Uno más (Kaisoo)

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En una habitación de un hotel cualquiera reinaba el silencio, solo pequeños sonidos lo interrumpía. Pequeños susurros se escuchaban, la ropa desprendiéndose lentamente, el roce que provocan las duras manos del alto, los besos mojados que se iban regando por la perlada piel del cuello. Poco a poco ese silencio iba muriendo, pequeños y bajos gemidos comenzaban a escucharse por el lugar, Kai sabía cómo provocar la salida de estos sin ningún problema. Con unos pocos movimientos la ropa de ambos desapareció, aun de pie Kai se concentró en tocar todo el delicado cuerpo de su acompañante. Sus manos iban desde los hombros hasta llegar a sus grandes nalgas, las cuales no dudó en apretar y darle nalgadas hasta que estas se tornaron de un bonito tono rosado.

-Estas nalgas son mi adicción. -dijo en un gruñido el moreno. Sin permitirle hablar el moreno se arrodilló e hizo que se girara, ahora tenía a la altura de su rostro esa manzana del pecado. Sin perder el tiempo, Jongin no era el tipo de hombre que perdía el tiempo, comenzó con un intenso tratamiento en esa área. Lo primero que hizo fue darle beso, muchos besos, lamidas y sobre todo mordidas, eso hizo que los gemidos de pálido fueran más altos aún, algo totalmente caliente.

-Kai, por favor... no juegues así... hazlo...-suplicaba el de ojos grandes, de el moreno haberle visto la cara hubiera sido testigo de lo roja que se encontraba, de cómo su mirada estaba nublada por el placer, un ángel del pecado.

Kai solo se separó ligeramente de ese amado premio para embozar una pequeña sonrisa socarrona y decir.

-No seas impaciente, bebé, si eres un buen chico te daré duro, como te gusta. -con ambas manos el alto separó los pliegues que ocultaban la rosada, que como si supiera lo que iba a pasar se contrajo. Llegados a este punto la mirada del moreno estaba llena de deseo, deseaba tanto entrar ahí, darle hasta que se volviera afónico de tanto gritar su nombre, pero primero debía hacerlo sufrir. Lentamente introdujo la lengua en ese anillo de músculos, esta era caliente, la temperatura perfecta para meter su polla. Con rapidez comenzó a penetrarlo con la lengua, las piernas de Kyungsoo parecían flaquear con cada estocada dada por esa extensión. Kai solo se separó del lugar para guiarlo a la cama donde le hizo que se acostara boca abajo dejando toda su parte trasera a su vista.

Kai comenzó dando una cadena de besos por toda su pequeña espalda, poco a poco esos besos se transformaron en mordidas que dejaban profundas marcas por toda su extensión. Los dientes del moreno iban trazando surcos en la delicada piel del pálido, cualquiera que viera esto podría pensar que era un acto de violencia, pero a Kyungsoo le encantaba, amaba ser sometido por el mayor. Kyungsoo amaba llevar cada una de las marcas que le hacía el otro, suplicaba porque se las hiciera. De hecho, los días donde Kai no se las hacía se ponía berrinchudo, esto solo ocurría cuando Kai lo castigaba.

Nuevamente esos besos y mordidas fueron dirigidos al trasero del otro. Una hermosa marca fue hecha en este lugar, si alguien veía el trasero del menor en estos días sabrían que ya perteneció a otro.

Ellos no eran pareja, solo gozaban de sexo casual cada vez que podían. Nunca estuvieron con las ganas de formalizar algo, para Kai resultaba aburrido solo pertenecer a una persona. Le gustaba ir probando con diferentes personas, ya sean hombres o mujeres, a Kai solo le importaba que tuviera un agujero por dónde meterse. Aunque, Kyungsoo era la única persona con la cual había repetido sus encuentros, normalmente para Kai era solo un encuentro de una noche, pero Kyungsoo era la excepción.

Kai desconocía cómo era la vida sexual del menor, pensaba que era igual de libertina que la suya, pero no podía estar más equivocado. Kyungsoo muy a pesar de mostrarse como una persona sin pudor, solo había tenido unos pocos encuentros sexuales antes de la llegada del moreno a su vida. Para Kyungsoo esos encuentros no era solo sexo, había sentimientos implicados, temía el día que no pudiera ocultarlos más.

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