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Es difícil querer concebir la idea de la felicidad cuando te hundes en tu propio ser, cuando tu alma se siente destruida, cuando todo parece conspirar contra ti.

Con el mismo pensamiento empiezo un día más, un estúpido día más, un jodido día más en donde no tengo ánimos de respirar.

Voy casi tarde al trabajo y mientras más avanzo, parece que retrocedo. Llego a la oficina tiempo después, la suerte está de mi lado, por qué apenas llegué 5 minutos tarde. De inmediato encuentro extraño el lugar, todo está casi desértico, estoy confundido hasta que el portero se acerca a saludarme y me dice qué todo está en orden, qué cómo voy a pasar el feriado. 


¡Mierda!

¡Joder!

¡Maldita vida!



Solo sonrió y digo que descansaré, pero que pasé por algunos documentos que olvidé, todo para no padecer la vergüenza.

Ya han pasado dos horas, es tan estúpido ir caminando en traje mientras todos van muy cómodos, están disfrutando del día libre y aunque no hay muchísimas personas en la calle, al igual que no hay muchos negocios abiertos, se nota en el ambiente que todos se tomaron el día para descansar o salir.

A lo lejos veo padres con sus hijos, con sus esposas, sonriendo, jugando y disfrutando, mientras estoy sentado en la banca en una especie de parque. La nostalgia me invade y como deseo ser yo en lugar de ellos, tener una familia, una que nunca tuve, tener una pareja.

El último suspiro de mi parte junto a una sonrisa de consuelo, son la forma más fácil de guardar mi dolido corazón, estando tan cerca a ese sueño, estuve muy lejos, es esa irremediable sensación en mi que va hundiendo mi pecho cada vez más.

Media hora más y decido ir a comer, almorzar algo para ir por fin a casa.
Paso por un restaurante y solo uno que tiene un aire muy cómodo y sencillo es al que ingreso, quizá es por qué siento la calidez de una madre o quizá por como aquella mujer abraza a su hijo.

Trato de disimular el ligero escozor que pica alojándose en mi pecho y pido algo, una sopa o algún platillo más, no estoy muy consciente sobre que comer, solo deseo llenar ese vacío que siento de pronto, lo único que pido por decisión mía es una soda. A la cual le doy un rápido sorbo, el gas baja rozando fuerte mi garganta y casi siento que hace cosquillas a la altura de mi pecho, como un ligero relajante, pero empiezo a toser debido a que aspiré un poco de gas.
En medio de ese momento, mientras mi rostro está mirando hacia otro lado, un chico entra al lugar.

No es muy alto, de contextura mediana, ojos grandes y labios gruesos, entra sonriendo de una forma tan hermosa que no dejo de ver el trayecto hasta que se acerca a la mujer y la abraza, hablan un poco y luego abraza al niño, le revisa algo en la boca o apenas es lo que logro diferenciar.

Luego se sienta y habla desde aquel lugar, habla con la señora, mientras esta, está en lo que supongo es la cocina, su sonrisa se me antoja justo en la base de mi cuello, se me antoja a la altura de mis labios, se me antoja en tantas partes. Baja la mirada y luego ríe, su voz es suave y ligeramente áspera. Cuando gira a ver al niño, puedo captar un bonito corazón formándose en la sonrisa.

"Joder que yo quiero ese corazón."

"Yo te doy mi corazón."

"Yo puedo hacerte sonreír más."

"Yo..."


En ese ultimo pensamiento aclaro mi garganta tratando de contener estas inexplicables reacciones que jamás me habían sucedido.

De pronto se para y trae en sus manos mi orden, lo sé por qué no hay nadie más en el lugar, apenas son tres mesas, en una está el niño, pero ya es muy tarde como para que el coma, es mi orden, estoy seguro.

Avanza, lleva el plato entre sus manos y no ha dejado de sonreír, llega hasta la mesa y su sonrisa se ensancha aún más y me dice:

"Aquí está tu orden"

-"Si hubiera sabido que vendrías tú, te habría ordenado hace mucho, pero a delivery."-

En mi mente la respuesta llegó de inmediato sin embargo solo me encuentro asintiendo con un muy muy ligera sonrisa, casi imperceptible y se aleja.

Estoy comiendo de una forma muy extraña, sin ver que realmente sujeto con los cubiertos, con mi vista fija en sus movimientos, en su rostro, en todo él.

Habré avanzado la mitad del plato, el sigue todo risueño, recibe una bolsa, se despide y va hacia la salida. Apenas pasan dos segundos de que se ha ido y mis pies se mueven de inmediato, recojo mi maletín y dejo un billete que asumiría 3 veces mi consumo. De inmediato salgo y ya afuera intento recordar el color de su ropa, avanzo un poco hacia la derecha y luego a la izquierda, no hay rastro de él, la decepción me llena de inmediato el pecho y el vacío que siento parece hacerse hondo y eterno. Me duele.

Con un suspiro de frustración y coraje avanzo otros pasos más, mientras acomodo mi saco, tirando fuertemente de este.
Estoy presionando el puente de mi nariz con la vista fija en un bar, por breves segundos observo hacia la izquierda y ahí está, está saliendo de otra tienda, sonríe y alza su mano, como si se despidiera de alguien que esta dentro.
Río con levedad, mientras niego ligeramente con la cabeza y avanzo a un paso mas descuidado, tranquilo, a metros de distancia.

Por lejos de saber que es tan inexplicable la sensación que me causa, es más inquietante el hecho de sentirme de esta manera de solo verlo y escucharlo. Pero hay algo que me hace sentir que no debo perderlo de vista, qué debo simplemente acercarme y que todo al fin estará en su lugar.

Ahora que lo he seguido por unas cinco cuadras, caigo en cuenta de qué puede vivir al otro lado de la ciudad, en otra provincia o quizá en otro país, puede ser una persona mala, un drogadicto, un ladrón, puede estar con pareja, quizá no sea homosexual. Sin embargo se me acumula en el pecho la sensación de pertenencia, la sensación de hogar y que si fuera un avezado delincuente, quizá cambiar de vida a mis 29 años no sea tan malo, si no es homosexual, incluso se me antoja la idea de que yo sea el único que le guste. Ya estoy divagando. Estoy pensando cosas que no son, cosas que no sé, puede denunciarme por acoso o algo que se le ocurra o sienta. Pero, si tengo que ir al juzgado, bien puedo aceptar las sanciones que me impongan, indemnización, o algún pago interno, lo que sea y pronto me imagino diciendo al juez.

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