Rubén Doblas, un elegante doctor de buena fama y una muy buena vida. Tenía una hermosa familia y junto a su esposa, Jennifer, vivían el sueño, o eso parecía.
Una casa de dos pisos y siete habitaciones, a pesar de ser sólo cinco personas las que habitaban esa casa, o mejor dicho mansión, con finos detalles de mármol en cada salón, obras de arte y trofeos invadían cada estantería de la casa. Un piso alfombrado y cortinas de seda en todas las ventanas, candelabros finos y en conclusión, un hogar lujoso.
Tenían tres hijos adoptados, Javier, Andrea y Daniela. Javier tenía 18 años, ya está estudiando para entrar a la universidad, y para complacer a su padre, estudiará ingeniería. Tiene los ojos cafe y cabello oscuro, al igual que su madre adoptiva. Andrea y Daniela son mellizas, Andrea tiene los ojos café oscuro y cabello radiante negro, en cambio, Daniela tiene los ojos celestes y el cabello castaño claro, como su padre adoptivo. Ambas van en primaria.
Eran una familia prácticamente feliz, hasta que en un momento se apareció Miguel Angel, mejor conocido como Mangel, el nuevo compañero de Javier.
Mangel iba todos los días a casa de Javier, y poco a poco fueron incrementando su amistad, hasta el punto de ser mejores amigos y pasar todo el tiempo juntos.
Cosas extrañas estaban pasando, cosas.. ¿Mágicas?
Así es, Mangel no era sin más una de las razones por las que Rubén iba a querer seguir viviendo, pero aún no lo sabía.
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-¡Dile a tu amigo que por favor no aparezca más por mi casa! ¿Me escuchas?
-Si papá…- respondía mal humorado Javier, mientras sus hermanas pequeñas los espiaban por detrás de la puerta.
-Ya, no puedo seguir aguantándolo.- exclamó Rubén saliendo de la habitación de su hijo, mientras Mangel miraba.
-¿Tanto me odia?- le preguntó a Javier saliendo de su escondite.
-Te detesta- dijo Javier, cerrando la puerta despacio.
-Yo le quiero- dijo Mangel sonriendo - Es mi Rubiuh.
-¡No es tu Rubiuh, es mi padre!- exclamó Javier e hizo sobresaltar a su amigo.
-Lo siento, pero no le encuentro razón alguna por la que me odie- dijo este arrepentido, agachó la cabeza y suspiró.
Rubén había ido a su habitación. No soportaba a ese tal Mangel que invadía su propiedad todos los días. Cada vez que lo veía algo se producía en su interior, no sabía si le estaba cogiendo cariño o algo así, pero el chico lo ponía cachondo, eso si lo sabía, pero no podía, él no era gay, él era heterosexual, le encantan las tetas y los culos, y además esta casado; pero más de una vez había soñado una fantasía sexual con un hombre, y peor, con Mangel, el mejor amigo de su hijo.
De pronto alguien toca la puerta de Rubén.
-¿Quién es?- pregunta y se levanta de la cama, se arregla la corbata.
-¿Puedo pasah?- esa voz que provocó cierto hormigueo a Rubén resonó por la habitación.
-Si.- dijo cortante y se abrió la puerta, sin mayor respeto entró Mangel a la habitación y se sentó en la cama de Rubén, dejándolo impactado.
-¿Que tu no tienes modales niño?- le preguntó a Mangel mirándolo de reojo.
-No, y usted tampoco- dijo desafiante y dejó a Rubén anonadado.
-¿Como que no tengo modales?- dijo respetuoso
-No los tiene conmigo- dijo levantándose y quedando ambos a la misma altura. Mangel tenía más cuerpo que Ruben, eso era cierto, pero Ruben era doctor y sabía los puntos debiles de las personas.
