La siguiente historia fue tomada de un vídeo realizado por el canal de YouTube MundoCreepy.
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Yo siempre me portaba mal, durante el día era todo un demonio, grosero y hablador, ahora que lo pienso mi abuela fue muy paciente cuidándome tras la muerte de mis padres. Yo hacía como que no me importaba, pero tenía ocho años, claro que era doloroso el recuerdo de su ausencia, me hacían falta y yo, estúpidamente; lo demostraba siendo un malcriado insoportable.
Pero en la noche, en plena oscuridad me moría de miedo "A los niños que se portan mal, se los lleva el hombre del costal".Aquella frase resonaba en mi mente, no podía dormir, me sentía observado, cualquier ruido me ponía alerta y mis sentidos se agudizaban ante el terror de ser atrapado por aquél siniestro ser, pero cuando amanecía lo olvidaba todo y volvía a ser el mismo niño grosero de siempre.
Tenía un vecino, mi único amigo, se llamaba Luis no recuerdo su apellido, era un buen niño; muy atento con sus padres. En el fondo a veces lo odiaba por ser tan bueno y por tener padres, pero era mi mejor amigo, y yo el suyo, nosotros siempre fuimos pobres aunque nunca me di cuenta de eso hasta que crecí, la familia de Luis en cambio si bien no eran ricos, al menos tenían dinero suficiente para vivir con comodidad, sus padres eran dueños de varios negocios locales. Nunca entendí bien porque a Luis le agradaba jugar tanto conmigo si siempre lo trataba mal, lo golpeaba, lo humillaba y a veces lo culpaba de mis travesuras aunque nunca nadie me creía. Luis era un bueno niño, supongo que era mi amigo porque en esa vieja y humilde callejuela no había nadie más con quién jugar.
Un día hice algo terrible, mientras jugábamos se me ocurrió que sería muy divertido robarle el encendedor a mi abuela que en aquel tiempo fumaba como una chimenea, probablemente por la ansiedad que le provocaba la reciente muerte de su hija y yerno, y claro, el hecho de tener que hacerse cargo de mí.
En fin, robamos el encendedor y yo comencé a quemar todo lo que veía, bolsas de plástico y papel, trozos de madera, todo lo que pudiera arder, era muy divertido para mí. El algún momento de la tarde, volteé a ver un trapo viejo que colgaba en una puerta, era la puerta de Claudio el mecánico, me acerqué con el encendedor hacía el mientras Luis me rogaba que no lo hiciera.
-Ese trapo tiene gasolina y aceite, he visto que lo usan para limpiarse las manos. -dijo.
-Entonces va arder más rápido.-le respondí sin siquiera voltearlo a ver, mientras sostenía una malévola sonrisa infantil.
Finalmente le prendí fuego y ardió en cuestión de segundos, pero cometí un grave error, un error de niño, la casa de Claudio era de madera y estaba llena de gasolina y aceite, igual que ese viejo trapo. La fachada se cubrió en llamas y todos los vecinos salieron de sus casas de inmediato, Claudio y su familia también salieron afortunadamente, entre todos lograron apagar el fuego con baldes de agua antes de que se propagara, el incidente no pasó a mayores pero mi abuela estaba furiosa conmigo y todos los vecinos estaban furiosos con mi abuela por no saber cómo educarme.
-¡Ahora si te va a llevar el hombre del costal! -me dijo colérica y con los ojos rojos y con algunas lágrimas queriendo asomarse.
Esa noche fue la peor de mí vida, de nuevo no pude dormir, estaba alerta todo el tiempo, esperando la llegada del hombre del costal que sin duda alguna vendría, me atraparía y me llevaría al infierno con él y todas las almas de los niños malcriados, pensaba en ello y temblaba, cuando de pronto escuché un ruido, eran pasos, pasos en el corredor de afuera; me puse frío y pálido, no podía respirar, me moría de miedo, me había llegado la hora, estaba seguro de eso.
Tragué saliva y me asomé por la ventana, ahí estaba el hombre del costal, un hombre completamente vestido de negro, no se le alcanzaba a ver la cara pero en su brazo izquierdo llevaba cargando una enorme bolsa igualmente de color negro. El hombre caminaba despacio como tratando de no hacer ruido, pero sus botas rechinaban contra el suelo, avanzó por el corredor y llegó hasta mi ventana; yo quería correr pero mis piernas no me respondían, quería gritar pero de mi garganta no emanaba sonido alguno.
El hombre del costal rompió el vidrio y entró, escuché los ruidos del cristal roto y después los gritos de un niño, el no había entrado a mi casa, había entrado a la de Luis. Vi como el hombre salía con Luis arrastras y le colocaba la enorme bolsa en la cabeza. De pronto otro hombre se acercó, también vestía completamente de negro, vi como entre los dos cargaban a Luis y lo metían a una vieja camioneta de color blanco y arrancaron hasta perderse en la noche.
Nunca más los volví a ver.
Los padres de Luis estaban desconsolados, mi abuela fumaba más que nunca, ese día no hubo clases en la escuela, los padres no querían dejar salir a los niños. Ese mismo día los padres de Luis recibieron una serie de llamadas pidiendo dinero a cambio de la vida de su hijo, dinero que no tenían.
Dos semanas después encontraron a Luis, estaba muerto, su cadáver yacía en medio de un terreno baldío, su cuerpo estaba ya descompuesto y con grandes señas de tortura.
Aquel día crecí, ese día maduré, entendí que el hombre del costal era solo un cuento, un cuento para asustar a niños malcriados como yo. Aquel día comprendí una aterradora verdad, una verdad que era mucho más siniestra, más triste y mucho más oscura que una historia infantil. Me di cuenta de que en este mundo, en este maldito mundo podrido; a veces a los niños buenos también se los lleva el hombre del costal.
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El Hombre del Costal
HorrorLos niños de ahora ya no le tienen miedo a las historias, pero cuando yo era pequeño escucharlas era sumamente aterrador, y mi abuela, una mujer sumamente severa, no dudaba en asustarme cada noche con la misma historia... -A los niños que se portan...