Prólogo

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 Allí estaba ella. En medio de una plaza como las tantas otras que había en aquella ciudad al norte de Buenos Aires. Sentada en una hamaca, mirando sin mirar, sumida en sus pensamientos. Una lágrima cayó por su mejilla. La secó con su mano derecha, dejando una gran mancha de sangre en el costado de su pálido rostro. Notando que su lindo vestido blanco estaba empapado de esta al igual que sus manos. Esa noche la ciudad estaba silenciosa aunque, tal vez, solo era su imaginación. Como siempre.
 No sabía si estar feliz o triste ya que frente a ella la tragedia tomaba forma. Un hombre y una mujer, desangrados hasta morir. Ella lo vio todo pero no hizo nada. No merecían su clemencia. -No eres una mala persona-. Le dijo aquel muchacho que se encontraba tras ella, de risos castaños y tez acaramelada. Sin embargo, Aria no se entristecía por eso. Sino por los recuerdos que invadían su mente cual moscas a la carne.
-¡Loca!-. Sintió como le gritaban de lejos pero no quería darse la vuelta. Ni siquiera tenía ganas de hablar. Nunca con ellos. Con quienes le habían causado tanto daño. De repente, el chico a su lado ya no estaba, en su lugar estaban su madre y padre acariciando su cabello negro todo enmarañado. -Estás loca-. Dijo el hombre sonriendo con malicia. -Cucu-Cucu-. Completó su madre, burlándose de ella.- Cucu-cucu-. Cantaban ambos.- Cucu-cucu Cucu-cucu...
 Mientras ellos se burlaban, la ira recorría todo su ser como la sangre en sus venas. Se tapó los oídos para no escucharlos pero sus voces seguían presentes. Se tiró de la hamaca, cayendo de rodillas y tironeándose de los cabellos en lo que gritaba:- ¡No!¡No!¡No estoy loca!¡No!¡Ustedes son los locos!¡No estoy loca!¡No!¡No!-. Ambos se fueron luego de esto dejándola sollozar.- No estoy loca... no estoy loca-. Terminó por repetir, casi en un susurro, casi perdiendo la voz, y a la vez, recuperando el aire luego de sus gritos.- No estoy loca... No estoy loca... ¿O sí?
 -No creo que lo estés...-. La tranquilizó el joven de antes abrazándola por detrás.- Para mí sos muy especial, Aria Schwitz-. Le susurró al oído.-¿Te gustaría contarme qué fue lo que pasó?-. Ella asintió limpiándose las lagrimas y embarrándose más el rostro en sangre. -Yo... Yo no era yo, yo era él pero ellos no me creían. Me dijeron que estaba loca pero yo... ¡Yo no estoy loca! v-vos sí me crees ¿O no, Jordan?-. Lo miró de una manera que podría causar escalofríos a cualquiera. Él solo sonrió y dijo:- No, linda, no pienso que estés loca
 -Gracias, Jordan-. Sonrió y una lágrima cayó.- Sos el único que pudo creerme hasta hoy-. El chico solo siguió abrazándola.- Ellos me gritaron que me callara, que estaba loca... Y-yo no estoy loca. Entonces decidí que era hora de dormir, ellos no querían dormir, ¿Podés creerlo, Jordan? No querían dormir... Pero yo quería que duerman, así que los hice hacerlo. Y ahora duermen, Jordan, los tapé de sábanas rojas para que descansen mejor... Las sabanas rojas son lindas ¿no te parece?
- Sí, son lindas... Aunque prefiero las azules-. Le dió un beso en la mejilla.- ¿Quiénes eran?
- Monstruos, Jordan, monstruos que habían tomado el cuerpo de mamá y papá. Ahora los derroté, y así, mamá y papá van a ser libres... Y yo también, Jordan, porque yo no soy ella. Ella no está. Yo soy él pero los monstruos no querían que lo sea ¿me comprendes? La extraño mucho. Demasiado. Era la más linda que conocí en toda mi vida, era muy alegre. Luego se desvaneció y ellos me echaron la culpa. Los monstruos querían que yo fuera ella, Jordan, pero ella era inigualable...-. Una, dos, tres, muchas lágrimas mas comenzaron a caérsele a borbotones. Sollozo tras sollozo. Se mantuvo allí sentada.
 De repente, apareció un hombre que solo quería intentar ayudar a aquella niña que lloraba sola en la plaza hacía horas.- ¿Estás bien?-. Le preguntó. El la había visto de lejos, hablaba, se abrazaba, gritaba y lloraba. Sola. Parecía una loca. -No estoy loca...-. Fue lo único que él necesitó que ella le dijera para llamar a una ambulancia.

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⏰ Última actualización: Apr 06, 2020 ⏰

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