-Momento incómodo-

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LUCE

-La cabaña estaba oscura, sucia y fría. No parecía para nada la sala de juegos de dos niños de once años, llena de juguetes llamativos y luces de todos los colores, si no una vieja cabaña abandonada en medio de un bosque con latas y ratas por el suelo, madera podrida y polvo o eso me imaginaba que habría cuando Daniel encontrase la luz y la encendiera.

-¿Luce?- La voz de Daniel se oía cerca, pero le había perdido al entrar al haber olvidado sujetar la puerta (puerta que si bien recuerdo, se quedaba atrancada si no le colocábamos un tablón de madera. Truco que solo nosotros sabíamos).

-¿Daniel me ves?- Una pregunta algo tonta , si no veía, él menos.

Pronto noté algo que me rozaba la mano que iba y volvía hasta que me agarró. Iba a gritar cuando la voz de Daniel susurró en mi oído...

-¡Te encontré! Buscas cualquier excusa para que te pierda de vista.- Dijo Daniel riéndose. Risa que se me pegó y me hizo reír con él.
Tras unos segundos riendo volvió el silencio.
Ya no era solo su mano derecha cogiendo la mía, su mano fría, fuerte y segura me volvía a agarrar la cintura y el calor que antes sentía apareció de nuevo.
Deslizando su mano (la que sujetaba mi cintura) hacia arriba, sentí su brazo bailando en el aire en busca de algo.

-¡Ahí está!- Gritó Daniel ilusionado, encendiendo la bombilla que colgaba del techo, sin creer que podía seguir funcionando.

Me alegró ver luz, ver donde estaba Daniel, pero no era lo que pensaba que ocurriría, y... ¿qué pensabas que ocurriría?, ¿qué te iba a besar o algo así?- Repetía mi subconsciente sin centrarme en que aún su mano derecha seguía sujeta a la mía, no la había soltado y yo tampoco, fue algo incómodo y decidí apartarme.

Estaba raro, Daniel y yo siempre nos habíamos tratado con mucho cariño pero no de esa forma, nunca me había acalorado de esa manera. Él nunca me ponía nerviosa como cuando me hablaban otros chicos, con él, es diferente.

-¿Qué hacemos aquí? Me asustaste fuera. -Le culpé.

-¿Qué hacías tú en la ventana (haciendo notar más fuerte de lo normal la tilde de la u) de mi casa?- Respondiéndome con una pregunta a la mía.

Lo hacía mucho, cuando ninguno de los dos estábamos dispuestos a ceder o a contarnos algo (raramente, por que nos lo contamos todo) respondíamos con preguntas a las preguntas del otro, error que nos hacía picarnos más todavía.

-No empieces.- Dijo.

-¿Qué?- Daniel, tú nunca te rindes y menos tan pronto. -¿Qué es lo que te pasa? Te encanta este juego, nos encanta (corregí).

-Nada Luce. Respondió con un hilo en la voz sin poder mirarme a los ojos.

-Dilo. Dilo o me iré ahora mismo. Insistí con dolor, sin saber el comportamiento de mi mejor amigo, que nunca se había comportado así con migo.

-Me voy esta noche, me voy Luce.- Dijo Daniel con lo que no podían ser, lágrimas en sus ojos (él nunca llora...).

-¿Dónde te vas? De vacaciones, ¿no?.- Intenté no pensar en lo peor y tomármelo a broma pero la cara de mi mejor amigo no expresaba lo mismo, estaba pálido y no por la bombilla que alumbraba la cabaña, sus ojos acuosos se abrían y cerraban dejando escapar una lágrima si una no, como si intentara encerrarlas para que no las viese.

Pero las veía, le veía llorar y eso nunca ha sido así. Yo he sido la llorica consolada por él, no al revés.
Él siempre se ha mostrado fuerte frente a mi y me ha regañado cuando era yo la que lloraba, me decía que fuera fuerte que no llorase. -¿Qué se supone que iba a hacer yo ahora?

Daniel se secó las lágrimas que yo "no había visto" y se acercó a mi.
Solo esperaba una cosa, solo esperaba que él también lo hiciera.

DANIEL

No pude evitar llorar tras decirla que me iba. Esperaba que ella no se diese cuenta pero sé que lo hizo por la forma en la que me miraba, una especie de consolación, pena y confusión.
Decidí acercarme a ella, tenía que despedirme pues yo jamás la abandonaría y haría lo que sea por verla pero quién sabe por qué algo me decía que esa noche sería la última que vería a Luce, que la tendría tan cerca.

-Y la besé...

Es diferente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora