Yo lo vi

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¿A qué has venido aquí? Ah, tal vez quieres saber qué vi. No se lo he dicho a nadie, ¿te gustaría saberlo? 

Probablemente ahora te estás preguntando quién soy, ¿importa eso? Para entender lo que te diré no necesitas saber mi nombre, tampoco si tengo un quirk, o si soy hombre o mujer. Lo único que te debe importar es lo que vi. 

Iba, como cualquier otro día, paseando por los pasillos. Tengo el hábito de tararear cualquier cosa que se venga a mi mente, la mayoría no son melodías de grupos famosos, solo sonidos que se escapan de mi boca. Después de todo, tengo pésimo oído para la música, pero eso no evita que la aprecie. 

Avancé por entre los pasillos. Había grupos de amigos charlando, comiendo, gritando. Un montón de personas ruidosas. Decidí omitirlos e ir a la silenciosa biblioteca, donde podría estar yo y mi sombra. Sería libre del bullicio.

Subí dos pisos, escalón por escalón, me estiré la ropa con calma antes de entrar. Desenredé un mechón de pelo rebelde del lado derecho de mi cabeza y procedí a abrir la puerta. 

Tengo otro hábito. No sé si es bueno o malo. 

Siempre soy sigilosa. 

Y ese día también lo fui. 

Tal vez si no me hubiera comportado así no hubiese visto lo que vi. 

Tal vez mi mente seguiría siendo normal. 

Tal vez mi deseo se contendría...

Mis ojos se percataron como un libro de la estantería superior caía de una fila algo más escondida que el resto. Me extrañé, así que me dirigí hacia esa zona con la intención de recogerlo y ponerlo en su lugar. El pobre no tenía que estar en el suelo. Si encontraba al o la idiota que lo había botado, un regaño sería poco. Porque los libros no se caen solos, no señor. 

Fui a paso lento y encontré al culpable, o más bien a los culpables... Mis labios se cerraron, mi garganta se secó y un cosquilleo recorrió mi zona inferior. 

Frente a mí había dos cuerpos sudorosos, dando todo de ellos en aquel desenfrenado acto, sin contenerse ni un poco. Disfrutando como las manos y la saliva ajena se unían como si fuese urgente que pasase. Sus ojos estaban llenos de un intenso deseo salvaje que sumía al contrario en su penetrante mirada. 

Tal vez no me hubiese sorprendido tanto si hubieran sido un chico y una chica haciendo el amor con naturalidad. Tal vez lo que me sorprendió fue ver como ambos cuerpos masculinos se entregaban con tanta rudeza y pasión, una que nunca había visto antes, ni en mis más eróticos sueños. 

El activo tomaba a su amante con fiereza desde los glúteos y lo levantaba con sus poderosas embestidas, mientras el otro joven se mordía el labio sintiendo aquel potente estremecimiento en sus entrañas, el cual disfrutaba, yo lo sé. Yo lo vi. Vi cómo se retorcía del placer y pedía más y más sin decir ni una palabra, solo atacando cada vez que podía al otro, con sus dientes afilados, con sus garras como cuchillos. Vi también como su pene estaba tan duro que chocaba con una de las tantas enciclopedias que estaban en la estantería y parecía empalarla, mientras la embetunaba con sus fluidos. No le importaba, solo estaba concentrado en la sensación que su interior estaba sintiendo. 

De pronto, una manose palmeó gustosa en la nalga izquierda del pasivo haciéndolo gemir fuerte. Esa mano siguió una y otra vez, sin aburrirse. Golpeaba sincansarse de su acción. Parecía querer que la onomatopeya «plaf» fuese recordada. 

Yo lo viDonde viven las historias. Descúbrelo ahora