Primera y única parte.

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Era el otro día de su cumple número diecisiete… y allí estaba, exactamente igual que cuando tenía dieciséis, la única diferencia era que esta vez estaba decidido a ser "él", siempre “él” le pese a quien le pese…
¿Y qué quería decir eso? que ya no iba a ser de cuenta que no lo incomodaban las bromas de sus “pseudos” amigos…
Ahora veía con claridad lo que Clarisa (su amiga desde los 4 años) le decía siempre -: Es tu vida… podes hacer de ella lo que consideres mejor… ¡y eso no le concierne a nadie más!
Claro que cuando tenían cuatro años no lo decía con esas palabras... pero más de una vez le dio un puñetazo a alguien que andaba molestando sin razón a su hermano del alma…
Muchas veces seco sus lágrimas y le limpió los mocos con la corbatita del delantal del jardín… Y se arremangaba los puños… Y miraba de manera amenazante a cualquiera que pusiera en peligro la sonrisa de León…
Ahora, muchos años después, ella se había convertido en una dulcísima y correcta adolescente, tal cual sus padres la habían imaginado… Y él… él, bueno… en un frágil joven, un muchacho, un chico… algo flacucho y de sonrisa enorme y ojos inquisitivos... y parpadeos rápidos si algo lo incomodaba…
Clarisa hiso un golpeteo de uñas sobre la puerta cerrada de la habitación de León... y sin esperar a que le permitiera pasar, ya estaba tirándose en la cama… él le reprochó...

-¡Nunca esperás a que te diga “pasá”! -ella rió, diciendo

-:¿Qué voy a ver que ya no haya visto antes, León? -y el se sonrojó y rió también…
A  León le bastó mirarla de reojo mientras se abrochaba el jean y se ataba los cordones de las zapatillas para saber que Clarisa estaba por desatar algo… una estampida de vaya a saber qué cosas.

-¿Y? ¿qué onda, Clari?

-¿Qué onda con qué? -dijo ella haciéndose la interesante.

-Dale, algo pasa, ¿qué es?

-¡Estoy enamorada, Leon! -le disparó a mansalva…

Él empalideció y se dejó caer frente a la computadora, en la silla de rueditas giratorias y casi se tumbó por la fuerza con la que se había dejado caer…

-¿Enamorada, Clarisa? –tartamudeó.

-Ay, sí -dijo ella-. Me moría por decírtelo, estaba esperando que cumplas diecisiete para hacerlo formal y lo hablemos de una vez como gente adulta -dijo en tono de broma, pero con un trasfondo serio, porque así lo había planeado.
Tocar el tema con un toque de formalidad y seriedad, pero la verdad era que no estaba resultando como ella lo había planificado…
Hubo un momento de silencio en el que ambos se fijaron en sus propios pensamientos. León preguntándose en qué momento Clarisa dejó de verlo como amigo y cómo iba a hacer para decirle su secreto…
Clarisa se preguntaba a su vez cómo se lo tomaría León a todo lo que tenía que contarle. Pensó que tendría derecho amistoso de reprocharle por no habérselo contado antes…

Ahí estaban los dos… en silencio... con los ojos más abiertos que de costumbre…

Él le dijo-: Clari, yo también tengo que comentarte algo. Supongo que tuve que habértelo dicho hace tiempo ya... Pero, no sé, no sé porqué esperé tanto…

-Ay, León, estás pálido, me asustás, ¿estás bien?

Y la verdad no, no estaba bien.
Estaba aterrado… le dolía la pansa, las palabras se le mezclaban, se le entorpecían los pensamientos y se le enredaban las ideas.

-Mirá, Clari, vos sos mi amiga, mi mejor amiga… mi única amiga...

-Sí, lo sé, León… Vos sos mi hermano casi, ¿y?

-Que deberíamos prometernos en este momento que pase lo que pase, vamos a conservar esta amistad… Lo que tengo que decirte es… fuerte.

-Bueno, okay… Lo que tengo que decirte yo también lo es… Bueno, empiezo yo -dijo ansiosamente.

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⏰ Última actualización: Jan 10, 2018 ⏰

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