola directamente en su oficina.
-Buenas noches Sasuke-san -Te recibe una voz de hombre desconocida.
Ves a tu esposa siendo asfixiada por una morena mano.
-Sasuke-kun -Te susurra con su último aliento.
-Suéltala -Demandas a su opresor.
-Con gusto -Dice y la suelta al mismo tiempo que rebana su cuello con una espada, supones que la misma con la que atacó a Sarada.
-¡Sakura! -Corres a ella y le sujetas la cabeza -¡Maldito!
Te abalanzas a él y en el primer toque se hace cenizas.
¡Corre!
Escuchas a tu propia mente hablarte, y empiezas a correr a la casa del Séptimo Hokage.
Llegas y evitas tocar el timbre, no hay tiempo de formalidades.
Toda la familia esta reunida en el sofá viendo un programa de concursos.
Las risas retumban en tu mente haciéndote marear y a la vez tambalearte.
-Naruto... -Le llamas sacudiéndote la cabeza -Usuratonkachi, mi esposa y mi hija... Han... Sido asesinadas... ¿Naruto?
Te acercas lentamente hacía ellos.
No solo tu esposa y tu hija, también tu mejor amigo, su esposa y sus hijos. Ellos cuatro están literalmente clavados al sofá.
Sus pechos están atravesados por katanas que aún logran enterrarse al sofá.
Te dejas caer de rodillas ya rendido. Y por fin sueltas las lágrimas que ya habías retenido con tanto esfuerzo.
¿Por qué has perdido todo en una sola noche?
¿El destino no ya había sido muy cruel al quitarte a tus padres y hermano?
¿Por qué a tu familia?
Ellos tan inocentes que deslumbraban vida por todos lados.
¡¿Por qué?!
-Sasuke-san, corre -Escuchas la voz de el destructor de tu vida.
Pero no tienes la valentía de enfrentarte a él. Por primera vez tienes miedo de enfrentarte un enemigo.
Nunca tuviste temor a enfrentarte a Madara o Kaguya, ni al mismo Naruto, pero con él, con ese sujeto... Con el tu cuerpo tiembla de temor.
¿Para que pelear? Ya no tienes a quien proteger, ya no tienes ni la voluntad de seguir viviendo.
Corres a casa de tu sensei, tal vez, solo tal vez, puedes salvarlo a él.
Te detienes de pronto, si él fue el que mando a llamar, entonces él fue el primero en morir.
Sí, el cómo siempre dándose cuenta de todo a su alrededor antes que los demás, mando un halcón con un mensaje para ti, aun sabiendo que estabas en medio de una misión.
Al leer la pequeña carta "La aldea será atacada" no dudaste en correr a proteger a tu familia.
¡Valla iluso! Ni siquiera para proteger a tus seres amados sirves.
Harías un gran favor al desaparecer del mundo.
¿Por qué no?
¿A quién más le importas como para seguir viviendo? O también ¿Quién más te importa como para seguir viviendo?
Todas las personas a las que les importas y te importan están muertos: Sarada, Sakura, Naruto, Boruto, Himawari, Hinata, Kakashi, Itachi, Mikoto, Fugaku.
¿Para qué vivir?
Tomas tu kunai y lo acercas a tu cuello con decisión.
Sientes unos brazos rodearte con cariño, sujetando tus manos.
Cierras los ojos tratando de ignorar a quien te detiene.
Abres los ojos, pero el ambiente es otro.
Observas un techo no tan conocido pero con el cual te empiezas a familiarizar.
-¿Pasa algo, Sasuke-kun? -Escuchas susurrar a quien viste morir en manos de otro.
-¿Sakura?
-¿Sí?
La miras abrazarte, y con sus hermosos ojos entrecerrados por el sueño.
Ella te sonríe delicadamente.
Llevas tu única mano a ella, con el temor de que fuera una ilusión y se evapore al primer roce, no quieres que sea sólo un sueño.
Ella te toma la mano antes de que llegase a su rostro, y te la acaricia con amor.
-¿Otra vez una pesadilla? -Te pregunta de forma maternal, Recordándote tanto a Mikoto Uchiha.
Tú asientes dándole la razón.
Te besa la frente abrazándote con sumo cuidado.
-Todo estará bien Sasuke-kun, te lo prometo
El recuerdo te llega a la mente, martillando tus sentidos.
-¿Dónde está Sarada? -Preguntas angustiado por tu pequeña hija.
-Lo más seguro es que sigue dormida
Te levantas de un salto, ignorando el mareo, solo temes por el peor de los casos.
Corres a la habitación vecina y la abres de un portazo, al mismo tiempo que activas el Sharingan.
-¿Mamá? -La escuchas exaltarse dando un brinco por el susto y activando el Sharingan.
-Sarada, ¿Estás bien? -Preguntas acercándote a paso feroz.
-¿Papá? ¿Yo? ¿Estoy bien? -Susurra aturdida -Lo estoy, estoy bien -Esas últimas palabras te regresan la vida al cuerpo.
Suspiras, dejando escapar todo el temor que se acumuló en tu cuerpo.
-Te amo, hija -Susurras acariciando su cabello y depositándole un beso. Ella te mira extrañada y tú le sonríes -Siento haberte despertado, dulces sueños.
Le vuelves a besar la frente y no esperas su respuesta para salir de su habitación.
TU esposa te espera afuera cruzada de brazos y una sonrisa burlona.
-¿Te amo, hija? -Le sonríes de la misma manera y le contestas:
-Sino lo hago ahora, puede que nunca se lo pueda decir
Ella te mira enternecida y se lanza a ti, tú tratas de sostenerla y no caer al suelo con ella encima, pero no logras evitar un golpe en el codo con la pared que logra adormecerte el brazo completo.
Ella no le toma importancia aun con el sonido sordo de tu codo y te deposita besos por tu rostro y cuello.
-Necesito saber si el dobe está bien -Le informas apartándola un poco.
-Te espero en la cama, querido
Bajas con tranquilidad las escaleras y descuelgas el teléfono.
Revisas el directorio telefónico de tu esposa y buscas el nombre: Séptimo Hokage: Naruto Uzumaki.
Marcas los números y esperas a que el séptimo despierte y baje a contestar.
Justo cuando vas a colgar para intentarlo de nuevo contesta.
-Buenas noches. ¿Quién habla a esta hora? -Habla malhumorado y con la voz mormada.
-Dobe, soy Sasuke. ¿Cómo estás?
-¿Sasuke? ¡Teme! ¡¿Qué hora crees que es para llamar?! ¡¿Te preocupa saber cómo estoy?! ¡Pues te lo diré! ¡Muy mal! ¡¿Escuchas?! ¡Mal! Tenía un gran sueño, donde me comía un gran plato de ramen, ¡y vienes y me despiertas! ¡Dattebayo!
-¿Cómo están tu esposa y tus hijos? -Preguntas ignorando su gran queja anterior.
El guarda silencio y suspira.
-Ellos están bien, dattebayo. ¿Pasa algo?
-No, solo preguntaba
Él sonríe, pues sabe que siempre que tienes malos sueños, llamas esperando que todos estén bien.
-Descansa, Sasuke teme
-Llamare a Kakashi antes, buenas noches
Cuelgas y empiezas a llamar a tu antiguo sensei, que a diferencia del Hokage, éste contesta al instante.
-Kakashi. ¿Estabas despierto?
-Acabo de llegar de una misión
-Entiendo, buenas noches -Dices, pues ya sabes que el está bien.
-¿Malos sueños otra vez? -Te pregunta de forma paternal.
-Nada grave -Contestas -solo llamaba
-¿A las 4:00 a.m.? -Pregunta divertido -Entiendo, descansa -Te dice y cuelga.
Subes las escaleras, entras a tu habitación donde tu esposa te espera ya dormida, te metes a la cama y suspiras.
Ella siente tu presencia y te abraza.
Cierras los ojos y esperas a quedarte dormido, ya completamente calmado.
Porque sabes que los sueños solo son eso: sueños.

¡Corre!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora