Un día como cualquier otro nacía una pequeña niña llamada Alexis Montenegro. Quien por desgracia solo tenía a su madre pues su padre las había abandonado.
Su familia la recibió con los brazos abiertos para darle mucho amor y cariño. Creció fuerte y saludable además tuvo una infancia encantadora jugando con todos sus seres queridos.
Toda su vida preguntó por su padre, a lo que siempre le respondían que él las había dejado, que se encontraba en otro estado pero siempre les daba dinero para que vivieran perfectamente en condiciones. Alexis quiso conocerlo muchas veces pero su madre le decía que no sabía donde estaba exactamente.
El problema llegó cuando arribó a la etapa de la adolescencia. A la corta edad de 16 años, ella debía ir a la escuela, trabajar y volver a casa para cuidar de su madre quien se encontraba muy enferma. A pesar de tener un horario muy ajustado para todo y tener que hacer tantas cosas le iba muy bien en su trabajo, tenía muy buenas calificaciones y siempre estaba ahí para su madre. El dinero que ganaba apenas le alcanzaba para pagar las cuentas, la comida y los medicamentos de su madre aunque algunas veces no , por lo que, se quedaba sin comer o su madre decía que no hace falta que los compre.
La madre de Alexis, Miranda, se sentía terriblemente mal por el destino que les había tocado a su hija y a ella pero poniendo siempre la mejor cara no dejaba que Alex viera su profundo dolor.
Una tarde de verano, cuando volvía del trabajo, Alexis escuchó un grito desgarrador proveniente de la habitación de su madre. Corrió hacia allí y encontró a su madre retorciéndose en su cama quejándose por los fuertes dolores.
- Mamá! Mamá! Tranquila, déjame darte tus pastillas.
- Alex,... necesito un... médico... ya.
Así fue como Alex pasó un brazo por debajo del hombro de su madre haciendo que apoye todo su peso en ella y la puso en pie.
- ¿Puedes caminar hasta la puerta mamá?
- Rápido... si si... vamos.
Fueron lo mas rápido posible hacia la puerta de calle del departamento y tomaron un taxi.
Una vez en el hospital su madre fue ingresada y tratada de urgencias pero para desgracia dos días mas tarde, Miranda no lo soporto más y murió.
Alexis no lloró, era de esas personas que se guardan todo para sí, haciéndose las fuertes como si nada les afectara cuando la realidad es que todo les afecta. Esa misma noche, sola en su cama lista para dormir, se desahogó en lágrimas aferrando el pequeño dije de su cadenita que le había entregado su madre antes de morir. Lloró toda la noche sin parar pero sin embargo todas las palabras no dichas le creaban un inmenso dolor en el pecho.
Todo lo de Miranda era ahora de Alexis, pero eran apenas unas pocas cosas, ni siquiera su casa, puesto que la alquilaban.
Al otro día Alex se levantó y se dio cuenta de que tendría que conocer a su padre ya que era el único familiar que le quedaba. No sabía como era ni conocía nada de él. Fue al cuarto de su madre y empezó a sacar todo del armario hasta que encontró una caja llena de fotos. Empezó a rebuscar entre las fotos de su infancia y en un momento vio una pequeña cajita rosada con un lazo también rosado que formaba un moño, la sacó de su lugar y la abrió. Encontró algunas de las fotos de su madre de joven, comenzó a verlas detalladamente una por una hasta ver una donde se encontraba un hombre con ella tocándole el vientre, casi al instante su cabeza entendió que ese era su padre. Parecía tan bueno y era muy bonito con unos enormes ojos verdes como los de ella. Eran muy parecidos solo que ella había sacado el cabello castaño y ondulado de su madre.
De pronto se vio exaltada porque sonó el timbre, corrió hasta el portero y pregunto quien era. Su mente se paralizó por un segundo pero luego contesto:
- Ya bajo.
Era su padre. Venía a buscarla para que vaya a vivir con él.
Bajo en el ascensor con todos los nervios a flor de piel. ¿Y si no la quería? Por algo se fue ¿no? ¿Y si pensaba que era una niñita tonta? No quería decepcionar a su padre. Cuando llegó a la planta baja camino muy despacio hasta la puerta pero no podía evadirlo más, había llegado la hora de conocer a su padre.
Abrió la gran puerta de vidrio y lo vio por primera vez en su vida.
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