Tres pétalos de Carbón

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En los hermosos campos de Inglaterra, existió una antigua mansión que pertenecía a la aristocrática familia Lambert, los únicos que habitaban la mansión a apartando a la servidumbre era la el matrimonio Lambert junto a sus hijos. La mayor Cordelia de quince años una joven de tez pálida, de cabello largo y fino de un color negro azabache y unos ojos celeste claro como el cielo en primavera, con pestañas largas y mirada alegre, su nariz era tamaño medio y de labios carnosos, media un metro sesenta era delgada y le gustaba vestir largos vestidos blancos, por otra parte su hermano menor Sebastián de tan solo siete años, también de una tez pálida y ojos azules claro, su cabello era de un castaño oscuro, lizo y corto su nariz era media y labios finos, solamente media un metro cuarenta y cinco, era delgado con maños pequeñas y piernas finas. 

El frente del castillo solo se podía ver hermosos prado con un césped corto muy bien podado, pero detrás de la mansión estaba el establo, el gallinero y más lejos el bosque, el cual era muy espeso y los niños tenían prohibido entrar por miedo a que se perdieran, pero en él se ocultaba las ruinas de una vieja iglesia, que era incluso más antigua que la mansión. Ambos hermanos estudiaban dentro de la mansión con profesores particulares, no conocían el mundo exterior y sus peligros, vivían en una plena inocencia gracias a sus padres, y junto a la compañía de la servidumbre todos vivían en una hermosa armonía de bienestar, en la continua monotonía dentro de la mansión y la pequeña familia junto a la gran servidumbre eran muy unida, todos se sentía a gusto al servicio del matrimonio Lambert con sus ambles y considerados hijos.

Entonces una tarde de verano, cuando caía el crepúsculo, Cordelia y Sebastián aún se encontraban jugando en los prados cuando a lo lejos en el extenso camino de tierra vieron un vehículo acercase, lo reconocieron de inmediato, se trataba del vehículo de su tío Edward el hermano menor de tu padre, un hombre joven de veintitrés años, quien era un aventurero, pues con la mitad de la herencia de la familia, se había convertido en un trotamundos y siempre les traía un suvenir, así que los niños ansiosos de saber que le habría traído esta vez, regresaron corriendo a la mansión. Cuando entraron se encontraron con su padre y su tío saludándose con un fuerte abrazo ya que Edward había estado cinco meses ausentes desde la última vez que había regresado de un viaje.

- ¿Cómo has estado Kendal?- le pregunto su tío

- Bien, cuidando de la familia

- ¿y donde están mis sobrino favoritos?- dijo girándose hacia los niños

- Aquí estamos- dijeron los dos mientras corrían a los brazos de su tío

- ¿Qué nos has traído?

- Con Calma Cordelia, para ti te traje algo muy hermoso como misterioso- entonces Edward se dirigió hacia su bolso y de ahí saco una bolsita más pequeña que dejo sobre la mesa

- ¿Qué es?- pregunto la joven con impaciencia

- Mira- dijo su tío mientras abría la bolsa y sacaba una hermosa rosa tan negra como el carbón, pero al tacto de sus pétalos eran muy suaves como la seda- la encontré por casualidad en mi camino por España, es una "rosa negra" me alegro que no se allá marchitado

Cordelia había quedado maravillada ante aquella flor que cautivo su mirada, pero a la vez que se deleitaba con su regalo, mientras tanto Edward le entrego a Sebastián una piedra presiona llamada amatista de un color violeta cristalino que dejo encantado al pequeño que amaba coleccionar piedras preciosas, pero fueron interrumpidos por su padre quien les dijo

- Porque no le van amostrar sus regalos a los criados, seguros que estarán encantados de verlos y así su tío y yo podemos hablar

- Creo que te estas olvidando de mencionar a alguien cariño – le dijo su mujer disgustada

La Locura De La Rosa NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora