Te quiero princesa

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CAPÍTULO  1

Mi nuevo hogar

En esos momentos me encontraba en mi coche con mis padres de camino a un pueblo de Alicante donde vivía mi tía. Hacía dos días que me habían dicho que se tenían que ir de viaje de negocios una larga temporada y que me tenía que quedar en casa de mi tía, la prima de mi padre. La última vez que había ido a su casa había sido cuando yo tenía once años. Lo único que recordaba de ese día era que me lo había pasado muy bien con mis dos primos segundos Beatriz e Iván. Ahora, cinco años más tarde, yo tenía 16 años, al igual que mi prima Bea, e Iván tenía 18, dos más que nosotras.

Miraba por la ventana del coche, pensando en cuál sería mi reacción al ver a mis dos primos después de tanto tiempo. No había vuelto a verlos desde entonces.

-Ya estamos llegando-anunció mi padre interrumpiendo mis pensamientos.

-Ruth, cariño ves preparándote-me dijo mi madre.

Llegamos a un pueblo que parecía bastante tranquilo. Todas las viviendas allí eran chalets. Mi padre giró a la derecha y entró en una calle. Paró el coche delante de una casa parecida a las otras que había en esa calle. Tenía un gran jardín con unos columpios y una piscina. Estábamos a mediados de Agosto y lo que más me apetecía en esos momentos era zambullirme de cabeza en esa piscina. Por suerte, me había traído el bikini, tal como me lo dijo mi tía.

Bajé del coche y me quedé de pie frente a la casa, no había cambiado desde la última vez que había estado allí.

-¡Eeeh!-oí gritar a mi tía mientras se acercaba corriendo.

Me abrazó.

-Deja que te vea. ¡Qué mayor estás!

Mi tía, tan simpática como la recordaba, estaba sonriendo delante de mí. Aparentaba 44 años. Tenía los ojos azules y el pelo negro recogido en un moño. Llevaba una camiseta de tirantes y unos vaqueros.

-Hola Clara-la saludó mi madre dándole dos besos.

Después, mi tía, saludó a mi padre que estaba bajando mi maleta azul del coche.

Clara nos hizo pasar. Recorrimos un caminito de piedras blancas y diminutas que llevaba desde la entrada hasta la puerta de la casa. Una vez dentro mi padre dejó la maleta en un rincón.

-Clara, te has cambiado el sofá-observó mi madre.

-Sí. El otro estaba para retirar desde hacía mucho tiempo.

-Bueno, siento interrumpir vuestra entretenida conversación pero tenemos que irnos-dijo mi padre.

Me despedí de mi madre, y a continuación de mi padre y los observé subir otra vez al coche mientras mi tía se despedía con la mano a la entrada del jardín.

Clara volvió a la casa.

-¿Qué me dices? ¿Subimos a tu habitación?-ofreció mi tía.

Asentí. Subimos las escaleras y caminamos a lo largo de un pasillo. Pasamos por delante del baño, que se encontraba a mitad del pasillo. Mi habitación estaba al final. Abrí la puerta. La luz entraba por el balcón y bañaba la estancia. Los muebles eran blancos. Había una cama con dosel. ¡Me encantaban esas camas! La habitación era más grande que la que tenía en mi casa. Sonreí.

-¿Te gusta?-preguntó mi tía esbozando una sonrisa.

-¡Me encanta!-respondí contenta.

-Te dejo aquí la maleta-me dijo mientras depositaba mis pertenencias al lado de un gran armario blanco.

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⏰ Última actualización: Aug 09, 2015 ⏰

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