Poco tiempo y largas horas pasan desde que el sosiego intermitente llegó a sus ojos para inhibir la neblina turbia de las emociones dictadas por voz propia. Esto ha sido otra confusión más, otra vez preguntas sin aciertos en un mar de ansiedad, aunque ya fuera de las profundidades oceánicas de la depresión. Una torre Eiffel etérea con más vigas sin orden, conduciendo la masa de acciones apócrifas al criterio señalador de los involuntarios. Para esa alma el sentir es inhibido por un sendero de divisiones innecesarias, en coacción con una invertida valoración de las cosas. Su alma ve un encierro en jaula de oro, por lo que desde su fraguación corrió entre las suyas sin ser tocada, mas sí juzgada por no emitir lo que a las almas sin vida les daba con facilidad. En su mundo no hay letras, ni palabras, también los números son un lenguaje desconocido; solo se conoce la expresión allí, por medio de vibración trasciende al otro mundo para ser descifrada en alegría o dolor. La jaula de oro es la muralla para la percepción, hace ciegos los ojos, y tangible las facciones pero sin comprensión de estas. Es por esto que su alma es juzgada directamente por aquellos todos quienes viven ociosos por dentro. El movimiento inhibido es apenas un aviso de su potencial, corre entre células para quedarse ahí, fastidiando sin poder irse.
Corre por su sendero confuso y se detiene a observar su laberinto desde lo alto, pero un impulso desgarrador en ocasiones la conduce al punto de vista más cerca al propio infierno. Al recorrer se transforma y vive, al detenerse muere para analizar. Se mueve cada vez más y siente éxtasis; empezó pequeña y sin relevancia pero ha sido exponencial e imparable. Cambia de colores y formas, envía señales involuntarias y algunas de estas sí logran trascender; al morir no tiene color, vibra con desesperación pero con parálisis, expectante del hundimiento.
No es menester definirla pues su concepto asignado es superficial. Su apariencia es creada por el espectador, siendo así su valor infinito o insignificante. Luce como sinónimo y antónimo, y de acuerdo al pico o al valle actúa como tal. ¿Siendo así, lo contrario a los suyos, merece ser un pedacito del universo? A veces la energía siendo menor en proporción afecta más masa que un millón de veces su tamaño, efectuando su voluntad de poder y trazando su camino en otros laberintos de los inconscientes. Para bien o para mal, del pico del camino al infierno.
Su influencia es poderosa pero limitada hasta el momento que incrementa su consciencia. Logra verse sin espejo, sin tergiversar su propio mensaje. Se mira como la juzgan pero sabiendo qué es, así desarrolla todo su potencial elevándose entre la autonomía y navegando entre conocimiento aplicado, volando su voz interior más allá de las bajas voces e imponiendo su expresión en laberintos. Así es el dios de su creación interior, se coloca la soga al cuello y se aprieta, camina en brasas encendidas, y logra sentir nimias las espinas de la maleza. Se retroalimenta: se somete cada vez más, y su dolor empuja su brillo a ser cegador, e incomprendido por el sumo superfluo. Abre su jaula y se limita al infinito, regresando a veces a su infierno, corriendo fuera de él cuesta arriba con más facilidad y sin empolvarse. La torre es más estructurada, sin moho, pero aún una de sus bases es tan pesada que sufre en la aún imposibilidad de alienación. Poco a poco, se retuerce y cobra forma, cada vez más geométrica, se castiga y es más maleable, más dócil a su propia luz.
Ni mil lenguas, ni mil cuerpos, catalizan los mensajes, pues nada puede expresar lo que cree inexistente y nada puede comprender lo que más adentro de sus ojos no ve.