Hola, me llamo Rebeca y tengo 17 años. Ahora mismo, estoy viviendo en la única parte del mundo donde queda gente viva. Los demás murieron en la guerra... Fue una muy dura guerra. Empezó cuando yo apenas tenía once años, me acuerdo muy bien. Mi padre era un gran pensador que creía en la humanidad, depositaba la fe en ella completamente, decía que las personas éramos buenas por naturaleza y todas éramos iguales, siempre nos decía que hasta el más gran rey no debía tener la mínima diferencia con el pobre que vivía debajo del puente. Era contrario totalmente a esa pequeña revolución sin sentido, como él la solía llamar, que estábamos viviendo en esos momentos. Esa revolución estaba hecha por gente a favor de las clases sociales, que quería separar pobres y ricos, negros y blancos. Según mi padre, y yo también le apoyaba en ese pensamiento, esa gente era racista, clasista y muchas veces machista en todos los sentidos. El día que empezó la guerra yo estaba jugando con Álvaro y Hugo, mi hermano pequeño que en aquel entonces tenía solo 9 añitos y mi hermano mayor que tenía 15. Estábamos los tres riendo y jugando al escondite, ya que a Álvaro le gustaba mucho ese juego. Mis padres se habían ido a buscar alimento que últimamente empezaba a escasear bastante debido a la revolución. De repente alguien llamó a la puerta, nosotros con toda la ilusión del mundo abrimos la puerta pensando que serían nuestros padres con una agradable sonrisa en el rostro esperando un gran achuchón por nuestra parte y con nuestra cena en las manos. Al abrir, nuestros rostros cambiaron por completo. Nos pusimos pálidos y creo que hablo también por ellos cuando os digo que me entraron náuseas, ganas de pegar a alguien y chillar, chillar muy fuerte, pero en ese momento me daba todo igual, porque frente a mí y mis dos hermanos, yacían los cuerpos pálidos y llenos de sangre de mis padres. Estos ya no respiraban. Encima de ellos estaban dos policías, uno de ellos al vernos la cara empezó a reír y con tono amargo nos dijo:
- Aquí tenéis vuestra pequeña revolución sin sentido.
Hugo, al ser el mayor de los tres, fue el primero en reaccionar a lo que acababa de suceder. Fue directamente hacia al policía que había hablado y le escupió en toda la cara, el hombre reacciono pegándole una bofetada, que podría jurar que se oyó por toda la calle.
- ¡Niño estúpido! (Gritó el policía), te voy a matar.
- ¡No! (Dijo el policía callado hasta el momento), ya sabes lo que dijo su madre...
- Tienes razón, es que no me van mucho los mocosos como este.
Entonces miró a mi hermano y le dijo:
- En fin chico tienes suerte, para escarmentar, iras directamente al ejército, allí aprenderás a respetar lo que es bueno y lo que es bueno es la revolución.
- Antes muerto. (Contesto mi hermano con cierta inseguridad en su voz).
El policía nos apuntó a mí y a Álvaro que no nos habíamos movido del sitio aun. El hombre puso su dedo en el gatillo y le dijo con tono fuerte y claro.
- Oye chico lo podemos hacer por las buenas o por las malas, o vienes tú, o vienen ellos y si por algún casual fueras egoísta y escogieras la segunda opción ten en cuenta la posibilidad de no volverlos a ver jamás.
Mi hermano suspiró, asintió hacia el policía, y nos miró a nosotros.
- Rebeca siento mucho lo que está pasando enserio, pero no puedo dejar que os ocurra nada. Cuida de Álvaro, yo voy a estar bien te lo prometo. Sé que te estoy pidiendo mucho, pero tranquilla, voy a volver. Tenéis comida, ropa y lo necesario para vivir durante un mes en la habitación de abajo.
Yo lo mire con los ojos llenos de lágrimas, no me podía creer lo que estaba pasando, simplemente aun no lo asimilaba. Hugo nos abrazó a mí y a Álvaro, los tres entre llantos nos separamos. Antes de irse gritó a todo pulmon:
- ¡Os quiero! ¡Juro que volvere!
Se lo llevaron.
El policía callado, antes de irse nos miró con cara de pena y nos susurró un pequeño “lo siento”.
Me quede abrazando a Álvaro hasta que el pobre que no entendía lo que sucedía se quedó dormido. Lo lleve a la cama y lo tape. Fui a la puerta y cogí a mis padres. Les quite la ropa, los bañe, les puse ropa limpia y los acosté en la cama como si estuvieran durmiendo, descansando plácidamente. En ese momento me puse a pensar en las cosas que siempre me había dicho mi padre y no lo encontré justó, ¿porque el dejaba siempre en buen lugar a la humanidad y ahora esta le había dado la espalda? Álvaro despertó por el ruido que había causado y los dos medio llorando nos fuimos a la cama de matrimonio de mis padres, a dormir con ellos como habríamos echo si hubiéramos vivido en un mundo normal sin guerras ni gente mala.